¿No es una gran contradicción tener gobernador en un suelo donde el 80 por ciento de la población decide su vida en Asamblea?
Decíamos que el aparato gubernamental, eleva gastos suplantando a un grueso operativo municipal. El que es inutilizado y por encima hace todavía más ineficiente su labor, al tener que enfrentarse a un operativo aparato gubernamental que hace más difícil el desarrollo además de encarecerlo.
Decíamos también que la representación popular podría reorientar su actividad. Sí. Porque resulta que la mayoría de diputados se ven comprometidos o se sienten en la posibilidad de gestionar obras para sus electores, obras que en el pasado incluso se convertían en mecanismos de enriquecimiento personal.
Este papel, es definitivamente un elemento a extirpar, incluso en el imaginario de las municipalidades, en donde ven a un diputado no como legislador, sino como gestor con influencia.
Un representante popular debe ser correa de trasmisión de las necesidades de su región, para legislar la manera más apropiada de resolver los problemas que por las leyes se hacen imposibles de resolver.
Sí, y les vamos a decir porqué estas leyes se convierten en un obstáculo más que un camino que recorrer. Simplemente porque la vida comunitaria no se legisla. Porque la vida es de todos, y todos tienen una diversa manera de interpretarla.
De ahí la fortaleza de la Asamblea. Porque, una cosa es el acuerdo temporal de un determinado conjunto de población, y otra cosa es una ley, que es escrita e intemporal.
Legislar en todo caso es encontrar la forma más adecuada de respetar los acuerdos asamblearios, y no definir argumentos para establecer en abstracto lo que es bueno o malo para la sociedad oaxaqueña.
Legislar para hacer respetar acuerdos asamblearios, es quizás reconocer que un Gobernador sale sobrando, si la sociedad se puede gobernar comunalitariamente así misma.