Por Rodrigo Islas Brito
Furiosa es toda la furia acumulada del mundo. Es la saga de la venganza brutal que deviene en un día de desiertos y soles ardiendo como parábola bíblica. De encuentros brutales en el yermo.
El australiano de 79 años, George Miller, ha convertido su saga de Mad Max, iniciada en 1979, en una especie de cover involuntario de la monumental Intolerancia (EUA- 1916), gloria narrativa de la época muda del creador del caleidoscópico cinematográfico emocional, DW Griffith, donde todo parece estar pasando al mismo tiempo, en todos los rencores y en todos los siglos posibles.
Furiosa, de la saga de Mad Max (EUA, 2024) no es mejor que la bomba que la precede Mad Max, furia en la carretera (EUA, 2015) pero no por eso resulta menos trascendental en su manera de describir los acordes salvajes de este calientísimo apocalipsis lento en el que todas, todes y todos estamos ya viviendo. Con temperaturas diarias que escalan luego hasta más allá de los cuarenta grados.
Todo se está rostizando en Furiosa, igualito que con nuestros cuerpos. La historia es una revancha apocalíptica a la vieja usanza. De un forajido feudal y payaso con forzada nariz aguileña, interpretado por un muy fornido Chris Hemsworth ,que histriónicamente se mueve entre lo insoportable y lo sublime, que ha de ser cazado por la mujer a cuya madre asesinó., Furiosa, interpretada de niña a adolescente de manera incandescente por la joven Alyla Browne durante casi la mitad de la película, y perfeccionada en su edad adulta por una sobrehumana Anya Taylor Joy.
Hay mucha irregularidad en Furiosa, extractos que pecan de monótonos, confusos e incluso inexplicables. Es cierto que en ocasiones la pantalla azul se ve por todos lados, y que en otras el desierto se vuelve de plástico. Pero hay algo que también duele mucho, esa endiablada y arenosa profecía sobre el caos, la velocidad y la sangre de un mundo en el que el universo Mad Max empezó como una ficción y hoy ha terminado por ser un símil de los inhóspitas que se están volviendo nuestras prácticas sociales.
Feminista, reflexiva, con toques a lo Ingmar Bergman, pide perdón en el desierto; la ocre y muy violenta nueva sinfonía del genial George Miller, es una carta de amor al cine, a la explosión, al torbellino, al sol que destruye y que traza el camino. ¿Al caer el mundo frente a nuestros ojos, cómo debemos enfrentarnos a sus crueldades? Es la pregunta con la que da inicio esta fábula demente y febril. La respuesta nos encontrará.