Marianne, de 17 años de edad, se “dedicaba” a ser “influencer” difundiendo videos sobre “moda, belleza y estilo de vida”. Aprovechando que se convirtió en madre de una niña que tiene seis meses de nacida, promovía artículos para bebés; Rodolfo “Fofo”, de 26 años, autonombrado “niño millonario” presumía su estilo de vida derrochador y también se “dedicaba” a ser “influencer”. Marianne y “Fofo” están en la cárcel por agresiones peligrosas a mujeres.
El 22 de febrero de 2024 “Fofo” le propinó una golpiza a una mujer porque el vehículo de ella golpeó la unidad en que viajaba el joven. Tras darle un golpe en el rostro y derribarla, el “niño millonario” entrenado en artes marciales pateó a la mujer mientras estaba tirada en el piso. Cuando algunas personas acudieron a defender a la víctima, el “niño” les lanzó patadas y manotazos antes de huir. Después un proceso que duró casi un año, “Fofo” fue condenado a 17 años de cárcel por su cobarde ataque.
Cuando está por cumplirse un año de esa nefasta agresión, la joven Marianne, el 6 de febrero, acudió a un condominio para encontrarse con el padre de su hija y allí, al ver a Valentina, la nueva pareja de su ex novio, la atacó no menos de trece veces con dos cuchillos, ante una aterrorizada amiga de la víctima a quien amenazó con matarla si intervenía.
El relato del ataque es no menos aterrador: “Después de qué le atravesó la mano, se la agarró y se la empezó a cortar, después de haberle clavado el cuchillo en el pulmón, en la pierna, en el pecho, en la nuca, y le cortó la cara, y cuando término de acuchillarla, se paró y la empezó a grabar y le dijo: ¡Eso te pasa por puta!”.
Mientras Rodolfo “Fofo” quizá pase al menos diez años en la cárcel (si es que demuestra buena conducta), Marianne podría librar el encierro por ser menor de edad, pese a la gravedad de las lesiones que infligió a la joven Valentina, apenas un año mayor que ella, hoy yaciente en coma inducido en un hospital.
Hijo del difunto empresario Rodolfo Márquez y de Sandra Pérez, “Fofo” es un ejemplo del juniormexicano criado sin ningún límite ni restricción. Representa el reverso de lo que la clase privilegiada mexicana quisiera presumir, pero en realidad personifica su profunda podredumbre.
El “influencer” difundía videos en los que presumió haber gastado 950 mil pesos en una parranda (“después de eso me anexaron”, comentó), de comprar mascotas prohibidas que costaban fortunas y de tener como amantes ocasionales a “influencers” muy conocidas. En uno de sus videos alardea: “Famoso, poderoso, millonario, con buen cuerpo, o sea, neta, soy dios… conmigo nadie se puede comparar, no hay ser humano más perfecto que yo”.
Por su parte, la menor de edad Marianne se hizo conocida por sus videos sobre “estilo de vida”, lo cual, en los términos de estos jóvenes de pésimo comportamiento, implica no sólo dedicarse a la frivolidad y los excesos, sino a la agresión violenta contra personas que les resultan antipáticas. El homicidio puede ser, para ellos, parte de su estilo de vida.
“Fofo” habló con desparpajo, en sus videos, de la posibilidad de mandar a sus guardaespaldas a golpear a quien le pareciera irrespetuoso. En una grabación que la autoridad tiene pendiente validar, se escucha la presunta voz de Marianne diciendo “Neta no te va a convenir que te metas con nosotros porque yo tengo un chingo de paro y tú lo sabes. He quemado un chingo de gente y entonces no te conviene que te metas con ellas. Yo digo que le vayas bajando de huevos, que bajes las cosas porque neta te va a ir muy mal. Tengo hasta amigos narcos que te pueden hacer cosas, mejor bájale de huevos…”
Jóvenes criados en el lujo, la frivolidad y la absoluta falta de empatía con las personas con quienes conviven. Jóvenes entrenados para hacer de su cuerpo un arma o para usar armas contra personas inermes. Jóvenes criados para abusar de sus privilegios, de su fuerza física y de las armas que puedan conseguir (incluyendo a otros seres humanos, como los tristemente célebres “guaruras” y, ahora, hasta sicarios).
Más allá de la responsabilidad individual que puede atribuirse a Mariane y Fofo, resalta la irresponsabilidad de sus padres, que en vez de enseñar a sus hijos e hijas empatía con las personas, los alientan o simplemente los descuidan, al grado de que estas y estos jóvenes asumen como derecho agredir con saña a otras personas, a otros seres humanos.
La víctima de Fofo se recupera de sus lesiones corporales, pero no puede superar las heridas anímicas que le produjo el ataque del joven y el posterior acoso de la familia, al sostener un proceso judicial a fin de exigir castigo para el agresor. Cuando la sentencia contra Fofo fue dada a conocer, la madre del agresor confrontó a la víctima con una mirada de odio. No se disculpó, no pidió perdón, no reaccionó con responsabilidad. Quiso transmitir a la agredida que la familia del atacante es asimismo violenta, despiadada, inhumana.
La familia de Marianne, ¿qué le dirá a la joven atacada que yace en coma en un hospital? ¿Tendrá el gesto mínimamente humano de disculparse? ¿O elegirá hacer sentir a la familia de la casi exterminada víctima su odio porque se consideran superiores a ellos?
Los “influencers” desquiciados son el producto de familias que nunca aplicaron la sabia máxima de enseñar límites a los hijos e hijas desbordados por la sensación de que sus fortunas los hacen superiores. Como erróneamente vociferaba el Fofo: “soy dios… conmigo nadie se puede comparar, no hay ser humano más perfecto que yo”. Alguien en su familia debió advertirle que es un simple mortal y ha de responder por sus actos y sus dichos ante la sociedad, que parece aplaudir esos desplantes. Alguien debió advertir a Marianne contra el uso de cuchillos para solventar cuestiones pasionales o sentimentales.
Estos ejemplos lamentables de una sociedad que fomenta la frivolidad, el clasismo, el racismo y otras formas de violencia, debieran poner un freno al narcisismo rabioso de estas y estos jóvenes que se creen con derecho al asesinato para reforzar su lamentable autoimagen de “dioses” y “amigas del narco”. Nadie está por encima de la ley, eso es sabido. Debiéramos cobrar conciencia de que nadie está por encima de la humanidad. Eso urge.