César Rito Salinas
Nacho Ortiz preguntó, ¿de qué color es el mezcal? Torrentera, inspirado, dijo: los mezcales serán como aquel recuerdo de nuestro primer amor, gratos e incoloros. No habrá mejor definición que aquella que surge en la conversación con los amigos. ¿De qué color es el mezcal? Del color de la tarde que anuncia el aguacero en los Valles Centrales de Oaxaca. ¿De qué color es el mezcal?, pregunta de difícil respuesta. El tiempo nublado pone cavilosos a los hombres. Hay una cosa cierta: con tres mezcales el mal fario se aleja. La fórmula la escribió el maestro Eusebio Ruvalcaba sobre las alas de una libélula: ni menos de tres ni más de cinco. ¿De qué color es el mezcal? Tarde de mezcales, el agua que cae de los cielos trae la bendición que recibimos en la infancia.
¿Qué olor tiene el mezcal?
Antes de llegar a Matatlán pasamos a Tlacolula; el cielo barruntaba tormenta, Renato habló de las clases del profesor Markens, de los textos de López Austin y López Luján, el monte sagrado. Desde la fundación de los pueblos la gente asume que el dueño de las cosas, el señor Cocijo, entrega los frutos de la tierra. En el mercado de Tlacolula recibimos empanadas de amarillo, llegaron entre las voces, como el milagro que ampara a los necesitados. Al terminar, en la calle, percibimos el lento olor a copal. Hablamos del fervor que aún le guarda nuestra gente a Cocijo, de los fieles que acuden en catedral a la capilla del Señor del Rayo. Algo se dijo de la greca escalonada. La conversación giró entre fervores. Hacía sed ¿Qué olor tiene el mezcal? ¿Alguien lo podría decir? Sobre el asfalto corrían las imágenes, escuchamos un trueno, pudimos ver al relámpago que caía como una gran serpiente de fuego derrotada. Los cerros se oscurecieron a la distancia, Félix dijo que el primer trago de mezcal lo merecía la tierra, en Matatlán.