Texto:Rocío Flores
“Estamos aquí con el daño a cuestas porque sabemos que nuestros cuerpos pueden ser destazados y arrojados como desechos en cualquier momento, en cualquier lugar y por cualquier hombre y con muy pocas probabilidades de obtener justicia por el Estado impune que tolera y fortalece el machismo”
La marcha de las oaxaqueñas que se sumaron a la indignación por el asesinato de Ingrid, ocurrido el 9 de febrero, y por la exposición de su cuerpo en la prensa de la Ciudad de México, terminó con esas palabras. A un lado de la Fiscalía Especializada en Delitos por Razón de Género, fuego en la puerta, vidrios rotos, pintura roja simulando la sangre de una veintena de mujeres asesinadas en lo que va del 2020 en Oaxaca.
La rabia por la crisis de feminicidios en Oaxaca y en México se reflejó en las paredes, en los gritos, en los brazos de jóvenes mujeres que treparon ventanas para romper los vidrios de inmuebles en tres puntos específicos: la Casa Oficial del gobernador del estado, Alejandro Murat Hinojosa, la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y el Centro de Educación Artística Miguel Cabrera (Cedart), donde algunas con las lágrimas rodando sobre los pasamontañas o los trapos que cubrían su rostro denunciaron las violencias de las que fueron víctimas.
En el Día Cívico de la Mujer Mexicana —que se instauró desde 1960 para reconocer los aportes de las mujeres y recordar a la sociedad sobre las desigualdades existentes— en Oaxaca las mujeres marcharon solo por exigir su derecho a la vida.
Frente a la Casa Oficial denunciaron la impunidad en todos los casos, como el de María del Sol, la joven fotoperiodista asesinada durante una campaña electoral, el de María Elena, la saxofonista atacada con ácido presuntamente por el exdiputado priista Juan V.C y el caso de una joven que recibió de su expareja nueve puñaladas que casi le cuestan la vida, mientras que el juez Alejandro Pacheco Concha decidió liberar al agresor al reclasificar el delito y considerar que “el atacante no tenía intención de matarla”.
También denunciaron al maestro Alejandro del Centro de Iniciación Musical de Oaxaca (CIMO) de quien dijeron abusó de una estudiante durante sus clases de piano y gritaron consignas aludiendo a la ineficacia del fiscal del estado Rubén Vasconcelos Méndez.
“¡Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, esto no es un fiscal, es un macho burgués!”, coreaban después, mientras avanzaban rumbo a la Fiscalía Especializada en Delitos por Razón de Género, ubicada en el Centro de la ciudad.
“¡Al turismo de Murat que sepa que este es un estado impune, un estado feminicida!”, gritaban, ante la mirada de turistas extranjeros que intentaron fotografiarlas.
Frente el Cedart, a una cuadra de la Fiscalía, denunciaron la complicidad e impunidad de las autoridades de la institución frente a los casos de abusos sexuales reportados por la estudiantes.
La impotencia por los asesinatos se manifestó en sus gritos y la fuerza por asirse a la vida en su pronunciamiento de cierre, frente al fuego ondeando a las puertas de una institución que, dijeron, nada ha hecho por ellas.
“No nos cansaremos de venir a exigir que hagan bien su trabajo, estamos hartas de la incapacidad, simulación y desfachatez con la que actúan”
“Hoy, quienes estamos aquí, mujeres diversas, feministas y no feministas venimos a honrar el nombre de Ingrid y el de todas las mujeres que han sido silenciadas con un feminicidio. ¡Estamos hartas! ¡Estamos hartas! Deseamos sentirnos sin miedo, deseamos sentirnos seguras de que un hombre no nos matará mientras caminamos por las calles. Por Ingrid, por las que ya no están, por las que vienen caminando, por la vida y la libertad de las mujeres, ¡alto a los feminicidios, justicia a las víctimas!”.
Unas mujeres reclamaban mientras otras prendían fuego y rompían cristales en silencio, evidenciando el coraje por las violencias, que ahora suma 402 mujeres asesinadas en esta administración, según datos de organizaciones civiles.