Fotografía: Eduardo González|Territorio Score
José Antonio Lugo
I. La función simbólica
Todas las culturas, en todas las épocas, han estudiado el fenómeno astronómico de los eclipses. En el caso del eclipse solar, como el que hemos vivido hace unos días, la Luna «eclipsa» al Sol durante unos minutos. Es una Luna Nueva –como la que hay cada mes. Es más intensa porque nuestro satélite está en el mismo plano y «tapa» al sol. Al no tener la órbita de la Luna una inclinación similar con respecto al plano en el que la tierra gira alrededor del Sol, un eclipse sólo ocurre cuando coinciden estos tres planos, provocando así el ocultamiento, en este caso del Sol por la Luna.
Ahora bien, para todas las culturas, es una lucha entre la luz –el Sol– y la oscuridad –la Luna–; entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo que se encuentra sobre la superficie y el inframundo. En esa lucha de titanes, alguien pierde -se eclipsa- para luego reiniciar un nuevo ciclo, sobre nuevas bases, una vez realizado el ajuste de la pérdida. Se «pierde» algo para dar lugar a un nuevo orden. Se trata de soltar y dejarse poseer por lo nuevo.
Casi todas las culturas han realizado la analogía entre el Sol y los gobernantes. Así, los eclipses solares generalmente «anuncian» el eclipsamiento, la caída, la muerte, de reyes y soberanos, de manera literal o simbólica –una muerte política, por ejemplo–.
II. Para la astrología
En la antigüedad, la astronomía y la astrología eran un solo conocimiento. La astrología fue estigmatizada por la iglesia católica, ya que consideraba que reemplazaba el libre albedrío. Es una interpretación sesgada, porque la astrología no «decide» nada; es como una meteorología –un astrólogo serio puede decirle a un consultante que va a llover, pero no que se va a mojar–. (Sobre los cambios en la manera en que la astrología ha sido percibida, recomiendo Astrología: una historia desde los inicios hasta nuestros días, de Kocku von Stuckrad, publicado por Editorial Herder).
¿Qué es entonces la astrología? Es una hermenéutica analógica, en otras palabras, es una interpretación basada en la analogía entre lo que sucede en el cielo y lo que acontece en la tierra. Así de sencillo. Ahora bien, los griegos fusionaron los planetas con las características que le otorgaron a sus Dioses. Así, como Marte es un planeta físicamente rojo, lo asociaron con el dios de la guerra; como Júpiter es el planeta más grande del sistema solar, con Zeus y así sucesivamente. Y le asignaron un día de la semana a cada uno de los cuerpos celestes, incluyendo las luminarias, de modo que el domingo, día del señor –Domine– es el del Sol; de la Luna, el lunes; Marte, martes; Mercurio, miércoles; Júpiter, jueves; viernes, Venus, y Saturno, sábado.
Carl Gustav Jung, el discípulo renegado de Freud, creó el concepto de arquetipos. Un arquetipo es un símbolo que concentra de manera pura un significado. Los planetas en la astrología son arquetipos. Al final de su vida, Jung afirmó que los arquetipos eran «energéticos». Eso es la astrología, el estudio de una danza continua de arquetipos energéticos.
¿Sale energía de los planetas? Del Sol, obvio. ¿Y de los demás? No en un sentido físico; sí en un sentido simbólico. Los símbolos son poderosos y el inconsciente puede conectarse con esos arquetipos, inclusive, para una sanación simbólica.
Sanación que realizaban en la antigua Grecia los iatromantis, los sanadores que, al tiempo que sanaban decían a las personas su mancia, cómo iba a ser su futuro. Sobre estos sanadores, consultar Realidad, el extraordinario libro del estudioso de los presocráticos Peter Kingsley (Editorial Atalanta). Es lo que hacen, hoy, chamanes, astrólogos y terapeutas serios.
III. Los eclipses en astrología
Hay una abundante bibliografía sobre el tema en inglés. Recomiendo Eclipses: predicting world events & personal transformation, de Celeste Teal (Llewelynn, 2006).
Para la astrología seria, estos fenómenos nos conducen a una diferente manera de ver y aprehender la realidad, a partir de que, de manera simbólica o real, algo se eclipsa pero, paradójicamente, nos permite ver más allá de nuestra vieja manera de ver las cosas, una mirada, después del eclipse, obsoleta y poco útil. Lo anterior sucede a nivel planetario, de las naciones, los colectivos y a nivel personal.
El último eclipse solar total que tuvo lugar en México fue en 1991. Yo trabajaba en Palacio Nacional. Salí al Zócalo… Bajó la temperatura, los pájaros volaron, se produjo un ominoso silencio, se hizo de noche. Se considera que la duración de la influencia de los eclipses puede durar hasta tres años y medio y, como hemos dicho, anuncian que los gobernantes se eclipsan. Dos años después Salinas se eclipsó después de la muerte de Colosio, un sol neonato.
El eclipse del lunes 8 de abril de 2024 debemos leerlo en términos hermenéutico-simbólicos. Nos brinda la oportunidad de deshacernos de la tierra baldía, de lo yermo, de lo que ya fue. Al estar en el eje Aries/Libra, nos permitirá abrirnos a una nueva interpretación de nuestras relaciones con uno mismo, con los demás, con nuestros amores, con el planeta, en aras de una resignificación que deje atrás la oscuridad y trace nuevos caminos luminosos. Que así sea.