Foto: Presentación de Bordando milpa en el centro Fotográfico Manuel Alvarez Bravo
La milpa no es nada más la planta de maíz que conocemos, alrededor de ella suceden muchas cosas. Por ejemplo, cuentan Paola, Mariana, Tamara, Edith, Marbella, a su lado crecen otras especies que nos da oportunidad de mirar la diversidad, de recordar, imaginar, crear y preservar en la memoria el cultivo de la milenaria milpa.
Este colectivo de mujeres conjuntó saberes en torno a este agroecosistema y el trabajo textil y comenzó un proyecto con el que lograron hacer de las memorias una experiencia creativa.
El resultado, cuenta Edith, es una narrativa textil a la que denominaron Bordando milpa, en la que muestran algunos elementos simbólicos, procesos y rituales que los campesinos y campesinas realizan y además plasman conocimientos, impresiones y sobre todo la sensibilidad de quienes bordan.
Mariana es integrante del colectivo del Hacer tequio, cuenta que Bordando milpa comenzó en el Centro Ecológico Milpa Urbana, un espacio que promueve actividades en torno a distintos saberes comunitarios.
Ahí se reunían una vez al mes y convocaban a la población para aprender y compartir herramientas, técnicas de bordado y significados de la iconografía textil del estado, con la finalidad de que conocieran los procesos y se revalorara la labor artesanal y los textiles, por supuesto.
Bordando milpa surgió como una mano vuelta, una práctica oaxaqueña de trabajo colectivo, basada en el dar y recibir, por el bien común.
“Es una mano vuelta hacia el espacio porque nos abrió las puertas para hacer talleres ”, cuenta Mariana, quien además, tiene la experiencia de ocho años trabajando en el fortalecimiento de la identidad. a través del taller Bordando Oaxaca, un taller permanente donde comparten los significados de la iconografía de los textiles y bordan la biodiversidad del estado.
Arte textil: memoria, narrativa visual y los saberes de la milpa
Con el paso del tiempo, varias mujeres se fueron sumando. Comenzaron a bordar, a compartir experiencias en el campo y el bordado, al mismo tiempo fueron recuperando recuerdos de sus abuelas, abuelos, tíos o vecinos de su comunidad. Aprendieron entre todas y al final construyeron una gran pieza de todo lo que va naciendo alrededor de la milpa y va constituyendo parte de la cultura de las comunidades.
Todas narran su experiencia satisfechas de haber construido una pequeña comunidad, que no solo borda y convive, sino establece relaciones intergeneracionales, a través de las cuales pueden heredar los saberes aprendidos.
Fue un proceso muy enriquecedor, mis abuelos sembraban, pero yo había perdido el contacto con la tierra. Ahora aprendí a sembrar. Hasta que tenemos la experiencia comprendemos el valor de los alimentos, lo mismo pasa con los textiles, hasta que lo hacemos valoramos el trabajo de las mujeres y hombres que los crean, por eso queremos fortalecer la biodiversidad y la cultura en nuestros pueblos y comunidades, comenta Mariana.
Tamara, por el contrario, desde pequeña estableció un fuerte vínculo con la tierra a través de su abuelo y familiares de la Sierra Norte: “Cuando vino a la ciudad (su abuelo) seguía sembrando y nos enseñaba el crecimiento y cómo aprovechar sus productos. En la milpa todo se aprovecha, nada se desperdicia. Es muy importante rescatar eso y recordar cómo nos formamos y por qué somos gente de maíz”, comparte.
Marbella dice que al bordar fue recordando parte de su niñez, como cuando iba con su abuela y sus tíos a sembrar, piscar, o recolectar chapulines. De su experiencia destaca que para los campesinos es importante la luna. «Por ejemplo, la luna creciente es importante para la siembra, pero cada fase tiene su valor en el proceso del cultivo hasta la cosecha», cuenta.
Suceden muchas cosas cuando sembramos maíz, cuenta Paola, crecen otras plantas, los animalitos, etcétera. Su pieza es un bordado de calabacitas chiles y frijol y unas florecitas de quelites con la que muestra una parte de lo aprendido.
«Me siento afortunada de compartir con ellas, ojalá más gente conozca todo el proceso, porque no sólo es arar, y echar la semilla, en torno al maíz hay muchos rituales, eso lo hace muy rico y qué creen ¡nos lo llevamos al cuerpo!
Bordar es una actividad muy noble que nos puede unir en comunidad y en la que podemos transmitir mucho, resalta Andrea, la nueva integrante del colectivo, quien dio forma a la portada para la presentación de la propuesta Bordando milpa.
“Al bordar también transmitimos nuestra personalidad, incluso nuestra herencia cultural. Yo me llevo un buen sabor de boca porque quería aprender una nueva puntada y ellas nos compartieron un nuevo conocimiento”.
Todas y cada una de ellas reconocen que bordar no es un pasatiempo, es un espacio para transmitir la diversidad de saberes y resistir a la industria que todo intenta homogenizar.
«Aprendimos sobre la milpa, un elemento muy importante de nuestra cultura, sobre la cual se borda, se teje comunidad, se sostiene nuestra alimentación diaria, la economía local, nos da diversas opciones de consumo, yo por eso borde la frase El Maíz es chingón«, concluye, sonriente, Tamara.