En una tarde nublada, una lluvia fina cae sobre la capital oaxaqueña. Frente a Santo Domingo, una pareja ejecuta el jarabe mixteco mientras una pequeña multitud registra con su celular la mágica escena: la lluvia no detiene la cultura.
Aquí nada detiene la cultura, es una cualidad inherente del ser oaxaqueño, al menos ese ha sido el discurso generalizado, casi obligatorio, de nuestra identidad.
Pero sin ir muy lejos, apenas en la zona conurbada de la ciudad, este discurso no es suficiente. La dificultad que existe para acceder a los espacios culturales se mezcla con un aumento en la inseguridad, un deficiente servicio de transporte y una oferta cultural reducida al centro de la capital.
El cierre de Gozona Cine es un ejemplo reciente de un fenómeno complejo que tiene que ver con las dificultades de mantener un espacio en un estado que, irónicamente, presume su diversidad cultural.
¿Por qué para algunas personas es rentable la cultura y para otras no?
Hace poco supe de la proyección del documental Leonora después del pincel en al menos tres sedes distintas en el estado, entre las que destacan el fraccionamiento el Rosario y la Villa de Zaachila, proyecciones que contaron con la presencia del director Alan David Cabrera. Este esfuerzo resultó ser el banderazo de salida para un proyecto local de cine, de esos que hay que conocer. Contacté a las personas que estaban detrás y programamos un encuentro.
Acordamos vernos frente al Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) fundado por el maestro Toledo, donde más tarde sería la presentación formal de la Alianza de Cineclubes de Oaxaca. La lluvia, y la condición de vivir lejos del centro retrasó unos minutos nuestro encuentro. Iván Ramírez, de El Chayo Traspatio Cultural, Abel Pérez, de Piojo Cineclub Zaachila, y Tlatoani Ortiz, de Cinema Cuervo, se dieron cita para conversar en torno a esta propuesta.
—¿Cómo surge la Alianza de Cineclubes?
Iván: en primer lugar, de una triada de amistad, de una direccionalidad de objetivos, de metas en común, compartidas, y del deseo también de compartir el cine con nuestros entornos. Al final, cada espacio, tanto de la parte de la periferia del centro como opera Cinema Cuervo como del Rosario y Zaachila, son espacios conurbados que al mismo tiempo dejan de pertenecer o se vuelven híbridos en cuanto a la parte de usos y costumbres. No lo son, de hecho, más bien son fraccionamientos habitados en su mayoría por trabajadores que, básicamente, salen desde la mañana y regresan en la noche. Los vecinos no se conocen y se desvincula el proceso. Creemos que el cine puede ser una oportunidad para reivindicar estos procesos, alcanzar puentes, y tener otra forma de relacionarnos y de reflexionar en torno a lo que estamos viviendo.
Abel: actualmente, la tecnología permite que ya se pueda montar un cineclub en cualquier espacio de una comunidad. Lo que hemos hecho es aportar nuestro espacio personal para convertirlo en un espacio cultural, que es la idea para difundir, que la sociedad civil puede empoderarse a través de la cultura. La idea es no esperar una unidireccionalidad de parte del gobierno. Aunque sea su obligación garantizar el derecho a la cultura, sabemos que lo que hace viene cargado de unas cuestiones políticas e ideológicas. Por qué no nosotros, desde la base de la ciudadanía, construimos un proyecto cultural más apegado a nuestros intereses, a nuestra realidad. Sobre todo porque al final de cuentas la ciudad de Oaxaca no es igual a la villa de Zaachila o al fraccionamiento el Rosario.
—¿Qué implica convertir el espacio personal en espacio cultural?
Abel: en lo personal, aportar un poco del patrimonio de vivienda, es decir, hay un espacio de la casa que está destinado al proyecto, ya no se ocupa para otra cosa; ya no se destinó a un local comercial, o algo que pueda generar un ingreso. Primero eso, desvincularte de una parte de tu casa, una acción que tiene la ventaja de no pagar rentas. Platicábamos hace poco que pagar rentas es algo que mata los espacios culturales, porque no es negocio. De esa manera nos ayudamos, porque es el caso de los tres, cada uno tiene su espacio cultural en su casa. Por otro lado, tengo un trabajo aparte, que me sostiene económicamente, y que me permite alimentar las necesidades que tenga el proyecto, por ejemplo, la compra del cañón, que es de segunda mano porque no puede ser nuevo, la compra de una pequeña pantalla, igual de segunda mano…
—¿Con qué presupuesto comienzas un cineclub?
—Pues aproximadamente con cosas de segunda mano, con unos diez mil pesos obtienes lo básico: cañón, pantalla. Lo demás ya lo puedes improvisar, como las sillas, que en mi caso son las del comedor, también puedes poner una tabla con unos cojines. A veces nos vamos con la finta pensando en que necesitas tener un lugar super acondicionado, pero hay gastos de los que se pueden prescindir al principio. Con que tengas el cañón y una pared blanca ya puedes iniciar tu cineclub, y claro, una computadora, que ahorita está dentro de lo básico.
—¿Cuáles son los objetivos de la alianza de cineclubes para lo que queda del año?
Iván: primero formalizarnos en cuanto a cuestiones técnicas y metodológicas para construir un circuito de exhibición alterno en Oaxaca. Sin la pretensión de decir que somos la opción versus Cinépolis o Cinemex, simplemente generar una propuesta y unas opciones de actividades distintas de proyectos audiovisuales que no tienen cabida en los sistemas ni en las lógicas de exhibición de esas cadenas. Queremos simplemente seguir ahí, dando lata. Nuestra intención es seguir trayendo creadores, no con la intención de explotar el producto sino de generar nuevos proyectos. Al final del día cada que tenemos el encuentro o diálogo con alguien diferente, con un proyecto distinto, siempre hay una contribución a la alianza y la oportunidad de soñar con la creación de nuevos proyectos.
—¿Qué lugar ocupa la alianza de cineclubes en este apogeo reciente de cine oaxaqueño comunitario y comunal?
Tlatoani: Como bien mencionas, hay acercamientos a la producción y a la exhibición desde el punto de vista comunitario, comunal, en las comunidades, pero los jóvenes urbanos también queremos hacer cosas. Nosotros no somos indígenas. A mí me encantaría tener una herencia viva, real, zapoteca, mixteca, chontal, chatina, pero no, no hablo ninguna lengua, aunque quisiera aprender. Ahorita sentimos que hay un vacío, no es una queja, pero bajo ninguna de esas banderas cabemos. A nosotros nos gusta la música gótica, el heavy metal, el cine de horror, nos gusta la ciencia ficción, nos encanta Blade Runner, nos gusta Juan Rulfo. No decimos que seamos más universales, pero no entramos en ninguna de esas categorías, por lo mismo queremos tener un vínculo con ellos, un vínculo real, de decir, “ok, ustedes están trabajando en la Costa, en la Sierra, tienen materiales que exhibir o cosas que difundir, aquí estamos nosotros para darle un eco a lo que ustedes hacen”.
Igual buscamos un poco eso también, que nuestros materiales tengan eco. Si nosotros tenemos un circuito de exhibición o de producción, pues podemos compartir con las personas que están en Tuxtepec, en el Istmo o en Tututepec. Se trata de que no estemos solitos. No es nuestra idea decir “nuestro barrio es este”, sí rifamos nuestro barrio, pero no es esa la onda, más bien es como decir: “aquí andamos también nosotros, estamos unidos, nos acompañamos, aquí pueden encontrar un eco y buscamos puertos seguros donde atracar”. Nosotros, como Cinema Cuervo, acabamos de cumplir un año con un documental que hicimos. También estamos en el camino de producir. Abel está haciendo un documental sobre la tradición oral en Zaachila e Iván hace animación, entonces, también le damos a la creación, también estamos en eso.
—¿Cuál es la postura de la alianza frente a los problemas que atraviesa Oaxaca, como la gentrificación o violencia?
Abel: no es un objetivo planteado sobre la mesa, pero sí va implícito. Creo que nuestros espacios son una respuesta a eso que mencionas. Digamos, yo puse mi espacio de lectura y cineclub porque no quiero que las nuevas generaciones se metan en rollos de violencia . En mi pueblo aún no llega el tema del narcotráfico, pero sabemos que es una realidad a la vista, igual que la violencia en todos sentidos, desde los feminicidios hasta la corrupción política. Entonces, el cineclub es una propuesta justamente para eso, para decir que hay otras formas de convivir, y que lo podemos hacer a partir de la literatura y del cine.
Tlatoani: la verdad siento que la pregunta es muy pertinente porque, no querría decirlo, pero después del furor de la Guelaguetza sentimos que hemos quedado un poco huérfanos, un poco desolados en Oaxaca. Este paso de la fiesta, que fue muy intenso después de dos años de ausencia, nos ha hecho darnos cuenta de que en estos dos años se aceleró el proceso de gentrificación y de folclorización de una manera brutal.
Es lamentable, continúa, porque a la vez que va avanzando este proceso de gentrificación, va disminuyendo el nivel de vida de la gente de acá, y eso lo estamos viendo desde el punto de vista cultural con la desaparición de espacios culturales alternativos.
Nos encanta que las instituciones nos abran las puertas, pero nos estamos dando cuenta de que compañeras y compañeros que tenían sus pequeños cineclubes, que tenían pequeñas galerías o que estaban luchando por hacer espacios alternativos, por decir nombres, Gozona o Espacio 404 Matamoros, ya tronaron.
Es una cosa real, con sus matices y todo, pero Oaxaca se está quedando sin espacios culturales alternativos. Nosotros, sin hacer panfletos, sin decir que somos rebeldes o lo que sea, proponemos que desde nuestras trincheras ciudadanas podemos hacer cosas, que podemos organizarnos con nuestros vecinos.
Con el Chayo, Iván está generando un verdadero furor, porque sus vecinos no tenían un centro cultural, y ahora están llegando a talleres de reciclado, teatro, cine, animación. Abel hace cine en el parque, en Zaachila, y está creando un vínculo muy importante para su pueblo con el cine y la lectura, y nosotros hemos hecho cine de barrio, proyectamos aquí en Oaxaca en diferentes lados. Necesitamos proponer Cultura Local, eventos para nosotros, que vayan más allá de lo folclórico, de la Guelaguetza, más allá de las instituciones.
Epílogo
Durante la presentación de la Alianza, Tlatoani compartió un proyecto que consiste en la creación de una filmoteca y un museo del video, sin duda, un precedente para la creación de una cineteca en el estado.
También compartieron que la idea de la Alianza de Cineclubes se gestó en el after de la presentación de El gallo de oro: reflejos a la sombra de un palenque en Zaachila, donde participó el autor, investigador y crítico de cine Fernando Mino.
La importancia de construir alianzas entre proyectos culturales, así como de fortalecer la cultura local, da como resultado pensar esta propuesta como una invitación a conocerse y a sumarse. El público respondió a este llamado, proyectos como Mucho Muchacha entablaron una conversación que sin duda es necesaria para evitar el cierre de espacios o el fin de proyectos culturales alternativos que apuestan por la construcción de otras formas de relacionarse. Miradas necesarias para que la cultura no se quede solamente en lo folclorizado, en lo centralizado o en lo institucional. Es cierto que en Oaxaca la cultura no se detiene, pero debe cuestionarse constantemente el rumbo al que se dirige.