El fotoperiodista exhibe en el CaSa Revelar otras historias de Oaxaca
Foto: Carmen Pacheco
He sido muy inquieto, nunca pensé en hacer una exposición, solo iba por el registro porque conforme va pasando el tiempo se van modificando las tradiciones, las costumbres. Las personas migran, las nuevas generaciones se van, aprenden nuevas cosas que luego traen a sus comunidades. Antes todo era más puro, dice el fotoperiodista Félix Reyes, quien muestra este transcurrir del tiempo en Revelar otras historias de Oaxaca.
Félix Reyes (Santiago Minas, Sola de Vega, 1964) asegura que es fotógrafo por necesidad. “No estudié fotografía, ni fui a la universidad. Soy empírico, aprendí a mentadas de madre de un fotógrafo de Veracruz: Alfredo Rodríguez, era mi padrastro. Fue muy duro el aprendizaje”, confiesa.
Reyes se acomoda en el sillón de su casa en Santa Cruz Xoxocotlán para compartir esa experiencia que con el tiempo trascendió y le permitió realizar un archivo histórico donde muestra las injusticias, las tragedias, los conflictos y las formas de resistencia de algunos pueblos de Oaxaca. «Todas esas realidades que también forman parte de nuestra historia presente y común», apunta el curador de la muestra, Abraham Ortiz Nahón.
Tenía 17 años cuando logró por primera vez hacer una foto. Fue a finales de los años 70. En esa ocasión me acabé tres rollos de 36, pero a cambio obtuve una “buena” foto, cuenta.
Félix reconoce que no fue fácil pues venía de un pueblo, no sabía nada de cámaras y aunado a eso recibía un mal trato de su padrastro, quien nunca le enseñó.
Él solo me decía: ve a tomar fotos pinche oaxaco. De perico perro no vas a salir. Un día me harté. Aprendí a leer la luz y mi cerebro comenzó a guardar información.
El fotoperiodista recuerda que en ese tiempo las cámaras no tenían exposímetro para medir la luz, lo cual lo obligaba a poner atención a su entorno, “hasta que un día le atiné a la distancia focal del sujeto a la cámara”.
A los 20 años se fue al norte del país, conoció Sinaloa, Sonora y Baja California Sur; iba con su padrastro ofreciendo sus servicios, luego decidió superar ese trabajo. Regresó a Oaxaca en 1984 y se refugió con su abuela. Con el dinero de sus trabajos compró una cámara, que, por cierto, nunca estrenó.
“Me quitó mi cámara, me dijo, tu no tienes derecho a estrenarla cabrón. ¡Chíngatela!, le dije. Lloré, me fui de la casa de mi madre”. Reyes solo volvió cuando su madre estaba a punto de morir.
En 1984 comenzó a trabajar como fotoperiodista en El Informador, también “por necesidad”. Ahí ofrecían seguro médico, aunque para su sorpresa ─recuerda ─ se lo dieron casi hasta que el diario estaba a punto de cerrar.
Con el tiempo, Félix Reyes incursionó en medios como El Informador, Rotativo, El Extra, El Imparcial, El Oaxaqueño, entre otros. De ese periodo recuperó algunas imágenes para la muestra que exhibe en el Centro de las Artes San Agustín, bajo la curaduría del investigador Abraham Nahón.
Ambos se conocieron en el 2006 y volvieron a coincidir hace más de un año para hablar de un proyecto de Nahón. Hurgaron en su archivo con la idea de encontrar lo que dejara constancia del fotoperiodismo en el estado. Aunque se hace diariamente, no está documentado de manera formal, mucho menos de manera museográfica.
Reyes recorrió los pueblos de Oaxaca fotografiando a la gente con mucho respeto a su dignidad. El fotógrafo considera que en el mundo globalizado siempre está mirando con compasión y desdén a los pueblos indígenas. Sin embargo, él procura practicar el respeto, “por la simple y sencilla razón de que yo también viví en un pueblo y ahí mi abuela me enseñó a respetar”.
“Ellos dicen pobrecitos, pobre pueblo, pobre niño, cuando en nuestro ser no sentimos esa pobreza. No nos vemos pobres, pero un sistema de gobierno, del color que sea, te etiqueta: pobre porque es sinónimo de dinero”. Dinero que por cierto ─dice─ jamás llega a las comunidades.
Anduve sin huaraches, llovía, tronaba, andaba con sombrero, pero jamás me sentí pobre y nunca me sentí el último del planeta”, cuenta Solteco Reyes, como le llaman sus colegas.
Félix hace énfasis en la confianza que el fotógrafo debe conseguir, “si alguien dice no, hay que respetar y buscar otra alternativa para ganarse la confianza”, apunta.
Cuenta que en las comunidades lo primero que te dan es mezcal, pulque, o cualquier otra bebida; te invitan a comer frijoles, tortillas; si no aceptas puede significar una ofensa, un desprecio, por eso te tienes que adaptar, comer frijoles así sea en el suelo.
En contra parte, expone que hay una inercia causada por la globalización. Muchos fotógrafos jóvenes ya no caminan, ya no salen a comunidades, porque están pensando en quién sube primero la foto al planeta (a la web), aunque después la quiten para corregir.
“Están enfocados en ver quién toma las fotos primero, en la inmediatez, en lo que puede generarles recursos. Estamos pensando en el dinero y no en hacer un registro para el futuro”
Sobre las empresas piensa que no hay preocupación por buscar material, no quieren calidad, lo resuelven con las agencias.“Los medios de comunicación no cumplen una función como tal en la sociedad, porque son empresas y cuando trastocan sus intereses o los del gobierno, simplemente las censuran, esas imágenes se van quedando…”
Reyes reunió el archivo que hoy es un documento histórico, ahí tiene registro de protestas festivas, la teatralización en las manifestaciones, las ofrendas políticas, las muertes y féretros en procesiones perpetuas, los movimientos sociales, el surgimiento de grupos guerrilleros, las matanzas y la violencia política que asola las regiones indígenas. También los desastres naturales y sociales.
A decir de Nahón, las imágenes e historias se van enlazando y muestran nuestras paradójicas y contradictorias realidades. En el trabajo de Reyes se desmitifica ese Oaxaca idílico e idealizado, asumiendo que pensarnos desde nuestras imágenes es también asumir que la historia no está concluida y puede cambiar su ruta y el desenlace.
La muestra se exhibe hasta el 25 de noviembre, de 9 a 20 horas. La entrada es libre.