“Ella lo provocó”, “Fue con su consentimiento”, “Pero si bien que le gustó”, “Ya está grandecita” son algunas de las respuestas que las autoridades dan a las familias y víctimas que acuden a denunciar una violación sexual. “Al rato regresa”, “Para qué la andan regañando”, “Se fue con el novio” son señalamientos a las familias en busca de una joven, niña o mujer desaparecida. “Ella se lo buscó”, “Cómo habrá ido vestida”, “Eso le pasó por haber estado fuera a esas horas de la noche”, “Era depresiva”, “Se suicidó” son respuestas constantes cuando una mujer es víctima de feminicidio.
La reproducción de prejuicios y estereotipos de género que desde las autoridades responsabilizan a las mujeres de su propia muerte no se queda sólo en los oficinas gubernamentales, sino que -con o sin dimensionar el impacto negativo que se tiene en el imaginario colectivo- se propaga y difunde también en los medios de comunicación.
La violencia feminicida impacta a mujeres de todas las edades y se refiere a todo acto de violencia física y/o psicológica contra las mujeres que vulnere y atente contra su vida e integridad. Si bien el feminicidio es la máxima expresión de la violencia en su contra, existen otras formas que las impactan negativamente en las calles, quirófanos o en la propia normativa que muchas veces restringe y obstaculiza la garantía de su derecho a una vida libre de violencia.
Es por ello que es importante visibilizar que, además de que las mujeres en México están siendo asesinadas, aún no siéndolo se enfrentan a un contexto que violenta su propia existencia.
En el caso del feminicidio, además de enfrentar el dolor de perder de manera irreparable a una hija o una madre, las familias se enfrentan a autoridades insensibles y a un aparato burocrático que juzga sin perspectiva de género, que reproduce estereotipos misóginos, cosifica a las víctimas, las estigmatiza, emite juicios de valor, prejuicios, revictimiza a las mujeres asesinadas y obstaculiza el camino hacia la búsqueda de justicia.
Por si no fuera suficiente la exigencia del conocimiento de la verdad y la sanción a la persona o personas responsables, las familias y las organizaciones tienen que ocupar su energía y esfuerzo en limpiar el nombre de las víctimas, luego de descalificaciones que atentan contra su dignidad y la de sus familias y que reducen los hechos a un número, un porcentaje y no al proyecto de vida que ha sido truncado.
Las familias -particularmente las abuelas- se hacen cargo de las hijas e hijos de las mujeres víctimas de feminicidio, enfrentándose incluso a los agresores de sus hijas, teniendo que pelear por la guardia y custodia de quienes fueron testigos del asesinato de su madre.
Este peregrinar poco se vé reflejado en los medios. No se visibiliza todo lo que las familias enfrentan -al mismo tiempo que buscan continuar con su vida- pero ahora sin la presencia de las víctimas. Mucho menos se visibilizan las secuelas en su salud en su estado emocional, en su economía o lo que pasa con las niñas, niños, y la ausencia del Estado para reparar el daño causado.
Todos estos impactos negativos convierten al feminicidio en un problema social que trunca el desarrollo de sociedades más justas e igualitarias, por lo que es necesario que autoridades, ciudadanía, academia, periodistas, medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil asuman las acciones que les correspondan, a fin de contribuir a la disminución y erradicación del feminicidio que sin duda alguna, rompe y destruye nuestro tejido social.
Retos para la visibilización de los feminicidios
En el caso de los medios de comunicación es importante que se reconozca su papel fundamental y el “megáfono” que representan en la visibilización de este problema, que de acuerdo a cifras oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) -en promedio- cada día acaba con la vida de 10 mujeres.
Sabedores o no, con el tratamiento de la información los medios de comunicación y periodistas inciden de manera directa en posturas que pudieran derivar en la revictimización y estigmatización de las víctimas y sus familias, contribuyendo a la justificación de los hechos y la protección de los feminicidas, ponderando incluso la palabra de los hombres frente a la de las mujeres, que ya no están aquí para defenderse.
De inicio es fundamental que el feminicidio se visibilice como una violación grave a los derechos de las mujeres, y el delito mediante el cual, mujeres, niñas y adolescentes son asesinadas por razones de género.
El feminicidio puede identificarse como tal, cuando se presente uno o más de estos supuestos:
I. La víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo.
II.El cuerpo de la víctima presente lesiones infamantes o degradantes, heridas en zonas vitales, traumatismos, estrangulamiento, cortes, puñaladas, contusiones, fracturas, dislocaciones, quemaduras, escoriaciones o mutilaciones (previas o posteriores a la privación de la vida).
III. Existan antecedentes de violencia: amenazas, acoso, lesiones del agresor/es contra la víctima.
IV. Exista o haya existido entre el agresor y la víctima una relación sentimental, afectiva, de parentesco por consanguinidad o unidad, de matrimonio, concubinato, sociedad de convivencia, noviazgo, o cualquier otra relación de hecho o amistad.
V. Exista o haya existido entre el agresor y la víctima una relación laboral, docente, o cualquier otro que implique confianza, subordinación o superioridad.
VI. La víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo y la forma, previo a la privación de la vida.
VII. El cuerpo de la víctima sea expuesto, arrojado o depositado en un lugar público.
VIII. Cuando la víctima se haya encontrado en un estado de indefensión (Embarazada, drogada, alcoholizada, etcétera).
Al identificar una o más razones de género, es importante nombrar e investigar al delito de feminicidio de esa manera, y no como homicidio doloso, homicidio culposo y mucho menos como suicidio.
Hallazgos, patrones y recomendaciones: hacia la construcción de una comunicación con perspectiva de género
1. Titulares
Desde los titulares -que son la primer información que influye en quienes leen la nota- damos cuenta de la faranduralización de los feminicidios y del morbo que impera, siendo el titular lo que forma una primera valoración y criterio en las y los lectores.
“Tenemos que vender”, “Yo pongo un título, pero los editores me lo cambian” son algunas de las respuestas de periodistas cuando tocamos ese punto.
Si bien existe una conciencia de lo que significa hacer periodismo en esta época, también es cierto que el tratamiento adecuado de la información puede contribuir a erradicar la discriminación, el machismo, el sexismo y fomentar las construcción de nuevas sociedades; por ello es importante incorporar la perspectiva de género en nuestros textos, pensar y repensar qué y cómo transmitimos la información.
2. Invisibilización del delito de feminicidio
Otro ejemplo en los mismos titulares es que no queda claro que se habla de un feminicidio o de un acto de violencia por razones de género que derivó en el asesinato de una mujer. El uso de las frases: “Encuentran a mujer muerta”, “Localizan a mujer sin vida”, “Hallan cuerpo”, “Hallan cadáver” entre otras, invisibilizan el delito de feminicidio.
En el cuerpo de la nota, a pesar de que la información debería centrarse en la víctima de feminicidio, muchas veces ni siquiera es nombrada; tampoco es referido de quién se trataba, a qué se dedicaba, es decir, el proyecto de vida arrebatado.
La información se centra en la forma en la que encontraron su cuerpo, en la reproducción de estereotipos de género, o se le da más peso a la información sobre el agresor, tratando incluso de justificar su actuar.
Eso es preocupante, pues existen procesos a monitorearse y datos que pueden recabarse, ya que lamentablemente la falta de debida diligencia es una constante por parte de las autoridades y se traduce en la pérdida de evidencias, fabricación de hipótesis falsas, especulación, la falta de aplicación de los protocolos de feminicidio, entre otras acciones que impiden la vinculación a proceso y la sanción a los responsables.
3. Desvío de la información y estigmatización
Otra práctica identificada es el desvío de la información, colocando mayor peso y cuestionamiento al modo de vida de la víctima estigmatizándolas como: “mujeres de la vida alegre”, “alcohólicas”, “sexo servidoras”, “malas madres”, “celosas”, “indigentes”, “drogadictas”, “depresivas”, “enfermas”, “víctimas del estrés”, etc. A ello se suma la criminalización en su contra, vinculándolas con el crimen organizado, “crímenes pasionales”.
En 2018, el entonces Fiscal General del Estado de Guerrero, Xavier Olea Peláez, argumentó “que las mujeres están participando de una o de otra manera en el crimen organizado”, lo que desvía la atención de los hechos. Lo más preocupante es que esos argumentos son utilizados para no investigar los casos como feminicidio y se refieren al contenido como nota roja, generando farandulización o especularización en los casos.
En lugar de centrar la información en los hechos ocurridos, en las víctimas, en la búsqueda de justicia para la familia o en proporcionar información que fomente la prevención o dimensionar al feminicidio como un problema social, se da prioridad a detalles innecesarios, datos exagerados y/o a hacer conjeturas sobre aspectos no conocidos, lo que contribuye a que de forma explícita o implícita se continúe reproduciendo la violencia contra las víctimas y sus familias.
4. Reserva de identidad e información
Si bien es de suma importancia referir a quienes cometen el delito para que quede explícito que las mujeres no “mueren” -sino que el feminicidio fue perpetrado por alguien- no necesariamente tiene que ser nombrando al agresor/a, ya que de acuerdo a los Artículos 15, 106 y 113 del Código Nacional de Procedimientos Penales no debe darse a conocer información de las personas implicadas en el proceso judicial, el imputado NO debe ser exhibido ante los medios de comunicación y debe de haber el resguardo de datos personales de los presuntos responsables de feminicidio.
De acuerdo a la entonces Procuraduría General de la República (PGR), para preservar el derecho de reserva de identidad de las personas detenidas o sujetas a investigación no debe publicarse su información personal, de manera particular, deberán omitirse sus apellidos y, en todo caso sustituirlos con una “N”.
Los datos personales y sensibles de las víctimas indirectas también deben ser resguardados, para no colocarles en riesgo y evitar revictimizarlas violentando su dignidad y vida privada.
5. Basurización del cuerpo de las mujeres, fotografías e imágenes
De acuerdo al Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), “todas las expresiones de extrema violencia y crueldad vinculadas a las formas en cómo se encuentran los cuerpos de las mujeres, manifiesta el poco valor que se le da a la vida de las mujeres, pues cada vez más se les encuentra en bolsas, costales, alcantarillas, terrenos baldíos, etc., por lo que existe una basurización simbólica que en envía el mensaje de que los cuerpos de las mujeres no tienen valor”.
La publicación de imágenes de las víctimas de feminicidio es un tratamiento irrespetuoso no sólo para ellas, sino para sus familias. Reproducen una cultura de violencia contra las mujeres, naturaliza y justifica este tipo de violencia.
6. Reducción del feminicidio al ámbito familiar
Otra de las prácticas recurrentes de algunos medios de comunicación es reducir el feminicidio al ámbito familiar, como si sólo se diera por parte de la pareja o alguien conocido, invisibilizando la existencia de otros actores, incluyendo grupos criminales, que atentan contra la vida de las mujeres.
De acuerdo al Diagnóstico “Implementación del tipo penal del feminicidio en México: Desafíos para acreditar las razones de género 2014-2017 del OCNF, en dicho periodo sólo el 30 % de las mujeres asesinadas fueron encontradas en su casa habitación, lo que evidencia la participación de otros perpetradores.
Otro dato relevante es que las mujeres víctimas de feminicidio en ese mismo periodo se encontraban en edad reproductiva, es decir, entre los 21 a 30 años de edad, lo que nos da indicios de que las mujeres fueron asesinadas mientras se trasladaban a sus universidades, centros de trabajo, etc. Esto obliga también a que los hechos no se difundan como situaciones aisladas sino que se visibilicen los contextos criminales y que se vincule al feminicidio con otros delitos como: la trata de personas, la desaparición e incluso las adopciones ilegales.
7. Invisibilización de las omisiones y actuar de las autoridades
Al desviar el foco de interés, muchas veces lo medios de comunicación proporcionan datos insuficientes y no hacen uso de su voz o espacio para interpelar a las autoridades correspondientes; no se visibilizan sus omisiones o la necesitas de su actuar para garantizar el acceso a la justicia. Tampoco se utiliza la jurisprudencia en la materia, sentencias nacionales o internacionales como la sentencia del caso de Mariana Lima Buendía, joven víctima de feminicidio en 2010 en el Estado de México, a manos de su esposo, quien en aquel entonces fungía como Policía Ministerial del estado.
En 2015, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) a través de la sentencia que lleva el nombre de la joven, definió que: “toda muerte violenta de mujeres tiene que ser investigada de inicio como feminicidio”. La proporción de esta información permitiría entender el nivel de la problemática, argumentar la importancia de por qué tienen que ser investigados como tal y hacer un llamado a la reflexión y acción por parte de la sociedad en general.
Ello puede ser fortalecido con la voz de familiares de las víctimas, organizaciones de la sociedad civil que acompañan los casos, academia, personas expertas en la materia, estadísticas oficiales, entre otras fuentes.
8. Falta de seguimiento a los casos
Si bien la mayoría del foco de atención se da cuando suceden los hechos, es importante dar seguimiento a los casos no solo por parte de las organizaciones; los medios de comunicación podrían también jugar un papel fundamental, sobre todo cuando existe un índice alto de impunidad.
En 2018, en el marco de la novena evaluación de México ante el Comité de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), el Estado Mexicano informó a las expertas que de 2013 a 2016 se emitieron solo 335 sentencias de feminicidio. En ese mismo periodo fueron abiertas 2 mil 157 carpetas de investigación o averiguaciones previas por feminicidio. El número de personas procesadas por dicho delito se redujo a mil 207, es decir alrededor del 56% pero solo reportaron 335 sentencias, es decir un porcentaje mínimo.
Legislación y estándares nacionales e internacionales para erradicar la violencia contra las mujeres en los medios de comunicación
El Artículo 38, fracción VIII de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia establece que el Programa Integral para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres es el responsable de:
“Vigilar que los medios de comunicación no fomenten la violencia contra las mujeres y que favorezcan la erradicación de todos los tipos de violencia, para fortalecer el respeto a los derechos humanos y la dignidad de las mujeres”.
La misma ley, en el Artículo 41, fracción XVIII establece que son facultades y obligaciones de la Federación:
“Vigilar que los medios de comunicación no promuevan imágenes estereotipadas de mujeres y hombres, y eliminen patrones de conducta generadores de violencia”.
Y el artículo 42, fracción X, establece su obligación de:
“Vigilar y promover directrices para que los medios de comunicación favorezcan la erradicación de todos los tipos de violencia y se fortalezca la dignidad y el respeto hacia las mujeres”.
A nivel internacional, luego de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer realizada en Beijing en septiembre de 1995, el tema de “Las mujeres y los medios de difusión” fue de preocupación, incorporándose las reflexiones y recomendaciones en el apartado J de la Plataforma de Acción de Beijing. Desde ese entonces, se advirtió de la persistencia de los estereotipos basados en el género, por lo que se recomendó:
Se abstengan de presentar a las mujeres como seres inferiores y explotarlas como objetos sexuales o bienes de consumo.
Fomenten la capacitación a profesionales de los medios, incluidos los propietarios y administradores, con el fin de favorecer la creación y utilización de imágenes no estereotipadas y equilibradas de las mujeres.
Establecer códigos de conducta respecto de los materiales con contenido violento o degradante sobre las mujeres, entre otras medidas.
Punto final a la naturalización de la violencia en los medios de comunicación
Vivir con temor no es normal, tampoco lo es naturalizar la violencia en los medios de comunicación o visibilizarla sin poner en el centro a las víctimas de esta violencia y sin cuestionar su agudización. Frente al contexto que enfrentamos, es impostergable incorporar la perspectiva de género, intercultural y de derechos humanos, y poner un alto a la reproducción de información, sexista, machista y misógina, sobre todo cuando las mujeres continúan siendo asesinadas de las formas más brutales. Sin duda el aporte de los medios de comunicación en las formas y contenidos, hará una diferencia no sólo en la visibilización del problema sino en la reconstrucción de un tejido social cuya fractura se ensancha cada vez más.
* Atziri Ávila @AtzirieAvila/ Comunicóloga Social y Defensora de los Derechos Humanos. Integrante del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (@OCNF) y del Consejo Consultivo del Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de los Derechos Humanos y Periodistas de la Secretaría de Gobernación.
2 Comentario
Dunia
Hola! Podrían decirme quién diseñó la ilustración?
oaxacamedia
La tomamos de Internet. Lamentablemente no tenía el crédito. Si sabes de la autora o autor, agradeceríamos la información.
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