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Más allá de lo rosa y lo azul, un arcoíris

Omar Páramo

David Díaz estudia en la Facultad de Química de la UNAM y es una persona no binarie (así, con e al final), es decir, alguien que no se identifica con la dualidad hombre-mujer; sin embargo, aunque forma parte de la comunidad sexodiversa, él mismo llegó a sentirse confundido cuando el colectivo LGBTI comenzó a añadirle letras al acrónimo.

“Al iniciarme en el activismo le pregunté a una amistad mía, ¿cómo puede haber tantas identidades?, y lo entendí cuando me respondió: una identidad es propia, es casi como tu huella digital y, por ende, no la tiene nadie más ni se repite. Si comenzamos a agregar personas a nuestro colectivo no debería sorprendernos que quienes lleguen sean diferentes. A fin de cuentas de eso se trata la diversidad.”

Para englobarlos a todos se ha optado por colocar un signo de + al final de las siglas LGBTI, algo que en opinión de la experta en neurociencia Lucía Ciccia, además de evidenciar las múltiples subjetividades que hay en lo humano, sirve para echar por tierra argumentos como el de que la diversidad sexual es un fenómeno reciente o, en su defecto, algo practicado por los antiguos griegos, pero que desconocíamos en América antes del desembarco de Cristóbal Colón.

“Hay una antropóloga muxhe, Amaranta Gómez Regalado, que plantea que el signo + debe ir antes del LGBTI porque los conceptos lesbiana o gay vienen de Occidente y en nuestras culturas ha habido diversidad sexual desde antes de la Conquista, aunque muchos quieran creer lo contrario.”

Y como muestra de ello tenemos la primera carta de relación de Hernán Cortés (fechada en julio de 1519) donde puede leerse: “Porque aún allende de que arriba hemos hecho relación a vuestras majestades de los niños y hombres y mujeres que matan y ofrecen en sus sacrificios, hemos sabido y sido informados de cierto que todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado”. Y no sólo eso, también se sabe que Tangáxoan Tzintzicha II, el último emperador purépecha, fue ejecutado por los españoles el 14 de febrero de 1530, como castigo –entre otras acusaciones– por tener un séquito de jóvenes y practicar la sodomía.

Desde antes de la Colonia, los pueblos originarios de México han abordado la diversidad de diferentes formas, pues si bien se sabe que algunos tenían legislaciones contra las sexualidades no hegemónicas, como los mexicas, los tarascos y zapotecos eran mucho más tolerantes.

De hecho fueron estos últimos quienes acuñaron la palabra muxhe para referirse a aquellos individuos que viven una identidad de género que difiere de sus características biológicas o, como explica la propia Amaranta Gómez Regalado, “que poseen una identidad que se construye en un cuerpo masculino, pero con un espíritu femenino”.

Como se puede ver, la diversidad sexual ha estado con nosotros desde siempre y para David es importante visibilizarla, y aunque no es proclive a etiquetar a las personas, en este caso considera que usar letras ayuda a mostrar que cada humano es diferente. “Esto es una manera de enunciar las cosas y siempre he creído que lo que no se nombra, no existe. Si de por sí estamos invisibilizados, si no nos mencionamos a nosotros mismos, ¿cómo vamos a ganarnos un lugar en la sociedad?”.

Las etiquetas son prescriptivas, no descriptivas, añade David, quien ahora dice entender por qué el acrónimo LGTBI tiende a ser cada vez más extenso. “¿Que si me molesta usar un signo de + al final del acrónimo, ¡para nada!, el asunto aquí no es dividir, sino ir sumando”.

Fragmento del reportaje: La diversidad sexual cuestiona dogmas