César Mayoral Figueroa se inició en el arte del collage alentado por el poeta y artista visual chileno Ludwig Zeller, con fuerte orientación surrealista. Hacia 1996 Mayoral comenzó a ilustrar con sus propios collages diversas publicaciones que impulsó desde El Colegio de Oaxaca, derivadas asimismo de las que Zeller y su compañera Susana Wald publicaron en su momento.
Zeller y Wald publicaban en Oaxaca un pequeño folleto literario con el título de El Huevo Filosófico. Mayoral retomó la idea para editar El Huevo Psicoanalítico, en cuyas páginas también colaboraron con imágenes Zeller y Wald. Poco después, Mayoral retomó la publicación de una revista, Vaso Comunicante, que había fundado en 1983 cuando era rector de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Zeller y Wald también contribuyeron a la nueva época del Vaso, a finales del siglo XX y principios del XXI.
Aunque las ediciones compartidas se detuvieron con los años, el vínculo entre Mayoral y Zeller no se rompió, ni siquiera con la muerte del poeta el 1 de agosto de 2019. César Mayoral sigue cultivando la memoria de su amigo y mentor, ya sea con publicaciones o con obras de collage, como las 60 piezas que integran su reciente exposición en la galería Arte de Oaxaca desde el 29 de julio de este año.
De esta amplia muestra comenta Rosa Mayoral en la hoja de sala: “Su obra es un encuentro con el espejo de sus pasiones y los demonios de su mente. De formación médico y filósofo, amante del arte y la política, ha dedicado la mayoría de su vida a la pasión que desbordan sus manos, manos que salvan, que curan y crean, que sostienen pequeñas pinzas en un quirófano y pequeñas tijeras en su collage, que también son capaces de destrozar pequeños lienzos que, adheridos al papel, simulan un gran mar en movimiento o un viento que circula atrapando-nos al mirar su obra, es decir, manos que, en cualquiera de sus intenciones, crean”.
Los 60 collages de Mayoral que se exhiben en Arte de Oaxaca están divididos en secciones. Particularmente llamativa es la sección de seis piezas dedicada a Francisco Toledo, en la cual el autor retrata a su admirado amigo en efigies humorísticas: recién nacido, como un personaje obeso, dibujando, coronado como un demonio heresiarca, con patines y hasta como sastre.
Mayoral se siente especialmente orgulloso del collage titulado Nace el artista porque Toledo lo eligió para convertirlo en una gráfica de su autoría. En el talante irreverente con que el pintor juchiteco retrató a Benito Juárez en su magna serie Lo que el viento a Juárez, Mayoral coloca con desenfado a Toledo en situaciones y cuerpos inventados que mueven a risa, en principio, pero que aluden a facetas de la personalidad del gran artista que resultaron desconocidas a la mayoría de sus admiradores.
Otra sección llamativa por el tema y la técnica es la dedicada a diatribas contra la religión católica: Crucificado es una burlesca representación de la cruz, elaborada con recortes de litografías en blanco y negro publicadas en revistas del siglo XIX. En contraste, La boda de mamá y La tierra de los hombres solos, que satiriza los rituales católicos del matrimonio y la pretendida práctica del celibato por los hombres de iglesia, fueron realizadas a partir de fotografías a color, lo cual le da un aire muy contemporáneo a la exhibición. No son las únicas piezas confeccionadas con fotos a color, pero son de las más contundentes en la muestra.
Para quienes se quejan de que el arte es inaccesible porque “no se entiende”, los collages humorísticos de César Mayoral han de resultar un gran alivio, porque —como escribió Freud en El chiste y su relación con el inconsciente— “posibilitan la satisfacción de una pulsión (concupiscente u hostil) contra un obstáculo que se interpone en el camino; rodean este obstáculo y así extraen placer de una fuente que se había vuelto inasequible por obra de aquél”. (Sigmund Freud, capítulo III, Las tendencias del chiste.)
El erotismo es uno de los temas recurrentes en esta colección y hay varias obras destacadas con iconografía sensual: el torso desnudo de una mujer al que ataca un murciélago (con imágenes tomadas de ilustraciones a color); un ángel que se trastorna ante la figura de una delgada joven (que mezcla la estampa y la fotografía); una pareja que fornica dentro de una especie de caja fuerte mientras la muerte ejecuta una melodía funeral y otras fantasías creadas por medio de recortes y tijeras.
La profesión médica del creador de estas imágenes aparece destacada en otras obras: entre la más hermosas destaca La hija del cirujano sueña, composición circular realizada en el año 2000; también hay representaciones entre humorísticas y misteriosas, como otro collage sin título del año 2000 en que un gran personaje cuya anatomía queda expuesta, es enmarcado por imágenes de tratamientos médicos de los siglos XVII y XVIII. Misteriosa asimismo es la obra El cirujano, también del año 2000 (el año final del siglo XX), en la cual, de unos pies sin cuerpo se desprende la serpiente de Esculapio para atrapar una efigie compuesta por cuatro cabezas que ilustran el sentido del olfato.
Entre los más hermosos y misteriosos de estos collages resalta uno sin título del año 2000, en blanco y negro, que combina una arquería con columnatas en la cuales se entrecruzan una gran serpiente cobra, la cabeza de un murciélago con las fauces abiertas y el cráneo desollado de un elefante o de un jabalí con sus colmillos, atentos hacia el frente, mientras en el fondo se descubre un mar tormentoso, en el que una embarcación a vela se dirige hacia una tromba marina.
Hay aún más imágenes por descubrir y desentrañar en esta exposición de César Mayoral. Parte de sus enigmas fue desvelado en la charla que sostuvo el autor de los collages con los artistas Arian Dylan y Édgar Hernández el 17 de agosto, en la cual refrendaron el homenaje a Ludwig Zeller, y recordaron la importancia de lo irracional en el arte, pues ese factor es crucial para la lectura de estas obras. Esa lectura va más allá de “entender” las imágenes, pues la mayoría no apelan a la razón, sino a la emoción y al asombro que produce el encuentro con lo inexplicable.
Nuestros días nos han habituado a identificar lo incomprensible con la brutalidad de diferentes tragedias: desde el asesinato individual de mujeres por motivos fútiles (una discusión, un llamado de atención) hasta las masacres de grupos de jóvenes por parte de criminales enloquecidos; desde la íntima degradación que produce el cáncer en una persona, hasta la aterradora devastación de la pandemia por Covid. Nada de eso tiene explicación, pero las tragedias que implican esas diversas catástrofes nos abruman, y el arte responde con entendibles recreaciones dolientes.
Por ello, en esta época de tantos misterios que se nos despliegan como tragedias personales o colectivas, se agradece el respiro de un arte como el de César Mayoral Figueroa con sus collages, que representan misterios no pocas veces incomprensibles, que rechazan las explicaciones simplistas, pero que una y otra vez constituyen enigmas alentadores por su calidad de misterios gozosos.
2 Comentario
Sergio Santamaría
Excelente reseña del escritor Jorge Pech, sobre esta exposición
lorena Tallavas
Excelente y admirable traba artístico , que retrata a mi amigo César Mayoral.