Una receta y práctica culinaria mexicana resultó seleccionada, entre 13 recetas, para recibir un reconocimiento y un premio de 600 dólares estadounidenses dentro del concurso Sabores Migrantes Comunitarios 2023
Los programas IberCultura Viva, Iber-rutas e Ibercocinas dieron a conocer los resultados de esta quinta edición; estos programas de cooperación entre Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, España, México, Paraguay, Perú y Uruguay buscan promover y fortalecer la diversidad cultural por medio de acciones culturales.
Sabores Migrantes Comunitarios es uno de ellos y premia recetas, sus historias y prácticas culinarias de comunidades migrantes de Iberoamérica, como la de Laura Herrera, afromexicana de la tribu negros mascogos y cocinera tradicional de Melchor Múzquiz, Coahuila, quien fue acredora del reconocimiento como “Buena Práctica de Cocina Migrante Comunitaria Iberoamericana” gracias a su platillo Orejones de calabaza.
En su postulación, Laura menciona que le recuerdan a su abuela, de quien aprendió la receta. “Cuando el cielo se empezaba a nublar, mi abuela ponía los orejones dentro de la casa, cerca de la estufa de leña. Estaban colgados de las vigas del techo y al impregnarse del humo, quedaban ahumados. Aquel es un sabor que nunca voy a olvidar”.
Comenta que el proceso para hacerlos comienza con el preparado de la tierra y sembrando la semilla de calabaza dulce a mediados de febrero, para que, cuando germine la planta, crezca durante aproximadamente cinco meses y resulte en una calabaza madura y dulce para hacer orejones durante el otoño e invierno.
Las calabazas se deben limpiar, quitando la cáscara, semillas y venas. “Los cascos se deben dejar secar por dos o tres días, ya oreados, se cortan en tiras para ponerlos a secar en un lazo a manera de tendedero”. Los orejones de calabaza, explica, se pueden cocinar de dos formas, dulces o salados. “Se pueden hacer caldos con carne de puerco y vegetales como chile, tomate, cebolla, ajo y elote. Mientras que, para hacerlos de manera dulce, se le puede agregar piloncillo, azúcar, canela, anís y clavo para hacer mermelada de calabaza”.
La mexicana explicó que la tradición de deshidratar calabazas para almacenarlas y luego usarlas en tiempos de escasez la adoptaron de sus antepasados, los indios seminoles, “quienes nos acogieron en sus tierras en Florida (Estados Unidos) a cambio de tributos alimentarios y alianzas militares.
Este alimento fue particularmente importante en una de nuestras migraciones, cuando nuestros antepasados tuvieron que irse de aquel territorio porque corrían el peligro de ser atrapados y asesinados. En busca de un mejor futuro, nuestros líderes encontraron rutas para llegar a México. Pasando por Oklahoma, Texas y cruzando el Río Bravo para llegar a Coahuila. En esa travesía, uno de los alimentos a los que les debemos nuestra supervivencia, es la carne seca y los orejones de calabaza, pues ambos eran alimentos ligeros y fáciles de transportar”.
Laura concluye que su práctica culinaria es compartida con el grupo de niñas y niños «Amigos Mascogos», a quienes enseña y comparte recetas tradicionales, a sembrar y a cosechar alimentos.Para conocer más sobre estas y otras acciones visita la página de IberCultura Viva iberculturaviva.org.