Texto: Rocío Flores/Fotografía Ari Rojas
La memoria es como un vaso de contención de nuestras experiencias. Gracias a ella somos quienes somos, aprendemos y cambiamos. Para el escritor argentino Hernán Ronsino, la memoria también es un canal de interrogación donde podemos cuestionar y pensar críticamente el pasado, reformularlo y reinventarlo todo el tiempo.
“Si hay hechos que ocurrieron, inevitablemente hay que procesarlos, y creo que el camino de la justicia es una posibilidad para cicatrizar el dolor y avanzar sin olvidar», comenta el sociólogo y escritor, durante una entrevista realizada en la ciudad de Oaxaca, a propósito de la presentación de su cuarta novela, Cameron, publicada por la editorial Almadía.
El autor ve en la memoria y la literatura una posibilidad de no naturalizar la violencia, de no dejar la experiencia como algo dado, y que pasó, sino que la trae, la piensa, nos da la oportunidad de procesarla, reinventarla y hasta ocupar otro lugar, incluso el lugar del otro, como un actor.
La literatura 一cuenta Ronsino一 permite ocupar el lugar de otro, pero en otro cuerpo, son sus sentimientos, su historia. El desafío es construir personajes increíbles de manera verosímil. “Volverlo creíble es lo más divertido para mí”, compartió el escritor en la charla
De algún modo, es lo que hace en su reciente libro. A través de sus personajes, sus historias y los detalles, va recuperando y proponiendo visualmente acontecimientos de ese pasado que asoló Argentina durante la dictadura militar (1976-1983), y al mismo tiempo construyendo (se) una historia distinta.
Aunque no es cercano al protagonista de la historia, pues optó por narrar con la voz de un viejo involucrado hasta el tuétano en la violencia política de su país, además las referencias no son históricas, ni concretas, más bien «manipuladas» , su interés es generar que esa memoria tenga un impacto de interrogación, pero de manera distinta al de la sociología.
En esa labor, la poesía es fundamental para el escritor. Que el texto tenga un efecto poético es para él una tarea hasta cierto punto artesanal, aunque aparentemente invisible. Corregir, tachar y encontrar el ritmo es parte de su trabajo con las palabras.
Todo el tiempo leo el texto, a veces lo grabo para escucharlo como si fuera ajeno. Persigo eso como destino”
El autor de La descomposición, Glaxo, Lumbre, y ahora Cameron, considera que un texto tiene que estar combinándose entre una historia o una anécdota envuelta por un trabajo del lenguaje, un movimiento, un sonido, y en el fondo, un eco político.
Hernán Ronsino también persigue cambios en términos absolutamente personales. Evidencia una búsqueda de otras maneras de trabajar y de mayor libertad. Esta cuarta novela no fue escrita en su pueblo Chivilcoy, como las anteriores sino en Suiza, en un contexto diferente, un tiempo breve de dos meses, con más lugar para la improvisación, sus temas son distintos, y además rompe con la geografía y la repetición de personajes.
Hay un cambio, admite. «No me motivaban ya los otros temas. Había una necesidad de buscar otros desafíos. Fueron quince años en donde la invención pasaba por el pueblo (en Buenos Aires) y eso se agotó. ¡Lo sentís en el cuerpo!
Encontré en esta historia algo que me sacudía. Cameron removió algunas estructuras personales y literarias que venían conformándose. Me gustó la sensación de renovación», confiesa.