“Estoy en contra de la gentrificación, pero Oaxaca ya no puede estar más gentrificada. Los oaxaqueños debemos reapropiarnos de lo nuestro, eso es una cosa que tenemos que hacer, yo renuncio a dejar esta casa”, por ejemplo.
La casa de la que el músico, periodista y “ahora barcero” Fortino Torrentera habla es la casa familiar, la que está ubicada en la calle Porfirio Díaz, número 310, colonia Centro. Esa que fue hogar a la vez que foro de teatro, música y cultura en general y a la que “ha venido de todo: pobres, ricos, machitos, gays, hombres o mujeres”, que tiene mucha historia y esa vibra, y que ahora se ha convertido en Divino Lounge Bar.
Es un sábado alrededor de las ocho de una noche en la que va estar tocando el cantautor istmeño Juan Martínez, cuando nos sentamos con el periodista cultural decano de Oaxaca en una de las esquinas del espacio, en unos cómodos sillones negros de vinil, frente a una chelita y una coca, respectivamente.
Al frente se distingue el arco que Fortino Torrentera Ortiz, dentista de profesión y amante de la bohemia, mandó construir para María Ninfa Olivera Santillán, directora de teatro y maestra de piano —el padre y la madre del también chingón percusionista— , a fin de darle al entorno un ambiente de escenario, de escenario artístico, que no solo se lograría, sino que nunca perdería, menos ahora que se ha convertido en una lugar para la bohemia y la expresión cultural en todos sentidos.
“Nuestra apuesta no es el turismo”, aunque no se trata de excluir a nadie, de hecho, en días de los Lunes del Cerro, “hasta de yoporo anduve, con huaraches y demás, y a mí chavito lo vestí de danzante de la pluma y dimos botana mixe, y no entró un solo turista”, platica y añade que “aquí va a venir a tocar de todo, la próxima semana estará un grupo que canta canciones setenteras de Los Pasteles Verdes y Los Solitarios, pero también vendrán quienes están empezando y, desde luego, La Sierra Eléctrica, donde toco con Rodrigo Islas Brito”.
Ese es su apunte a la observación de este reportero sobre que la apuesta por el turismo en el estado parece demasiada: somos un país de modas y cuando pase la de Oaxaca, que quizá empezó con el mezcal, las terrazas van a estar vacías por no considerar al consumidor local, se le menciona a Fortino Torrentera en un plática que ha buscado reflejar cómo y por qué un periodista cultural devino en barcero —un término que, con todo el humor, él mismo utilizó—, como para “documentar nuestro optimismo”, según dictaba con ironía la clásica columna “Por mi Madre Bohemios”, de Carlos Monsiváis, cuando existía un periodismo impreso que hoy prácticamente está muerto.
—Siquiera hay que «gentrificar» nosotros— se le guiña.
—Exacto. Esa debe ser la intención, que «gentrifiquemos» nosotros mismos.
—Sí —se le plantea—, porque la gentrificación que realicemos nosotros va a ser muy distinta a la de gente de fuera que supuestamente sabe mucho de mezcal, por ejemplo, y digo supuestamente porque a la hora de hacerles ciertas preguntas simple y sencillamente no entienden, uno tiene que descartar la interrogante cuando se da cuenta que carecen de la mínima idea de lo que es ejercer el sentido de identidad o comunidad, digamos.
—Se doblan —acota Fortino—. No es fácil reapropiarnos de los espacios, es una frieguita, pero vale la pena el esfuerzo porque significa revitalizar la cultura, incluyendo la del mezcal, porque si bien mi sobrino Ulises Torrentera es el maestro —se desarrolló más en el campo y la investigación—, en términos de hábito aprendimos prácticamente juntos y hay que aprovechar esos saberes.
—Siempre me has parecido un periodista congruente, y aunque has trabajado en los medios formales, te ubico como independiente e incluso contracultural.
—Mis principios se deben a mis padres. Ellos tuvieron un periódico en Oaxaca, el tercero o cuarto creado a nivel local, que se llamaba Opinión Pública, y otro en la Ciudad de México, Meta, donde mi mamá cubría la lucha libre y el boxeo. Por ahí viene el ADN. Mi hermano José y mis sobrinos, Lilia y Ulises, también han sido periodistas. Yo empecé a trabajar en el Oaxaca Gráfico, de don Lalo Pimentel, y en El Fogonazo. Era pasadatos. Iba a la Cruz Roja, me subía a la ambulancia, llegaba a la redacción y dejaba la información para que otros le dieran forma.
En la nota roja, cuenta, entendió mucho del periodismo, como su labor social: me percaté que nosotros nada más dábamos a conocer el hecho y que nos volvíamos muy fríos, pero que atrás había una tragedia, una familia, víctimas, y nadie apelaba a esa parte, entonces, empecé a trabajar la veta.
Antes, a los 13 o 14 años, coordinados por Pepe Torrentera, su hermano mayor, Ulises, Alfredo y él crearon como cotorreo el semanario Transilvania News, que Sergio Javier Alcázar transmitía en su programa de radio. Con la nota roja “entendí la parte social del periodismo, y con proyectos como ese de mi adolescencia la parte humorística, lo cual me ayudó a equilibrarme mucho”, dice.
Con el tiempo, Fortino prácticamente estuvo en todos los periódicos impresos oaxaqueños de los años ochenta, noventa y la primera década del siglo XXI, incluyendo el suplemento sobre información digital ImparOax en el periódico El Imparcial. Entrevistó a Steve Jobs y Bill Gates. A principios de los años noventa, en una expo-com realizada en la Ciudad de México que cubrió, en una conferencia de prensa, uno de aquellos dijo que los medios impresos debían diversificarse porque si no iban a morir. Como sucedió ya.
—Cubrías de todo.
—La fuente política, al gobernador.
—No te veo en eso.
—Me divertía mucho por lo que preguntaba. Incluso en la sección de sociales escribí algunas notas. Cuando estuve de jefe de información de El Imparcial también quise conocer todo el proceso, desde la rotativa. No fue tiempo perdido, pero hoy todo eso es obsoleto, como la máquina de escribir.
—¿Cómo te fuiste perfilando al lado cultural?
—Cuando cubría la fuente política, también trabajaba en semanarios. Me ayudó mucho La Hora, donde le echábamos la mano todos a todo, incluyendo al periodismo cultural, que después cubrí en El Imparcial y sobre todo en Tiempo. Me gustó mucho porque es un área blanca, no hay sobres, no hay prebendas, solo si eres muy tonto te baila el artista o quien te dé la información.
De manera paralela, Fortino se fue convirtiendo en músico. Su madre fue directora de teatro y maestra de piano, pero con su muerte renunció a este instrumento, por un trauma de chavito —“¿me entiendes?, no quise saber nada de él”— y se clavó en la percusión.
La venita le venía de familia. Su mamá fue amiga de Juan Herrera y Rodolfo Álvarez, dos personajes de la época de oro del teatro en Oaxaca. Su hermano Pepe ha sido jazzista y bolerista y una gran influencia para él. Con una madre que fue maestra de piano, resultó natural que se acercara a la música. A los 14 años, con Ulises y Alfredo, formó el grupo de rock The Eggs. “Hace un par de meses —relata—, un amigo que grabó en casete unas rolas mías en ese tiempo, las digitalizó. Nos dimos cuenta que, casualmente, estábamos haciendo rock rupestre casi al mismo tiempo que Rodrigo González y los rupestres de la Ciudad de México, pero sin saberlo. Dos personas que saben mucho de rock, Poncho Cueto y Gammaliel Robles —el creador del Archivo Sonoro de Oaxaca—, me dijeron que soy el primer compositor de rock en el estado. No es así como el premio nobel, pero sí una parte vivencial interesante”.
—Tus oficios de periodista y músico fueron juntos.
—El periodismo cultural amplía mucho el acervo propio y me di cuenta de que el periodismo nacional venía en declive como consecuencia de la falta de conciencia, de no estar con la gente. Poncho Cueto me preguntaba el otro día que si prefería el periodismo o la música, y le decía que preferencia no tanto, pero que mi pasión era la música. Últimamente se ha demostrado, todavía hice la revista Tercera Voz, que fue como mi graduación, pero también ocurrió a destiempo, cuando los medios impresos estaban muriendo.
—Te decidiste por la música…
—Antes de la pandemia todavía hice algunas colaboraciones. Veo muy árido el campo del periodismo en México, ahorita cualquiera toma un celular y ya es periodista.
—Se abarató mucho— se le comenta.
—Nosotros mismos como periodistas, nos alejamos del pueblo, nos pusimos en medio, muy cerca del poder, y eso fue un error que está pesando ahorita.
—Así se está muriendo el periodismo como lo conocíamos, cerca del poder— se le señala en coincidencia.
—Sí, porque además dejó de ser un poder, está muy acotado por el régimen gubernamental. Veo difícil el panorama, hoy hacer periodismo con todo el rigor es complicado para los medios y también es complicado en el sentido de que te lean. En los dispositivos digitales la gente busca información de dos o tres párrafos.
—Recuerdo tu pregunta que siempre me hacías: si existía periodismo cultural en Oaxaca —se le acota a Fortino—. Era una interrogante profética: no existía, pero además, ya percibíamos que el buen periodismo vivía un proceso de extinción.
—Tiene que haber una sacudida para que cambie— asienta.
—Fuiste profético y eso derivo en tu persona, cambiaste de giro.
—Pues aquí estoy en mi casa, en Divino, hice un acuerdo con los que iniciaron el proyecto y yo administro la parte de la planta baja, que se llama Divino Louge Bar.