Miles de personas migrantes de Centro y Sudamérica, así como del viejo continente, están cruzando por distintas regiones de Oaxaca como la Costa, Valles Centrales, Mixteca y otras, debido a que consideran que son rutas más seguras para llegar a su destino: Estados Unidos, de acuerdo con testimonios recabados por la Organización Internacional de la Migración (OIM).
Sin embargo, para poder avanzar por estos caminos se enfrentan a otro tipo de riesgos: hacinamiento y accidentes viales, entre ellos. Muchos migrantes usan servicios de transportes viejos que no cuentan con los permisos necesarios de la Secretaría de Infraestructuras, Comunicaciones y Transporte y Registro Público de Comercio, es decir unidades que trabajan en la ilegalidad.
Para continuar su ruta, el precio suele ser muy caro y aunque pagan un alto costo económico para poder llegar a su destino, algunos no tienen futuro, ni retorno.
Pasajeros invisibles
Frente al local de la empresa de paquetería Aubiasi se estaciona un autobús que, a simple vista, parece común. Son las 9:50 de la noche. Decenas de personas comienzan a subir. Entregan su boleto al encargado. Contrario a lo común, él no lo rompe o le deja una mitad y se los regresa, se queda con el boleto completo.
Adentro, una persona “pasa lista”, mientras las personas se acomodan en sus lugares. Entre los asientos, sin cinturones, hay menos de un metro de separación.
Otra persona de la empresa vierte un aromatizante en el suelo para eliminar el olor a humedad y otros que podrían no ser agradables en un viaje de aproximadamente 6 horas y media.
El chofer no avisa cuál es el destino, si habrá paradas o la hora estimada para llegar a su destino final. Para las personas que arriban aquí esto es algo común, consideran que por los 300 pesos que han pagado o 500 en caso de viaje redondo, no tienen derecho a esos “lujos».
El autobús arranca a las 10:20 pm, todos se sientan, algunos duermen, avanza, pero menos de un kilómetro después, el vehículo se apaga por completo. El motor no suena, no hay luz dentro del autobús. Nadie reprocha, al parecer es algo muy común en este medio de transporte. Dos minutos después comienza el viaje.
Las condiciones del vehículo no siguen con lo estipulado en el artículo 35 de la Ley de Caminos, Puentes y Autotransporte Federal que establece que deben cumplir con la verificación técnica de su condiciones físicas y mecánicas, así como obtener la constancia de aprobación correspondiente con la periodicidad y términos que la Secretaría establezca en la norma oficial mexicana respectiva.
Unos 30 minutos después, tal vez un poco menos, llegan a la primera caseta ubicada en el municipio de San Pablo Huitzo. El autobús pasa y luego se detiene por completo. Una mujer vestida de color verde militar sube al autobús, su ropa tiene una bandera de México bordada en el hombro. Es del Instituto Nacional de Migración (INM).
Personal de migración dentro de autobús Aubiasi. Foto: Ana Lilia Pacheco Bautista
No dice nada. Con una lámpara en mano mira y enfoca de izquierda a derecha como si buscara a alguien. Recorre todo el autobús y minutos después se baja, al parecer sin lograr su objetivo.
La mujer buscaba a personas migrantes basándose en prejuicios de tipo de vestimenta, tez de piel y forma de hablar. Así suben los agentes migratorios a todos los autobuses, sean de líneas conocidas y regularizadas, o vehículos que no estén rotulados, como es este caso.
Este tipo de transporte es el más común para quienes buscan llegar a Estados Unidos, pues empresas como ADO les advierten que necesitarán sus permisos, como el CBP One, en caso de que existan operativos.
Las otras opciones para llegar a la Ciudad de México, de donde seguirán su ruta a Estados Unidos, son caminando o pidiendo un ride. Las autoridades estatales sólo en dos ocasiones han ofrecido transporte cuando llegan grandes caravanas, la última fue en mayo de 2024.
María es una mujer que viaja con tres hijos dos hombres y una mujer, todos adolescentes. Vienen de Venezuela con esperanzas de llegar a Estados Unidos. Salieron desde noviembre de 2023 de su casa, 10 meses después, sólo han logrado llegar a Oaxaca.
María cuenta que ha sido difícil cruzar cada país, y en el caso de Oaxaca, lo más complicado es conseguir un boleto para viajar en autobús. La línea ADO, que circula por el sureste del país, no se los vende si no tienen documentos y en el caso de líneas como Aubiasi o Aubiasis, el costo es de 2 mil 800 pesos por persona y este no garantiza que llegarán a su destino, pues corren el riesgo de que el personal de Migración los baje, sin respetar su permiso temporal para circular por el país.
“Imagínate cuánto dinero necesitamos nosotros que somos cuatro. Aquí no nos han dado trabajo como cuando estuvimos recogiendo mangos en San Pedro Tapanatepec, ahí nos querían mucho, más a mis hijos, y nos pagaban bien. Así pudimos llegar aquí (Oaxaca de Juárez) ”.
Cancha en la que vivieron María, sus hijos y otras personas que comparten el mismo sueño. Fotos: Emilio Morales.
Durante los primeros días de octubre de 2024, María y su familia se quedaron por más de 10 días en una cancha de tenis ubicada a orillas del río Atoyac, un afluente contaminado, que huele a heces fecales, es el único lugar que vieron como posibilidad de estar “a salvo” mientras consiguen dinero en las paradas de la capital de Oaxaca, para continuar su camino hacia el norte; Pero, horas después de visitarlos, fueron desalojados de este lugar.
María y sus hijos anhelan subirse a uno de los vehículos de Aubiasi, desconocen el peligro de usar estos vehículos. La mujer desconoce que la empresa Aubiasi y otras ocho más que transportan pasajeros a bajo costo, fueron clausuradas el 12 de octubre de 2024 por las autoridades municipales y estatales, debido a que no acreditaron ni técnica ni legalmente que pueden ofrecer este servicio.
1 Comentario
Elisa
Es ver la perspectiva del proceso migratorio de una manera diferente ,ver qué en busca de un sueño tienen que atravesar circunstancias económicas y físicas deplorables es muy difícil.