Fernando Solana Olivares
1. Nadie da lo que no tiene, nadie aprende lo que no puede, nadie conoce lo que no comprende. Son aquellos que no entienden que no entienden. Es el caso del gobierno de Salomón Jara, el último en la larga lista del mal fario político y las podridas e incompetentes administraciones públicas que desde hace tantos sexenios padece Oaxaca.
Ese hasta hoy inevitable destino ocurre de nuevo ante un gobierno surgido de Morena cuyo comportamiento se esperaba distinto al de los anteriores, pero que al ser igual a los otros resulta aún peor. El ejercicio caciquil del poder, rasgo estructural de la complejidad social oaxaqueña, se determina por una pulsión autoritaria y antidemocrática de despojo cuyos orígenes pueden encontrarse en la brutal conquista de hace 500 años.
Como otros viajeros en Oaxaca, al visitarla el científico Oliver Sacks pidió una razón frente al abrumador contraste entre la belleza física del lugar, sus riquezas naturales y su profunda desigualdad social. El guía le explicó que la basura en las calles de las ciudades y pueblos recorridos, la suciedad y el descuido de las colinas y campos, la deforestación de los bosques vistos eran residuos del colonialismo y reflejaban la convicción subjetiva que tenía la gente de que todo aquello ya no les pertenecía: “El Estado es enorme, ineficaz y corrupto”.
Así, gobernar en Oaxaca no ha sido nunca (y cualquier excepción sólo confirma la regla) un acto de servir, responder, explicar o rendir cuentas. Gobernar ha sido siempre tener el derecho y la razón. El poder corrompe, estupidiza, confunde. Se asume como un atributo propio y merecido. Pero estas racionalizaciones comunes entre quienes traicionan su encargo son coartadas ante una ilegitimidad que la manera inmoral de ejercer el poder trae consigo. Mal gobernar no es un acto impune. A fin de cuentas el robo no existe, todo se paga. En el octavo círculo del infierno de Dante están los políticos ineptos y corruptos. La enajenación del principio de realidad, base operativa de toda patología, es el inhóspito osario de la historia. La marcha de la locura, llama una historiadora a dicha insensatez autodestructiva.
2. Antropología estupefacta. ¿Cuál es la psicología del poder de un gobernador que compara la protesta pacífica que integrantes de colectivos de derechos humanos y migrantes hacen contra la gentrificación en Oaxaca, el encarecimiento generalizado de rentas, alimentos, servicios, el perjuicio y la discriminación contra los oaxaqueños que eso provoca, con la violencia nazi? “No sé si esto sea una lucha social en contra de los blancos o extranjeros. Muy racista ¿no? —dijo en su conferencia semanal, según nota de Jorge A. Pérez Alfonso—. La lucha racista es repudiable, ahí tenemos el ejemplo de Hitler”. Jara afirmó que los inconformes no tienen razón y que la ciudadanía no los apoya.
La policía estatal detuvo con lujo de violencia a seis de los manifestantes, cuatro de los cuales son integrantes de la Comedora Comunitaria Comamos Todes, un proyecto dirigido a auxiliar a migrantes extranjeros cuyo libre tránsito el gobierno estatal impide. “Ridícula”, llamaron a la acusación de racismo y xenofobia imputada en su contra por Salomón Jara, imitador de los defectos de intolerancia y descalificación del presidente López Obrador contra críticos y opositores, pero carente de cualquiera de sus virtudes y talentos políticos.
Ante las protestas y bloqueos populares por la crónica y ahora más aguda falta del líquido en colonias y municipios de la ciudad sin agua (algunas zonas llevan hasta dos meses de no recibirla), en otra de sus rijosas y autoritarias conferencias de prensa Salomón Jara atribuyó la escasez a fallas en tuberías, pozos y equipos, pero no anunció ningún plan integral para remediar la situación que afecta a los hogares, centros de salud y pequeñas empresas, aunque no a los hoteles ni a los grandes negocios.
Mientras la ciudadanía no tiene agua, las mafias de piperos, cuyos precios han subido exponencialmente junto con las propinas que cobran por llevarla, sí cuentan con ella. Es obvia la colusión que existe entre los transportistas y las autoridades que secuestran un bien público para lucrar con él.
En lugar de estar construyendo presas, represas, bordos, retenes, ollas y zanjas trinchera para captar agua en la próxima temporada de lluvias, o renovando tuberías viejas y reparando equipos de bombeo, según la denuncia de un ambientalista miembro del Colectivo de Organizaciones Ambientales de Oaxaca, el director del Sistema Operador de los Servicios de Agua Potable y Alcantarillado, violando la laicidad del Estado convocó a una misa en las oficinas del organismo para pedir la intervención divina ante la sequía, impartida por el arzobispo de Oaxaca y con la presencia de la esposa del gobernador. En la ceremonia no se rogó a Dios por la elaboración de un plan gubernamental que enfrente el grave problema. Tampoco por la remoción del inepto pero tan devoto funcionario.
3. Hace no mucho tiempo una académica universitaria fue nombrada jefa de un departamento de Humanidades. En plática con sus amigos cercanos describió el encargo como una tarea muy sencilla: “Se trata de decir a todo y a todos que no”. Así le fue al departamento y a los alumnos y profesores que padecieron su gestión negacional.
El lingüista Víctor Vásquez Castillejos, conocido como Víctor Cata, responsable de la Secretaría de las Culturas de Oaxaca, ha perfeccionado esta actitud, pues en su caso la política a la que se ha ceñido es sencillamente no decir nada, ni sí o no. Ignorar con el silencio toda solicitud.
La decepcionante suma de omisiones, desinterés y autoritarismo que caracterizan su gestión (un término en su caso equívoco pues gestión significa el conjunto de acciones que permiten la realización de algo y la Seculta no ha hecho nada que pueda entenderse como tal) es llamativa en tan poco tiempo de encargo.
El nombramiento (sin duda impuesto por el gobernador) de Valeria Sumano Ramírez como subsecretaria de Cultura, una joven de 23 años oriunda de la Ciudad de México sin ninguna experiencia previa ni en Oaxaca ni en el área cultural, cuyo único mérito curricular es ser la sobrina de Jesús Ramírez, vocero de López Obrador. En los meses que ocupó el cargo, Sumano Ramírez fue denunciada por su trato déspota hacia los trabajadores y por sólo dedicarse a realizar videos en Tik Tok. O el arbitrario retiro del premio al artista plástico Luis Fernando Ramírez para elaborar la imagen oficial de la Guelaguetza 2023, a pesar del “fallo inapelable” del jurado calificador integrado a convocatoria de la Secretaría, y luego de la presión de diversas redes sociales. La UABJO exigió, mediante un comunicado, una disculpa pública de los organizadores del concurso y la reparación del daño para el artista. Nada de eso ocurrió. O el tener que declarar desierta la interesante convocatoria “Mujeres en las artes visuales”, a la cual únicamente respondieron seis artistas plásticas entre las varias decenas o más que se cuentan en Oaxaca, debido a una inexistente difusión.
La confrontación y el despido de trabajadores del Taller de Artes Plásticas “Rufino Tamayo” pese a su antigüedad laboral, y con ella la provocación de una crisis institucional que obligó a la Seculta a dejar sin efecto tales decisiones, para llevarla a efecto un mes después. La toma por trabajadores sindicalizados del edificio de la Secretaría en protesta por la violación de sus derechos laborales. La denuncia de despidos de maestros y colaboradores por honorarios de la Casa de la Cultura Oaxaqueña (uno de ellos, quien lo es desde hace diez años, “por no ser oaxaqueño”) y el atraso en el pago de nóminas a la llegada de su nueva titular, Sara Carolina Orozco Martínez, una joven bióloga conflictiva y despótica sin experiencia alguna en el ámbito cultural.
Aunque la Seculta dice no contar con presupuesto operativo, y por ese motivo suele pedir a quienes le solicitan y tienen la fortuna de ser autorizados para presentar libros, por ejemplo, que deberán costear la publicidad del evento, absorber todos los gastos, alquilar las sillas por su cuenta y comprar el papel higiénico para los baños, el año pasado aportó servicios y financió con tres millones de pesos cuando menos la Feria Internacional del Libro de Oaxaca, un rentable negocio particular de la empresa Almadía / Fondo Ventura y de su dueño, el empresario Guillermo Quijas, quien desde años atrás decide unilateralmente la programación del evento y excluye a editoriales independientes nacionales y oaxaqueñas así como a autores no alineados con Almadía. Según lo ha documentado Kurt Hackbarth en Morfemacero, “como en todos los años, la vasta mayoría de los oaxaqueños tiene una sola opción: financiar [con sus impuestos] la feria —incluyendo el fiestón privado y la barra libre VIP en el segundo piso del Centro de Convenciones— y callarse”.
Los museos son otra zona de desastre y desatención crónica. Desde su nombramiento, hace casi dos años, el patronato del Museo de los Pintores Oaxaqueños (MUPO) solicitó entrevistarse con el secretario de Cultura para exponerle la precaria situación económica a la que está sujeta la institución, sin recursos económicos de ningún tipo para traslados y aseguramiento de obra, curadurías y museografías, elaboración de cédulas y hojas de sala, conservación del acervo plástico, insumos para los baños o gastos de mantenimiento. Hasta hoy el patronato del museo, cuyos integrantes financian junto con los artistas expositores las actividades, no ha sido recibido por el funcionario. El gobierno de Oaxaca solamente paga la nómina del personal del MUPO, entre los cuales hay varios aviadores.
El MACO —aquel recinto que por varias décadas fue el centro neurálgico del arte visual oaxaqueño—, luego de la rescisión gubernamental del comodato del edificio a la sociedad civil que lo detentaba sigue cerrado a piedra y lodo, con su valioso acervo plástico en litigio sobre la legítima propiedad y los trabajadores despedidos aún no indemnizados, a pesar de las tronantes declaraciones burocráticas que hace meses anunciaron su “recuperación” para ser “devuelto” al pueblo oaxaqueño. En esta sistemática antipolítica del silencio —un mutismo inescrutable donde seguramente sólo se oculta el vacío—, Seculta no ha dicho nada al respecto, ni cuándo abrirá sus puertas, ni cuál será su destino, ni si todavía hay MACO o ya no.
La institución cultural más antigua de Oaxaca, la Banda de Música del Estado que cuenta con 155 años de antigüedad, también ha sufrido el desdén y maltrato del secretario de Cultura. Desde 2018 la agrupación carece de un sitio propio para ensayar. Ahora lo hace en un local prestado por el ayuntamiento pues la dependencia estatal los había enviado a un sitio carente de techo y expuesto al sol en la Alhóndiga de Antequera, donde todos los espacios techados albergan el Taller Rufino Tamayo. En un reciente mensaje que circula en redes sociales uno de los músicos afectados afirmaba: “Creo que Cata nos envió a ese lugar para atormentarnos, hartarnos y obligarnos a renunciar”. La orquesta no cuenta con apoyos para los conciertos dominicales en el zócalo, una antigua tradición local, y ha tenido que enfrentar los intentos de despido a sus integrantes. En el Centro de Iniciación Musical de Oaxaca también han surgido protestas contra el secretario de Cultura y Artes de Oaxaca.
La comparecencia de Víctor Cata en el Congreso local fue la más breve y menos cuestionada de la glosa del Informe de Gobierno de Salomón Jara. Ante la muy escasa asistencia de congresistas, ni el funcionario ni los legisladores abordaron los tantos conflictos y los llamativos no resultados que su pobre gestión arroja.
4. Incendios (físicos y políticos) desatendidos en todas partes, tareas centrales de gobierno incumplidas, presupuestos públicos cuyo destino es opaco y presumen una alta corrupción, tejidos sociales fracturados y estados de derecho evaporados, acciones dirigidas no a administrar eficazmente y servir a la sociedad sino a conservar electoralmente el poder, autoritarismo constante y mínima capacidad de autocrítica, el panorama oaxaqueño va asemejándose cada vez más a el que estalló en 2006.
Pobre Oaxaca. O Xashaca, como algunos llaman a esa inmerecida, ominosa, creciente oscuridad de un lugar tan luminoso y favorecido pero tan mal gobernado, donde cada vez más parece caminarse a ciegas. La política es el arte de lo posible. La antipolítica es lo contrario: las crecientes catástrofes de esta sinrazón.