Compartir
Fotografía: Rocío Flores
–¿Este es el barrio de las curtidurías?
–No, aquí es Jalatlaco, el barrio mágico– responde el más joven de los hombres que reparan las luminarias del templo de ese barrio recién distinguido con ese nombre el 29 de marzo de este año.
Este barrio siempre había sido un lugar común, desde que se fundó en 1524. Hasta hace aproximadamente 15 o 20 años, Jalatlaco se caracterizaba por las viviendas comunes donde pendían las bugambilias sobre las paredes de manera natural, había tienditas de barrio. Muchos de sus habitantes tenían por oficio la talabartería y en su calles había talleres o curtidurías donde se curtían y trabajaban las pieles. Con un olor característico, pero también con una identidad propia y un sentido de pertenencia de sus habitantes. Hoy todo eso parece perdido.
Lo que ahora se observa en este barrio son paredes de viviendas o espacios públicos con grafitis despojados de su carga crítica o arte urbano al estilo de escenografías, donde turistas de todas las nacionalidades pueden, a modo de culminación de un ritual narcisista hacer una selfie para luego construir un relato propio de la sociedad de consumo.
A pesar de eso o quizá por eso, San Matías Jalatlaco fue nombrado como Barrio Mágico por la secretaría de Turismo federal, lo cual para la institución representa un espacio donde se combinan elementos que lo hacen único: historia, cultura, gastronomía, productos y servicios así como la convivencia de la población local con los visitantes. “Es un lugar donde se puede descubrir el espíritu y esencia de una ciudad”, dijo el secretario de Turismo Miguel Torruco Marqués. Nada más alejado de la realidad.
De historia y cultura las nuevas generaciones parecen recordar muy poco, y como ejemplo está Miguel, el joven con el que iniciamos la narración. Los lugares históricos cada vez más rápido se están convirtiendo en centros culturales otorgados en comodato y hoteles boutique donde hay que pagar al menos tres o cuatro mil pesos por noche, como en el City Express Centro, ubicado casi frente a la iglesia del barrio; además algunas cafeterías ahora tienen un estilo que parece emular al estilo neoyorkino.
El programa de Barrio Mágico que plantea la Secretaría de Turismo indica que existe una dimensión social para impulsar el bienestar y el desarrollo de las comunidades, pero lo que se busca claramente es la integración de productos y servicios para aumentar una oferta turística e ingresar en el ranking del turismo mundial, es decir al mercado global.
De hecho, la Organización Mundial de Turismo (OMT), integrada por 160 Estados, ha promovido como motor de crecimiento económico post pandémico posicionar al turismo como una prioridad política. Y en esa dinámica ha entrado México buscando “el misticismo”, “la tradición” o el encanto a través del cual ha ido ascendiendo en la escala mundial.
Quizá gracias a eso, México ha logrado ubicarse en los primeros lugares del ranking mundial. En 2020 el Barómetro de Turismo Mundial ubicó al país en el tercer lugar en llegada de turistas internacionales. y el 13 en captación de divisas internacionales. Ese año llegaron a México 24 millones 284 mil turistas internacionales y el ingreso de divisas fue de 10 mil 996 millones de dólares.
En 2021 el país recibió a 31 millones de turistas internacionales cifra que nos situó en forma coyuntural en la segunda nación más visitada, después de Francia que recibió 54 millones de turistas, aunque en 2022 cayó de segundo al sexto lugar dentro del ranking mundial.
Todo este fenómeno creciente de turismo, según la OMT, es consecuencia de la pandemia. Ahora, los turistas buscan lugares más espaciados, verdes, con más cultura y tradición y ahí es donde los “barrios mágicos” promovidos desde Sectur han encontrado su oportunidad.
En ese contexto de globalización económica, lo que vemos en Oaxaca es que se imponen los grandes capitales de empresas, con la colaboración de aliados políticos, sobre los actores locales (a pesar de que muchos vecinos o vecinas crean que son ellos quienes han decidido vender o rentar), la realidad es que se vulnera la autonomía de los habitantes locales, y aún más la posibilidad de tomar acciones de manera colectiva.
El mismo gobernador, Salomón Jara Cruz, aplaudió el nombramiento de Barrio Mágico, incluso dijo: “ojalá sean más”, aunque esto ha representado un creciente desarrollo urbano a costa de altos costos en servicios y en las rentas en ese barrio, las cuales oscilan entre ocho, 10, 16 mil o hasta 43 mil pesos por un local, por ejemplo.
Además, su política de turismo muestra una tendencia ofertar otros lugares mágicos, por sus bondades naturales y/o culturales para consumo de los visitantes, convirtiéndolos en sitios donde todo es multicolor y lleno de estampas ficticias o “arte” decorativo, con lo cual promueve de algún modo la desterritorialización de los habitantes, un fenómeno en el que se les condena a vivir en lugares diferenciados o carentes de identidad, donde se pierde toda relación “natural” con la historia y la cultura de sus lugares de origen.
El gobernador está empeñado en no hablar de los impactos, incluso ni siquiera ha planteado alternativas para aminorarlos, él prefiere decir que este crecimiento urbano es propio del desarrollo de las ciudades, lo que no nos dice, ni él ni el responsable de Sectur es que cada vez más las estrategias turísticas buscan territorios atractivos, llámese barrios o pueblos, en donde promover el turismo con una baja inversión en materia prima y capital humano, promoviendo con eso la desigualdad económica y social.
Más allá del barrio, lo cierto es que en Oaxaca, la “magia” ocurre cuando en una comunidad, barrio o pueblo hay un sentido de relación con el otro, otra, una interacción y cooperación cotidiana. Cuando todos forman parte de una unidad comunitaria o barrial, cuando la gente se conoce, se saluda, se ayuda (algunos no, es verdad, pero eso suele ocurrir en todos los barrios del país).
Hoy todo eso parece irse desvaneciendo, solo queda la esperanza de una participación política activa, real, de utilizar los espacios virtuales como herramientas de comunicación e intercambio para proponer estrategias que abonen al bien común, en vez de hacer crecer el narcisismo digital, creando barrios o personajes ficticios que no se corresponden con la realidad material ni emocional, y al mismo tiempo, de recuperar en lo cotidiano el sentido de comunalidad y colectividad que ha dado bienestar a Oaxaca, para evitar ser parte del fenómeno de desterritorialización o simples esclavos de una sociedad de consumo.