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¿Puede un artista vencer el miedo a enseñar?

Fotografía: Carmen Pacheco

Olegario Hernández asegura que lo fundamental en un artista es no tener miedo a enseñar, que es artista quien supera ese temor. Como trabajador del arte 一dice一 se tiene que aprender a controlar esta posible sensación de que te puedan superar y seguir enseñando.

Mientras nos comparte su pensamiento, Olegario huele la jícara que tiene entre sus manos, su vista se pierde en el mezcal que contiene, lo mueve ligeramente en espiral, como si estuviera removiendo el tiempo, luego cuenta que cuando tenía como seis o siete años quería aprender a grabar, pero no le enseñaban.

En su pueblo, Pinotepa de Don Luis, había muchos jicareros grandes, las mujeres tejían, pero la mayor parte de los habitantes hacían jícaras. “Nadie pagaba porque antes era muy barato. Se trabajaban por gruesas (doce docenas). Yo participaba porque quería aprender, pero no enseñaban, dejaban de trabajar cuando uno llegaba”, relata el artista, mientras va de un lado a otro tratando de acomodar un poco su taller, donde ya nos hemos instalado dos intrusas con grabadora y cámara fotográfica.

Olegario va de una ligera tartamudez 一por un aparente nerviosismo一 a una plática fluida, cuenta que, en su deseo de aprender, pidió a su madre que lo dejara salir de su pueblo, pero no se lo permitió porque no hablaba español, solo el mixteco.

Salió de su casa, ubicada en la Mixteca de la Costa, cuando tenía 19 años y después de estar en Chilpancingo, Guerrero y la Ciudad de México, llegó a Guadalajara, donde logró ingresar en la Escuela de Artes Plásticas.

De 1991 a 1996 vivió en casa de un pintor y su esposa, quienes le ofrecieron techo y comida, a cambio de barrer su patio, arreglar su jardín y lavar su carro. Después de cinco años regresó a Pinotepa de Don Luis y comenzó a enseñar algunas técnicas a los muchachos del pueblo.

“Me decían, no enseñes porque te costó, al rato tú no vas a hacer nada. Entonces les dije, hay que enseñar porque si San Pedro me llama pronto, me llevo lo que sé y para que lo quieren allá”.

Una vez que enseñó en su pueblo el grabado de las jícaras y la experiencia adquirida en la escuela de Artes Plásticas vino a la ciudad de Oaxaca.

“Enseñé un poco y me hice a un lado, porque si no iba a empezar a competir con ellos. Los dejé solos”, cuenta, al tiempo que da instrucciones para colocar unas sillas a dos jóvenes estudiantes de artes de la Universidad de Oaxaca que ahora son sus nuevos pupilos.

Olegario siguió con el grabado, aguafuerte, aguatinta, xilografía y finalmente en 2010 logró una técnica propia que ahora es llamada la litografía de manera negra de Pinotepa de Don Luis.

Visiblemente relajado por el efecto del mezcal y las historias que se van tejiendo entre sus alumnos, una amiga, las dos reporteras, y ahora un vecino que se ha sumado, el artista baja aquella gran garrafa de mezcal que cambió por una obra de arte, señala a la mesa 一ya más ordenada para ese momento一 y suelta: “es la mejor para la litografía porque tiene temple  y aguanta bastante”, dice refiriéndose a las gubias que usa desde 2010.

“Me costó bastante porque tuve que investigar qué metal podía aguantarme más en la piedra y fue el cúter, probé cuchillo, acero, las aspas para licuadora, pero no me aguantaron en la piedra”, comenta.

Con las gubias en mano, el artista se extiende en la charla, de pronto se come dos o tres letras, tal vez porque aprendió a hablar primero en Mixteco y traducir su pensamiento le cuesta más con el sabor del mezcal en la garganta. Quizá. Pero aun así nos cuenta sobre los temas que han orientado su quehacer en los últimos años.

Dice que todo depende de cómo está, de lo qué está pasando, el tema de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, por ejemplo, está plasmado en una de sus últimas piezas titulada Mentira. En ella, Olegario igual que muchos otros artistas gráficos contemporáneos, refleja la conciencia del arte y la visión que tiene de la sociedad, de la naturaleza y de la política del país.

Sobre su pieza plasma la visión sobre los jóvenes desaparecidos en septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero y  a la par de la estética de su obra, está visible una cuestión política y social.

“Quieras o no también estas penetrado en esos temas, yo pienso y digo: ‘cómo lo hago ver…’ y de pronto empiezas a hacerlo …”

 Esa obra 一indica一 la titulé Mentira porque en la perspectiva se pierden. Entonces es mentira que son 43 los desaparecidos en el país, sostiene.

Todo comienza en una jícara y de ahí se abren otros espacios, sintetiza Olegario. En su arte también esta la preocupación por aquellas especies de animales que cazan por sus plumas, por su piel, o aquellas de las que quieren sus colmillos o las garras. Menciona de manera especial a las águilas, que dice, se ven bien en las litografías, en las pinturas, pero también se ve muy interesantes en la vida real, libres, como quisiéramos ser todos, dice  y revisa el nivel del líquido en nuestras jícaras…

“Estoy tratando de llamar la atención a los que cazan animales. De ahí viene todo esto,  a veces pienso cómo lo voy a hacer… son cosas como lo que hacen ustedes, no escriben de repente, se hicieron periodistas con el tiempo, lo mismo está pasando conmigo, aparecen delfines, águilas, o cualquier otra ave en mi pensamiento, trato de hacer que las cosas cuadren poco a poco, dibujo, pero mientras el cerebro ya lo estas madurando», concluye.

Olegario ha expuesto en diversos espacios museísticos en el estado y el país. En el extranjero su obra fue exhibida en el Santa Fe International Folk Market, en Nuevo México, Estados Unidos para mostrar el respeto de su cultura por la flora, la fauna y el medio ambiente.