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Después de Adán

By Comelibros

No hay nada más hermoso que mis caminatas con mi hija en la tarde. Ella trastabilla, pero se agarra de mi mano y camina con confianza, se vuelve a mí y me regala tres mil joules de energía.

Caminamos mientras nuestra perrita nos sigue los pasos y nos avisa puntual, para la cola, como un rifle dispuesto, cuando encuentra algún gato, alguien viene o simplemente olió algo que podría convertirse en un banquete para ella.

El clima por lo regular es benigno, aún en tiempos de lluvia, con un buen impermeable y unas buenas botas, no hay charco que nos detenga. Es nuestro momento, por ahora, no lo sé después, pero en ese caminar de la mano vamos descubriendo o re descubriendo los sentidos en los hallazgos de una caminata, que en otra ocasión sería normal y sin trascendencia, como una hoja en medio de la calle o  cómo ver a mi perra apuntar con su cuerpo rígido la presencia del gato del vecino.

Las conversaciones de las aves canoras suelen ser motivo de largos balbuceos padre-hija. Así vamos por ahí, nunca falta quien nos vea y se acerque a nosotros.

—Qué linda nena.

—Gracias, sonrío, qué más puedo decir yo, cuando ella significa toda la belleza.

—Qué lindas cejas.

—Gracias, la sacó de su mama.

—Hay que lindos ojos.

—Los sacó de sus abuelitas.

—Y qué bonito pelo.

—Y ahí, es cuando me detengo…

Cuánto pelo, me veo, soy un hombre vestido con piel de oso, ¿o de plano soy un oso?

Vuelvo a ver a mi hija y pienso, este pelo viene de mí, pero ese pelo quién hizo el favor de donarmelo en mi caja de ADN.

Darwin me sonríe y me da una palmadita en la espalda, me susurra, dios no tiene bigotes, ni se rasura, es lampiño. Así que los pelos no son herencia mística, entones que me pongo a dar vueltas, me olvido de tan simpática señora y me voy arrastrando una duda, mientras mi hija sigue salpicando en cualquier charco su alegría.

Llego a casa, mi mujer nos espera, mientras abraza a nuestra cría, me sumerjo en la biblioteca de la casa, tratando de sacudirme la pregunta.  Un libro me cae a la cabeza como la manzana de Newton. Es mi querido Jack London, y su libro Antes de Adán.  “Adobándome” la duda que traigo en la frente, me pongo a leer el libro.

Jack, que es más conocido por ese espíritu inquebrantable en la búsqueda de oro en la famosísima fiebre de oro.  Un aventurero nato, que no sólo estuvo buscando el oro, si no las respuestas del rol del hombre y su juego en la naturaleza. Colmillo blanco y el llamado de la selva, nos han ayudado a desentrañar nuestra propia naturaleza en los motivos de las otras especies que se debaten entre la domesticación y el espíritu salvaje. El instinto con el buen uso del tenedor en la mesa.

Jack entonces, se pone a pensar en dónde se dio el giro. En qué momento dejamos la naturaleza salvaje, para entrar al conflicto del hombre.

Adán nos comparte, parte de sus pesadillas, cuando se quedaba en medio de las montañas, aprendiendo a vivir sin tenedores. A comer carne cruda. La fiebre no es sólo síntoma de infección, a veces es una forma de mostrar el dolor del alma del hombre que come sus propias dudas.

En Antes de Adán, un muchacho del siglo veintiuno se convierte en sus sueños nocturnos en Colmillo Largo, un homínido del Pleistoceno, que vive en una sociedad desgarrada por feroces conflictos de convivencia entre unas poblaciones que han alcanzado distintos estadios de evolución. En sus horas de vigilia, el muchacho pone en orden los terribles episodios de su vida primitiva para dar una coherencia “cronológica” a sus experiencias. A partir de aquí, London teje una sugerente teoría sobre la memoria racial.

Colmillo Largo es el eslabón perdido de Darwin. El chango que se aparta de la manada que abre los ojos. La fiebre entonces en el Colmillo Largo no es de dolor, es de soledad. Es el inicio de una especie que se enfrentará y sigue enfrentando  a su soledad.  Jack London nos ofrece una historia febril y desgarradora de un hombre solo buscando la manada, de una especie que se separó del resto.

Espero  que llegue la hora de mi caminata mañana en la tarde, para encontrar a la misma señora y decirle:

—Sí señora, ese pelo lo heredó de Colmillo Largo. Si tiene dudas lea  Antes de Adán, de Jack London.  Si no sabe dónde encontrar el libro escríbame a [email protected] y para leer más reseñas visite comelibroscomelibros.blogspot.com  o mejor le doy una tarjeta.