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Oaxaca de Juárez es el centro visual de muchos procesos sociales que suceden alrededor del estado. Un estado que no deja de ser centralizado a pesar de su división regional o municipal. ¿Qué sucede en otras regiones? Lo ignoramos los vallistas, hay una ausencia de comunicación certera entre regiones. Es necesaria una protesta con recursos visuales poderosos para que signifique algo más que un bloqueo o un plantón.
En una conferencia de Joan Fontcuberta en el 2018 en el Centro de la Imagen, sobre el gran hermano, un régimen de vigilancia pública permanente a través de dispositivos visuales, mostraba con ejemplos, cómo las noticias de las manifestaciones más importantes a nivel mundial estaban respaldadas por imágenes de protesta con una estética lo suficientemente fuerte como para sobresalir entre todas las muestras de indignación que acontecen todos los días alrededor del mundo.
Es decir, que no basta con protestar con el sentimiento legítimo de indignación e injusticia. Además de eso, hay que contar con un buen equipo de gente creativa que sepa de fotografía para construir un registro estético tan fuerte como para que nuestra causa sobresalga entre todas las causas, lo suficiente como para causar conmoción pública y, por tanto, preocupación al gobierno.
Protestas, bloqueos, huelgas individuales o colectivas hay todos los días, porque injusticias hay cada segundo. La indignación por problemas en el sector público de salud, por la inseguridad, el nepotismo y la corrupción, no son suficientes. No basta con una marcha por la revocación de mandato, como algunos proponen, porque la protesta se ha normalizado en el mundo, pero en particular en el estado de Oaxaca.
Por ejemplo, la marcha contra la gentrificación que sucedió hace un año, bien pudo haber pasado desapercibida como una calenda más, porque llevaban banda y otros elementos asociados a esta práctica. Lo que llevó a esta protesta a estar en el ojo del mundo fue la detención arbitraria de algunos de los participantes de esa marcha. Ese pequeño clip de apenas unos segundos, grabado con celular, fue aquello que detonó la indignación, la solidaridad, pero también la burla, el morbo: tristemente, así funcionan los temas públicos.
Las calles del centro histórico están plagadas de mensajes. Hay quien piensa que las calles hablan, y que en sus paredes se encuentran expresados los sentimientos del pueblo. Además de estos mensajes, hay que notar que el centro también está lleno de galerías-talleres de artes visuales, de gráfica en particular.
La gráfica oaxaqueña está asociada a la protesta, particularmente, desde el conflicto del 2006. Muchas fotografías e imágenes circulaban por las redes y televisoras que cubrían el conflicto civil, hoy llamado magisterial. Las técnicas asociadas a la protesta no solo eran potentes estéticamente, también eran fáciles de aplicar y de replicar. La practicidad, la resistencia y el arte encontraron una armonía que fundó las bases de lo que actualmente impera en todas las calles del centro histórico de la ciudad: la estética de la resistencia.
Entre los mensajes que encontramos podemos destacar la novedad, la resistencia contra el turismo y la gentrificación, uno de los principales problemas que aqueja esta nuestra ciudad, y que avanza poco a poco alrededor de todo el estado, con formas particulares asociadas a la producción de mezcal o a la lotificación, por poner un ejemplo. Pero, ¿cuál es el impacto real de estos mensajes?, me pregunto mientras veo a extranjeros tomando y tomándose fotos en estas paredes, para subirlas a Instagram, acompañadas de mensajes que fomentan esta experiencia cultural y de resistencia que nuestro estado les ofrece. “Gringo go home”, pero no te vayas sin comprar un grabado.