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Con la temporada de estiaje, el problema del abasto de agua se agudiza en Oaxaca desde noviembre de 2024. Esta escasez no es cuestión de temporadas, sino una crisis agravada año con año. Exige soluciones de largo plazo, más allá de las que anuncian y promueven las autoridades: no es la solución construir presas, programar sin presupuesto saneamientos de ríos, o establecer plantas de tratamiento de aguas que carecerán de mantenimiento.
Es claro: las soluciones a este problema mundial no vendrán del gobierno mexicano. Sin importar signo ni partido, la clase política en México y en el mundo carece de conciencia ecológica. Al poder no le importa la calidad de vida de la sociedad, sino la perpetuación de individuos en cargos públicos. Los intereses políticos se apartan de los intereses de la humanidad, en el problema del agua y en casi todos los demás: economía, seguridad, salud.
En Estados Unidos esa profunda brecha entre pueblo y poderosos ha producido ya una respuesta estremecedora: la ejecución de un poderoso que, al lucrar con la salud pública, condenó a cientos de personas a una muerte lenta y dolorosa, o a la sobrevida con deudas impagables.
En México, ningún individuo ha tomado el exterminio de magnates o políticos como medida contra la desigualdad social, porque la sociedad mexicana no es violenta, pese a la mala fama que le atraen feminicidas y grupos del crimen organizado (entre los cuales se insertan, sin rubor, integrantes de las clases política, empresarial y académica).
Una mayoría de mexicanas y mexicanos aún cree que la calidad de vida de la sociedad pasa por procesos de diálogo, por la búsqueda de soluciones pacíficas y por el surgimiento de respuestas creativas a problemas que parecen insolubles.
En el pueblo de San José Hidalgo, muy cercano a la capital de Oaxaca, el Festival de arte, cultura y tradiciones Encuentro de Almas, organizado cada año por Ex Hacienda San José Centro Cultural, convocó en diciembre a 29 artistas para integrar la exposición colectiva Trazos de Agua, a fin de examinar con perspectiva artística el tema del agua.
El resultado de esta convocatoria es una muestra de espectacular belleza. A la calidad de las obras reunidas se une la magnificencia del espacio en que se exhiben las obras: un antiguo depósito de granos que lleva el nombre de El Gavillero, cuyas altas paredes permiten que las obras luzcan en despliegue flotante, fulgiendo en el dilatado espacio. Amplitud difícil de obtener en los espacios convencionales de museos y galerías de arte.
La selección de obras fue posible gracias al altruismo de las y los artistas que contribuyen a esta muestra: Fernando Aceves Humana, María Rosa Astorga, Lyndell Brookhouse-Gil, Mauricio Cervantes, Víctor Chaca, Carla Chávez Cruz, Itzmalli Coca, Mateo Gabayet, María García, Carlos Raymundo Gómez, Raúl Herrera, Peace KAT, Ivonne Kennedy, José de Luna, Cristina Luna, Maries Mendiola, Deyvis Mendoza, Pedro Mendoza, Jorge Pablo, Bernardo Porraz, Shinzaburo Takeda, Christian Thornton, Dagoberto Teahulos, Jorge Hilario Toledo Luis, Hugo Tovar, Crispín Vayadares, Arturo Vega, Soledad Velasco y Siegrid Wiese.
Al conjunto de casi cuarenta piezas que se muestran en la exposición, contribuyen algunos de los decanos de las artes plásticas en Oaxaca: Shinzaburo Takeda (1935), Raúl Herrera (1941), Víctor Chaca (1948); maestros de generaciones de artistas en Oaxaca, sus obras individuales destacan por la propuesta formal, el dominio de colores, composición y técnicas. Se suman jóvenes maestros: Christian Thornton, innovador artista del vidrio y el metal, contribuye con una gran escultura. Se incluye, asimismo, una obra del pintor Crispín Vayadares, fallecido prematuramente, cuyo legado plástico es de singular coherencia.
Raúl Herrera, por cierto, observa la importante contribución de las mujeres artistas en esta muestra y el panorama de las artes en Oaxaca: mientras muchos de sus colegas hombres suelen sitiarse a sí mismos en la figuración, las mujeres en sus obras desafían convenciones, imposiciones del mercado y más prejuicios, con versátiles propuestas.
Maries Mendiola presenta un inquietante dibujo de gran formato que integra a la discusión, de manera sutil, el problema de los feminicidios; Cristina Luna celebra la vida marítima con la imagen de una familia de ballenas; Soledad Velasco juega con símbolos del erotismo oriental (el pulpo) y la resiliencia (una buceadora con escafandra) en una pieza que privilegia el expresivo y vigoroso dibujo, restringiendo colores para una mayor contundencia.
María Rosa Astorga, gran paisajista, presenta dos obras gráficas de sobria serenidad: la imagen de un cenote y un homenaje a la memoria de su hija, pieza en la cual la restricción del colorido suscita conmovedora sublimación; Ivonne Kennedy recrea los diferentes estados físicos del líquido en su rutilante composición de formas geométricas, que admiten lo etéreo de la evaporación; Siegrid Wiese lleva la abstracción de su figuración fantástica a un gran nivel, apoyándose en cálidas tonalidades rojas y amarillas.
Peace KAT, artista de larga trayectoria que recién da a conocer la vastedad de su obra, aporta una inteligente mirada devocional al tema del agua; Lyndell Brookhouse-Gil, Itzmalli Coca y Carla Chávez Cruz hacen denuncias frontales sobre el saqueo a los recursos acuíferos, mientras que María García crea un personaje que rememora su relación con el agua mediante gráficas e instalación audiovisual.
La participación de los artistas plásticos no es menos importante: destaca la aportación de Fernando Aceves Humana, con un deslumbrante paisaje de agua en el bosque; Mauricio Cervantes, con cuatro piezas de gráfica digital en alta resolución que previamente exhibió en la Bienal de la Habana; Bernardo Porraz, quien retrata la prestancia de los cuerpos de agua en paisajes urbanos; Jorge Pablo, con una bella escultura en cerámica fuliginosa, y Hugo Tovar, con un gran ensamble de materiales reciclados en los que el humor enfatiza la denuncia sobre el saqueo de los recursos hídricos.
El escultor Pedro Mendoza contribuye con cuatro guardianes del agua, ensambles de cráneos bovinos sobre estructura de madera y arpillera; Mateo Gabayet presenta una pieza monumental que subraya la responsabilidad de una empresa refresquera en el saqueo de los acuíferos; los jóvenes artistas José de Luna, Dagoberto Teahulos, Arturo Vega, Carlos Raymundo Gómez, Deyvis Mendoza y Jorge Hilario Toledo Luis aportan asimismo sus visiones sobre el agua al conjunto de la exposición.
Hace un siglo, en 1924, mientras paseaba por los estanques de sus jardines en Giverny, Claude Monet le confió al novelista Marc Elder sus experiencias como pintor en el río Sena: “¡El paisaje era admirable! Más tarde hice construir un taller en un barco. Era una especie de cabaña bastante grande, se podía dormir allí. Viví allí, con mi equipo, observando los efectos de la luz de un crepúsculo a otro…”.
Es probable que las artistas y los artistas congregados por la exposición Trazos de agua,en Ex Hacienda San José Espacio Cultural, no hayan pintado sobre una embarcación en el agónico río Atoyac de Oaxaca. Sin embargo, sus creaciones nos hacen compartir la fascinación que los artistas han sentido a lo largo de la historia por océanos, ríos, arroyos, lagos, lagunas, cenotes y estanques. Hasta el 9 de febrero de este año, en la magnífica galería El Gavillero, nos invitan a compartir sus admirables imágenes y a valorar la importancia del líquido elemento para nuestro goce, nuestro sustento y la pervivencia del mundo.