Rocío Flores
OAXACA, Oax. El acto de la Guelaguetza, un sentimiento de hermandad y de compartir la naturaleza y la vida aún vive en las poblaciones de Oaxaca; el Lunes del Cerro es una muestra de ello, que se adorna con la fiesta, con los sones, fandangos, chilenas, y demás bailes de las regiones, que contagian y hacen despertar las emociones.
Ayer, el sonido del caracol anunció la llegada de la edición vespertina del Primer Lunes del Cerro y saludó a los participantes de la fiesta.
Desfilaron en la otrora Rotonda de las Azucenas las jóvenes mujeres y hombres integrantes de las delegaciones, chirimiteros abrieron paso a las Chinas oaxaqueñas de los Valles Centrales, luego el sonido de las jaranas acompañó el corte de la piña y el zapateado de Loma Bonita.
De la Danza de los Rubios que acompañaba el arreo del ganado en Santiago Juxtlahuaca Mixteca, al ritual de la boda de San Antonio Castillo Velasco, pasando por el simbolismo de Huautla de Jiménez, y hasta “la llevada del Guajolote” de Ocotlán de Morelos, todas las representaciones merecieron el aplauso de al menos nueve mil asistentes.
Oriundas de San Juan Bautista Tuxtepec, llegaron las mujeres de la región de la Cuenca, el anuncio fue el preámbulo de la ovación a la sincronía de sus bailes, a su ritmo y alegría. Miles de flashes de teléfonos celulares se encendieron para fotografiar o para grabar la Flor de Piña.
San Andrés Huaxpaltepec, de la región de la Costa mostró también su fandango; luego vinieron las letras de José López Alavez, el espectáculo cambió de escenario, estaba en las gradas del auditorio, todos ondeaban sus sombreros y entonaban la nostálgica Canción Mixteca que recibió a la delegación de Huajuapan de León y el Jarabe Mixteco.
La Sierra Sur también dio muestra de su folclor con la delegación de Sola de Vega con su fiesta solteca; San Blas Atempa y las Velas de Santiago Apostol, la Costa con sus chilenas, todas las delegaciones participaron entusiastas sin importar la amenaza de la lluvia, el sonido deficiente, o haber pasado el escrutinio de los jueces.
Llegaron todas y todos a compartir, una muestra del ánimo, de los ritmos, de algunos alimentos, vinieron a Oaxaca con el deseo de que viva la Guelaguetza, a ofrecer lo que en una concepción más amplia podría significar una actitud de compartir la naturaleza y la vida en la fiesta.