Hace menos de un mes vi que en otros países comenzaron a convocar para hacer un paro mundial de mujeres. “Parar” significaría que las mujeres interrumpirían su trabajo, estudios, labores domésticas, y además no debían consumir ningún tipo de productos. El hashtag que sumaría la propuesta en redes sociales sería #ParoInternacionaldelasMujeres #YoParo y #NosotrasParamos. La intención de este paro era demostrar que el mundo no giraría igual sin el trabajo de las mujeres.
Al principio imaginé que este 8 de marzo sería un día apocalíptico, porque todas las mujeres pararían. Tuve una especie de visiones al estilo (es un decir) José Saramago, pero con perspectiva de género, en el que muchas, miles de millones de mujeres se juntaban en masas para protestar en las plazas, en las calles, en las empresas, en las iglesias… Luego recuperé un poco el juicio y recordé las últimas convocatorias de mujeres feministas en el mundo y en Oaxaca, y entonces caí en cuenta que “parar” podría no hacerle mucho sentido a todas las mujeres.
Días después de esta convocatoria, me enteré que en Oaxaca se replicaría este movimiento global, y por varias amigas, me mantuve informada de los acuerdos que los colectivos hacían (reuniones a las que no pude ir porque la vida no me alcanza para estar en varios lugares al mismo tiempo). Una vez que me puse al tanto, pensé primero en las complejidades y desafíos que aún se tienen dentro del o los movimientos feministas, y también pensé en que ese día yo no iría a trabajar. Lo que no tenía claro aún era si debía burlar al sistema (o sea ir a “checar” mi entrada, salirme, y regresar más tarde) o desafiar a mi economía (es decir, aguantar el descuento en mi salario por “falta injustificada”), porque, disculpen, pero yo no trabajo en Google ni en algo parecido.
El 7 de marzo me puse de acuerdo con una amiga, la que pocas veces se pierde los eventos de protesta, para llegar juntas al punto de reunión que aparecía en los flyers; con la advertencia de que debíamos llegar temprano para poder enterarme de todo y escribir algo de lo acontecido. De modo que el 8 de marzo a las 8:40 de la mañana pasé por ella sin ninguna inconveniente y con la certeza de que en el “godinato” este hecho se traduciría como “falta injustificada”. Nos enfilamos rumbo al Tule con el playlist de “rolas feministas” (orgullosamente panfletarias).
Llegamos puntuales. Fuimos las segundas primeras. Supimos identificar a las compañeras porque también iban vestidas de morado. Más tarde llegaron unas amigas, y luego otras más, y de pronto ya estábamos todas las que más tarde saldríamos en caravana. Sacamos nuestros plumones de colores, escribimos algunas frases en cartulinas y coreamos consignas con las compañeras de la batucada: “Ante una violación, machete al cabrón…”. Son las que ponen siempre el ambiente, dice una amiga; las más punk, digo yo. Y sí, son las que siempre van y siempre prenden a toda la banda feminista.
Aproveché que aún no salíamos para entrevistar a varias de las asistentes, quería que me dijeran por qué era importante salir a las calles. Una me dijo que sus razones para salir a protestar es que “todavía hace falta mucho para alcanzar los derechos e igualdad entre mujeres y hombres”; otra, que “es importante manifestarse como una manera de alzar la voz e intentar que los otros y las otras nos escuchen”, que “como mujeres hemos sido históricamente discriminadas, porque nos siguen matando, nos siguen acosando, nos siguen violando”, y en ese sentido, “es importante que se den cuenta de lo que estamos viviendo como mujeres”.
Mientras hacía las entrevistas, compañeras de trabajo enviaban mensajes por WhatsApp para decir que las habían reunido para darles unas rosas y una tarjeta que decía: «A ustedes, fuente insustituible de apoyo y calidez para los hombres». No me quise quedar con la emoción contenida y se la mostré a quien más cercana tenía. “¡No mames!”, me dijo mientras se reía.
Continué con las entrevistas, quería preguntar a una de las iniciadoras de las actividades por qué habían decidido que la salida en caravana sería desde el COBAO del Tule. Ella expresó que en 2016 hubo varios incidentes de parte de taxistas contra algunas usuarias: “Ha habido abusos por parte de los taxistas de la ruta Oaxaca-Tule y no queremos dejar de denunciarlo (…), también afuera del COBAO hacen su base los colectivos y las chicas estudiantes reciben muchos acosos. Estamos aquí para que ellas vean que las apoyamos y los colectivos vean que ellas no están solas”, expresó.
El mitin comenzó, y mientras una compañera leía con mucha fuerza y decisión: “Salimos a las calles a recuperarlas porque lo necesitamos, porque nadie lo va hacer por nosotras…”, otras compañeras intentaban con dificultad quemar un taxi de cartón. “Para la otra lo hacemos de cartulina”, comentó alguien.
“Sabemos porque nos siguen desapareciendo, invadiendo nuestros cuerpos cada día, nos matan, nos violan, nos limitan, nos desaparecen, nos chingan por desobedecer al pinche reglamento patriarcal que nos quiere sumisas (…)”, escuchábamos, mientras veíamos cómo se encendía por fin el taxi de cartón.
Después de un rato, llegó el momento de enfilamos, las que encabezarían la caravana serían las Femicletas, un grupo de mujeres que promueven el uso de la bici como herramienta para su autonomía, y luego, las que íbamos en auto. Llegaríamos en aproximadamente una hora y media al siguiente punto de reunión, para después hacer la marcha rumbo a la UABJO y protestar por el caso de Arturo Ruiz López, un profesor señalado como violador. Más tarde partiríamos de la UABJO al parque del amor, la siguiente parada donde finalizaría la ruta de la protesta con actividades culturales. Un camino largo nos esperaba.
No paramos todas, pero ya somos más que antes
No todas paramos. Algunas ni se enteraron, algunas no pudieron, algunas no quisieron, algunas nos tienen miedo, y algunas aprovecharon el día para meter el tema en sus espacios laborales. Pero esta es la historia del feminismo como movimiento. “Ya estamos acostumbradas” dice una amiga. A veces funcionan nuestras estrategias y a veces no, pienso. Y también de eso hemos aprendido, porque sabemos observar, discutir y replantear, porque somos necias, porque somos creativas, porque ya nos dimos cuenta que cada vez somos más, y no nos vamos a callar.