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En San Jacinto Chilateca, Oaxaca, una vez que cumples 18 años, entras en la lista de ciudadanos aptos para prestar servicio a la comunidad. El primer cargo usualmente es integrarse al cuerpo de policías municipales. Un cargo moral, sin remuneración, que dura aproximadamente 18 años hasta llegar a ser regidor de policía, contando un año de servicio y un año de descanso ininterrumpidos. Pueden ser más años dependiendo de la asamblea, por ejemplo, cuando nombran integrante de un comité a ciudadanos que ya llevan “carrera” en este servicio, interrumpiendo su continuidad.
Sin que esto sea una regla, se supone que son tres años como policía (más tres años de descanso, seis) para poder subir de rango a subteniente, esto dependiendo de tu desempeño, de tu prestigio, puedes pasar toda la vida sirviendo como policía sin subir de rango. Antes existía la figura del primer policía, que era una suerte de recomendación a un ciudadano para que lo tomaran en cuenta para ascender por su destacado servicio. De subteniente a teniente, de segundo jefe a primer jefe, de segundo comandante a comandante son cinco años más de servicio y cinco de descanso, para llegar a comandante, llevamos en total 17 años. Sin contar si los nombraron de algún comité o una mayordomía.
El comandante es nombrado por acuerdo de cabildo. No cualquiera llega a ser comandante, no cualquiera recibe el llamado para fungir en tan honorable cargo, a su vez, no cualquiera quiere asumir esa responsabilidad.
La ronda
Una de las funciones principales del cuerpo de policía es realizar “la ronda”, que varía según las circunstancias del pueblo. Hay años donde la ronda se realiza todos los días, pero regularmente son tres o cuatro días a la semana. La ronda consiste en un recorrido por toda la comunidad, sus límites, sus entradas, sus salidas, y sus calles. En el pasado, la ronda se realizaba caminando, dividiendo a los policías en grupos. Recorrían cada rincón, cada vereda, abriéndose camino entre la maleza del bordo del río verde. Las historias de aquellos tiempos están llenas de asombro, misterio y mucha diversión. La ronda es un espacio fundamental para socializar entre ciudadanos, para conocer el territorio de la comunidad, e intercambiar historias y experiencias entre generaciones distintas. El ser comunal se forja en las rondas. Aunque no es todo romántico, en el 2021, cuando serví por primera vez, noté un alto consumo de alcohol en el servicio, del que también fui participe.
El ser comandante
El cuerpo de policías no es una autoridad punitiva, aunque se integra al sistema de seguridad municipal, conserva su carácter moral propio de los sistemas normativos internos. Se mueve dentro del derecho consuetudinario, haciendo respetar los acuerdos de asamblea y priorizando la paz. Cada comandante impregna su carisma a este servicio. Recuerdo una de las primeras reuniones como policía en el 2023, cuando el C. José Luis Salmerón fungió como comandante. “No podemos cumplir cabalmente con este servicio si no regulamos el consumo de alcohol”. Respaldado por el cabildo, esta sentencia incomodó a quienes estuvieran acostumbrados a los vicios del viejo servicio, pero abrió nuevas oportunidades para que ciudadanos que profesaran el protestantismo, quienes no simpatizan con el consumo de alcohol, se incorporaran al cuerpo de policías. También suma a la construcción de un espacio más adecuado para las ciudadanas que se integran al servicio. Se establecieron reglas internas para regular este aspecto.
Las comunidades no son estáticas, son espirales de ciclos interminables que implican cambios constantes en tensión con fuerzas que se resisten. En menos de un mes un comandante había cambiado las reglas del juego. Sin embargo, la prueba de sus decisiones no tardó en llegar con el Carnaval Chintero, fiesta capital de nuestra comunidad en la que el comandante y su familia tienen una participación principal. Se sabe las tensiones entre las religiones protestantes y las costumbres que imbrican cultura y religión católica, el carnaval es una de esas tensiones principales. El C. José Luis Salmerón estuvo a la altura de este reto, y demostró que se puede cumplir con el servicio sin ser partícipe de esta fiesta, algunos policías protestantes también cumplieron. Lo mismo pasó con la fiesta patronal en agosto. Parece algo trivial, pero esto será recordado como un antes y un después en la historia de nuestra comunidad.
La carrera, la tolerancia
Precisamente, la carrera del C. José Luis Salmerón se vio interrumpida por muchos años después de cambiar de religión. Hay que reconocer el criterio que tuvo el cabildo en 2023 para dejar fuera los prejuicios y nombrar a quien le correspondía. También reconocer los prejuicios que dejaron atrás los policías que aceptaron el llamado del comandante, a pesar de profesar otra religión. Hacer carrera en el servicio implica muchas relaciones de lealtad, compadrazgos, y prestigio. No solo es dar un buen servicio, hay que tener buen discernimiento para leer los tiempos, adaptarse y también proponer. El servicio de policía está cambiando, vienen tiempos nuevos y hay que saberlos leer.
Dentro de las religiones existe un llamado a encontrar en las diferencias la oportunidad de crecer dialogando, el ecumenismo. El C. José Luis Salmerón nunca mencionó una palabra como esa, pero toda su práctica fue de constante diálogo y de tolerancia para con las diferencias. Se enojaba, y daba consejos, pero también se reía y comprendía. Siempre sonreía, a pesar de que no siempre estaba de acuerdo. Un servicio basado en los tiempos que vienen no distingue de religiones, sabe que servir al pueblo asegura el bienestar de las familias de los vecinos, por lo que el servicio de los vecinos asegura el bienestar de la familia propia, y de las nuevas generaciones: cuidamos y nos cuidan.
La despedida
La noche del 29 de noviembre, el Comandante, C. José Luis Salmerón llamó por teléfono a todos los integrantes del cuerpo de policías que faltamos a la ronda. El domingo tres de diciembre festejaríamos con un convivio el cierre de un año de servicio, con muchos retos y mucho crecimiento. El comandante estaba feliz, ese fue el motivo de su llamada. Estaba en la recta final de su servicio, había superado lo más pesado y solo quedaba esperar y celebrar el último mes, el más tranquilo. Esa noche patrulló las calles del pueblo por última vez sonando la sirena, pasó a dejar a cada policía a su casa después de la ronda: “como si se estuviera despidiendo” dicen las voces de las señoras.
La mañana del 30 de noviembre despertamos con la triste noticia. San Jacinto Chilateca había perdido a uno de sus mejores ciudadanos que, en tiempos donde abundan los prejuicios y la intolerancia, nos mostró con hechos que se puede hacer comunidad a pesar de tener diferentes creencias. Honremos su memoria, busquemos la paz.