Jorge González
Es sábado de Buen Fin y a un costado de Cinépolis una paloma agoniza mientras otras cinco la rodean, el macho alfa con su pecho encrespado y gris brillante resguarda la muerte de su compañera y el resto aparentemente danza alrededor.
Ni una persona se percata del incidente. Los frenéticos pasos dibujan a una masa humana ávida por comprar mercancías: algunos entran a Soriana, otros a Coppel y la mayoría a Liverpool. Estamos en Plaza Oaxaca ante la coreografía anual del consumo. El salto culminante del proceso capitalista al convertir la mercancía en mercancía mediante una transacción a crédito o de contado, es potencializado por el eslogan “El fin de semana más barato del año”. Los oaxaqueños no se resisten a las rebajas.
Afuera de Liverpool los puestos ambulantes de elotes, tacos, pan de Tlacolula, donas Krispy, helados, dulces, hamburguesas, café, antigüedades, libros y artesanías contrastan con el ambiente sabatino de la clase media oaxaqueña que asiste a las ofertas de las transnacionales. La pequeña economía informal conformada por comerciantes mazatecos, zapotecas y mestizos oriundos de la ciudad de Oaxaca en su mayoría, es la que arma el bisne en la plaza y la base que le da vida al Frente Popular 14 de Junio, organización social que tiene sus raíces en la insurrección popular del año 2006 en la entidad, específicamente en la colonia Candiani, la cual es la que actualmente controla la venta en vía pública de esta zona.
Son las tres de la tarde y sigue sin caer la primera venta de libros del día, el bullicio es una mezcla de un perifoneo musicalizado constante de donas Krispy, que como mantra se reproduce en la mente, con cláxones de vehículos buscando dónde estacionarse, con diálogos aleatorios que flotan y se desvanecen al instante y un ambiente con un calor de 35 grados. Mi indignación no aparece sino hasta ver entre la gente a una adolescente con el libro Influencers, todo lo que necesitas saber sobre la influencia digital, un libro recién adquirido por 490 pesos en Liverpool.
Observo con una sonrisa irónica la indiferencia de la chica y sus padres al pasar a un costado de mi puesto de libros. Ni Horacio Quiroga ni Cézanne ni Verónica Gago ni Robert Graves ni Silvia Federici ni Juan Rulfo ni Francisco Hinojosa y ni siquiera algún best seller oaxaqueño son suficientes para atraer su atención.
Casi al instante, un niño vendedor de mazapanes los retiene, el padre da las bolsas de Liverpool a su esposa y saca de la cartera un billete de cien pesos. Se lo da a su hija y le indica que lo entregue al infante. Por alguna razón, la escena, resultado de una secuencia de imágenes, me resulta grotesca.
De inmediato recuerdo aquella frase del pintor Juan Pablo Castel, protagonista de la novela El Túnel, de Ernesto Sabato: ”La vanidad se encuentra en los lugares más inesperados, al lado de la bondad, de la abnegación, de la generosidad”. Al mismo tiempo pienso en que no todo puede ser blanco y negro, en que los purismos hoy en día sólo nublan el criterio y no nos permiten entender qué diablos sucede a nuestro alrededor. Vuelvo al silencio y a la espera de la primera venta del día.
Entonces ocurre lo inesperado: una psicoanalista anónima prozapatista que vive en Miahuatlán, me solicita algún título vinculado al tema de los insurrectos chiapanecos. Su solicitud es un respiro para mi mala racha, le doy un título publicado por editorial Praxis en 1994: La guerra de año nuevo, crónicas de Chiapas y México. Lo selecciona junto con Plan sobre el planeta, de Félix Guattari, Sé mi cuerpo, de Judith Butler, y el libro azul de Alcohólicos Anónimos. La última selección me asombra, aunque no es la primera vez que la venta de una historia del neozapatismo y una publicación de ese grupo de AA coincide en esta librería ambulante, pero esa es otra historia por contar.
Por el pasillo desfilan televisores de 65 pulgadas, juguetes para reyes y navidad, perfumes de marca, línea blanca en general y hasta limonares de plástico. Pero sobre todo, pasa gente con ropa de oferta: “es lo que más se vende, la gente busca eso, maquillaje y calzado a descuento”, comenta una empleada de Liverpool. “Aquí no hay rebajas, esto del buen fin es un engaño”, refunfuña afuera de los vestidores una clienta mientras se mide un pantalón y se observa en el espejo.
Liverpool y Walmart son las principales cadenas beneficiadas del Buen Fin, según medios nacionales. Eso apenas me preocupa, a pesar de que la prioridad para el público no son los libros, me siento en un fin de semana familiar. Es como mirar hacia dentro, aquí está desde la tía religiosa hasta el abuelo bonachón y cascarrabias, un Oaxaca multicolor que rompe con el mito de la clase media aspiracionista pasiva de José Joaquín Blanco en su crónica “Plaza Satélite” de los años ochenta. Aquí transita la cultura a flor de piel y quien es de Oaxaca sabe decodificarla: un dealer de Santa Rosa asiste con su familia al cine, un exguerrillero vestido de traje compra un elote y un ex secretario de cultura hace como que va a adquirir un libro. Esto y más puede transcurrir en un día. La banqueta de Liverpool es más oaxaqueña que el Centro Histórico.
La jornada está a punto de concluir. He juntado el dinero suficiente para comprar una cafetera para mi librería. Mientras recorro los pasillos de Liverpool viene a mi mente el último comunicado zapatista y la violencia que atraviesa su territorio, el conflicto agrario que hay entre Llano Guadalupe y San Miguel el Grande en la Mixteca oaxaqueña, la nueva caravana migrante que está por llegar al estado, el genocidio palestino, el ascenso de la ultraderecha en Latinoamérica, la Oaxaca mutante en la que el agua escasea y en la que políticos, extranjeros y empresarios acaparan cada vez más territorio.
También pienso en la existencia como una trinchera cotidiana a la que trato de darle algún sentido, y vuelvo a recordar la imagen de aquellas palomas a un costado de Cinépolis.
5 Comentario
H
No sé quien haya redactado esta crónica, pero está por demás decir que ha logrado generar un texto atrapante de inicio a fin.
H
Felicidades a quien redactó esta crónica, está por demás decir que ha logrado generar un texto atrapante de inicio a fin. Me gustaría saber el nombre de la librería ambulante.
Jorge González
Hola, es El Burrito Librería, está ubicada en el Barrio de Jalatlaco pero también funciona como librería ambulante, mi nombre es Jorge González y soy el que dirige el proyecto. Saludos. Gracias por los comentarios.
Ed
El «buen fin» del ocio y el «mal fin» para los textos. Saludos, con ansias de seguir leyendo.
Miguel
Este texto parece un cortometraje del nuevo cine mexicano de los años 90. Gracias, disfruté la lectura.