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“Otro día de fiesta” para el teatro hecho en Oaxaca

Presentación en Casa Ceiba|Fotografía: Víctor Hugo Semeón

Por: Candelaria López

Quien sostenga que en Oaxaca no se hace teatro o el que existe carece de calidad se equivoca, y ahí está la puesta en escena “Otro día de fiesta”, adaptación de Luis Enrique Ortiz Monasterio a la obra “Fin de fiesta” del actor y dramaturgo istmeño Marco Pétriz, para demostrarlo.

Hace algunos años, viviendo y ejerciendo el oficio reporteril en Jalisco, me sorprendió gratamente el cobijo del Estado y de la Universidad de Guadalajara, pero más aún del público jalisciense a esta disciplina. Temporadas tras temporadas, teatreros locales y nacionales veían, y siguen viendo por lo que sé, reflejado el fruto de su esfuerzo y dedicación en teatros o espacios culturales independientes abarrotados.

De regreso a Oaxaca, y sobre todo ahora que parece haber un resurgimiento del teatro, me pregunto por qué esta disciplina sigue siendo de las más castigadas tanto por el Estado como por el público, pero también por qué hay quienes en medio de la adversidad han sabido sostenerse para sostenerla.

Las razones pueden ser muchas, pero no es el fin de estas líneas ahondar en ello, sino en destacar el trabajo de Marco Pétriz y lo que en 37 años de trayectoria, 35 de ellos con el Grupo Teatral Tehuantepec, ha conseguido junto a su compañera de vida, la también actriz Gabriela Martínez.

De él y su trabajo, quien aquí escribe poco o casi nada sabía, salvo algunas referencias tomadas del libro “Aproximaciones a la desmesura del alma: Crónicas personales de 10 artistas de Oaxaca”, de la periodista oaxaqueña Elisa Ruiz Hernández, y qué bueno que fue así porque el encontrarme con él y con su trabajo de manera inesperada, se agradece, y mucho.

Nadie sabe si la Concha, una alcohólica empedernida, madre de tres hijas y Amanda, un muxe que lo mismo la hace de hijo, amigo y padre sin querer, tienen al Sol o a la Luna por testigo, pero ambos, sentados en una pequeña banca, en algún lugar del Istmo de Tehuantepec comienzan en medio de una fiesta a narrarnos una historia de amistad y amor incondicional, al tiempo que nos permiten conocer o reconocer una parte de esa región del estado, a su gente, sus costumbres, su forma de vivir. El teatro del entorno, el teatro comunitario, como lo llama Pétriz, y por el que dice, ha dado todo.

Supe que hace muchos años que Pétriz no se plantaba en un escenario como actor y que con esta puesta en escena volvía a las tablas. Vaya regreso junto a Gabriela Martínez. Son capaces de hacer reír, a algunos arrancar sendas carcajadas y a otros incluso una que otra lágrima. La fuerza interpretativa en esta tragicomedia demuestra que en Oaxaca también se sabe hacer teatro, y bien.

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