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La resonancia de Florence

Entre los muchos lugares que desconozco, figura con prominencia el territorio a lo largo del cual fluye el río Mississippi. Nunca he estado allí, pero no puedo evitar que la narrativa de Faulkner y de Mark Twain, así como numerosas películas, vinculen mi imaginación con ese paisaje.

El mundo descrito en melodías por una descendiente de esclavos, no se manifiesta cautivo ni servil en esa y otras obras de Price. Como señala Omar Anguiano Lagos para otra clase de composiciones —en su libro Jazz y marxismo. Modelo para armar: “en cierta forma es un ‘hecho maldito’ que la esclavitud absoluta pueda manifestarse en forma de música, y que la belleza de la música salga a escena”.

Antonin Dvorak, el compositor de la sinfonía Nuevo Mundo, proclamó en 1893 que la música de América debía ser escrita con un lenguaje afroamericano, sin saber que seis años antes, en 1887, una mujer nacida en la ciudad de Little Rock, Arkansas, cumpliría ese postulado: Florence Beatrice Price (nacida Smith).

Hija del dentista James H. Smith y de la maestra de piano Florence Irene Gulliver, la niña fue iniciada por su madre en la ejecución pianística. Después, Florence Beatrice ingresó en el Conservatorio de Música de Nueva Inglaterra, institución que, a diferencia de la mayoría de su tipo en Estados Unidos, admitía estudiantes “de color”. De todas maneras, para ocultar su ascendencia, la madre de Florence la registró como “nacida en Puebla” y alegó “herencia hispánica” (es decir, mexicana).

George Whitefield Chadwick, profesor de composición musical, alentó en Florence el empleo de sus conocimientos en spirituals (himnos religiosos afroamericanos) para sumarlos a las enseñanzas de Dvorak. Así, la estudiante pudo aprender el repertorio romántico europeo para órgano y piano, asimilando a esas obras giros de los himnos afroamericanos.

Florence se graduó del conservatorio en 1906 con los títulos de organista ejecutante e instructora de piano. En el recital de graduación ocupó el primer lugar de su clase. El programa de ese concierto la identificó como “Florence Beatrice Smith, originaria de Puebla, México”.

Para 1910, Florence Smith ya estaba a cargo del departamento de música en la Universidad Clark de Atlanta, en Georgia. Poco después, en 1912, Florence conoció a Thomas J. Price, se casó con él y retornó a Little Rock. Ahí vivieron tranquilos hasta 1927, cuando la violencia racista remontó. Tras de presenciar un linchamiento público en el pueblo, los Price se mudaron a Chicago.

Las dificultades económicas acabaron con el matrimonio de Florence y Thomas, si bien ella retuvo el apellido Price. Para mantenerse durante la Gran Depresión económica posterior a 1929, la pianista daba clases, tocaba el órgano en anticuadas funciones de cine silente, inclusive escribía música para anuncios bajo el seudónimo Vee Jay.

En Chicago, Florence conoció y se hizo amiga de la compositora y pianista Margaret Bonds. Ella presentó a Florence con el poeta Langston Hughes y la contralto Marian Anderson. Eran los tiempos de la Gran Depresión, pero también los del Renacimiento de Harlem, el primer gran movimiento cultural afroamericano en Estados Unidos.

Animada por ese ejemplo, Florence ahondó sus conocimientos junto con Margaret. Ambas emprendieron composiciones más serias para remitirlas a concursos. Florence ganó varios premios. El mayor lo recibió en 1932, cuando su Primera Sinfonía, en Mi Menor, triunfó en el certamen de composición Wanamaker, en la categoría orquestal. Florence también obtuvo el tercer premio con su “Sonata para piano” y un total de quinientos dólares en efectivo por ambas obras.

La Sinfonía en Mi Menor fue seleccionada por el director Frederick Stock para estrenarla con la Orquesta Sinfónica de Chicago el 15 de junio de 1933. Florence B. Price se convirtió, así, en la primera compositora afroamericana cuya obra interpretó una orquesta formal importante en Estados Unidos. En ese mismo concierto, su amiga Margaret Bonds fue la solista al piano para interpretar el Concertino de John Alden Carpenter. https://www.bbc.com/news/entertainment-arts-56322440

Crear desde la marginación

Después de ese importante acontecimiento, Price fue marginada de los escenarios musicales. Sin embargo, en 1939 la contralto Marian Anderson cerró su histórico concierto en el Lincoln Memorial, en Washington, con el arreglo que Florence Price realizó al himno My Soul’s Been Anchored in De Lord (Mi alma está anclada en el Señor).

En 1943 la compositora le escribió al conductor Frederick Schwass para pedirle que interpretara su obra: “Mi Sinfonía Número 3 pretende ser negroide en carácter y expresión. En ella, sin embargo, no hice intento alguno de proyectar tan sólo la música negra a la manera puramente tradicional. Ninguno de los temas son adaptaciones o derivaciones de canciones populares. La intención tras la escritura de este trabajo fue un intento no deliberado de ilustrar el cruce de la presente existencia y el pensamiento negros con el legado del cual es tránsito, paralelo o influencia por contactos con la actualidad”.

Hacía diez años que la Sinfónica de Chicago estrenara la Sinfonía en Mi Menor de Price y, desde entonces, poco había logrado avanzar la autora en el ámbito de la música de concierto, dominado por hombres caucásicos.

Ese mismo año la compositora le escribió dos cartas a Serge Koussevitzky, director de la Orquesta Sinfónica de Boston, para que considerase ejecutar una de sus piezas. Las respuestas a esas misivas, si es que las hubo, se desconocen. En ellas, la autora explicaba: “Desafortunadamente, la obra de una compositora es prejuzgada por muchos como ligera, sin consistencia, carente de profundidad, lógica o virilidad. Añada a eso la cuestión de la raza —llevo sangre de color en mis venas— y entenderá algunas de las dificultades que una confronta en tal posición”.

Sin perder su capacidad creativa, Florence Price continuó escribiendo música, enseñando piano, componiendo jingles. Hizotoda clase de trabajos musicales para mantenerse. Logró que sus composiciones llegasen a salas de concierto en Detroit, Michigan, hasta Nueva York (pero sólo en Brooklyn).

Florence reunió dinero en 1944 para rentar una casa de verano en las afueras de Chicago. Ahí escribió numerosas obras que remitió a orquestas. Si bien le fueron rechazadas, siguió intentando hasta su muerte, ocurrida en 1953, llevar su música a salas de concierto.

Olvidada por medio siglo

La casa donde la esforzada autora veraneaba quedó abandonada. Muchos años después, en 2009, al reparar esa vivienda, los nuevos dueños descubrieron en una habitación varias cajas cubiertas de polvo. Contenían partituras musicales con la obra casi completa de Florence B. Price, que se creía perdida. La Biblioteca de la Universidad de Arkansas preserva desde entonces los manuscritos y otros documentos que la compositora acumuló en esas cajas.

El hallazgo generó una entusiasta y laboriosa recuperación de las composiciones de Price. La musicóloga Samantha Ege, quien conocía un fragmento de la Fantasie Nègre, se dedicó dos años (entre 2018 y 2020) a estudiar las partituras halladas, a fin de reconstruir las obras para piano de la autora. El resultado fue el disco Fantasie Nègre. The Piano Music of Florence Price, publicado en 2021. El año previo, 2020, la BBC Radio 3 le dedicó a la vida y obra de Price un documental en cinco partes.

En 2018, los Conciertos para Violín 1 y 2 de Price fueron grabados por la solista Er-Gene Kahng y el director de la Orquesta Filarmónica de Janacek, Ryan Cockerham, para el sello Albany.

Marquese Carter, estudiante afroamericana de doctorado en la Universidad de Indiana, al comentar en 2018 esos conciertos para violín, explicó: “Florence Price es la representación, en música, de lo que significa ser una artista negra viviendo inmersa en un canon blanco y tratando de crear dentro del reino clásico. ¿Cómo crear, así, un sonido en que resuenen nuestra cultura, nuestra experiencia, nuestras vidas y cuerpos?”

Añadió Carter que los conciertos para violín de Price ofrecen la respuesta a ese reto. El primer concierto, de 1939, demuestra la completa comprensión de la compositora sobre la orquestación y la armonía del siglo XIX, al retrotraer ecos de la famosa obra de Tchaikovkski para ese instrumento. El segundo concierto de Price para violín, escrito en 1952 con un solo movimiento, aunque es altamente lírico aún, presenta mayor concentración y aventurada armonía. l

En 2018, asimismo, la Sinfónica de Fort Smith, en Arkansas, comenzó un proyecto para ejecutar las cuatro sinfonías de Price, arregladas por el compositor James Greeson, en una grabación para el sello Naxos. Y diferentes investigadoras de la música afroamericana han retomado las obras de Price para revalorarlas en el canon de Estados Unidos.

Así, entre 2018 y 2021, las obras de Florence B. Price, relegadas durante más de medio siglo en su vieja casa, tomaron el camino desde una biblioteca a las orquestas y a la historia musical de su país y del mundo. Fue un largo trayecto, pero el esfuerzo de esta artista no se perdió. Resuena gracias a su constancia creadora, pese a su injusta postergación.