Foto: Carmen Pacheco
Un gobernador según entiendo, debe representar al Estado en su conjunto. Para ello eligen a los candidatos mediante boletas previamente elaboradas, para que cada ciudadano, emita su decisión. Pero a los aspirantes solo los conocen los políticos, no el pueblo. Y es hasta que comienzan las campañas cuando la gente comienza a identificarlos.
Normalmente exponen en sus discursos sobre lo que ellos van a hacer, no escuchan a la gente para conocer lo que deben hacer, en el caso de que resulten triunfadores de la contienda.
Esto refleja una verdad, un Gobernador llega a serlo, no por un prestigio logrado a costa de su trabajo por Oaxaca, sino por las relaciones con el poder que establece y la dinámica del partido del que depende.
Lo anterior es una obvia ausencia de experiencia o del conocimiento básico de qué es Oaxaca. Por eso se hace en Oaxaca lo que se decide de fuera, no lo que quieren la población que se haga.
Agreguemos que cada municipio, 153 en concreto, también elige a un Presidente municipal, del cual derivan cargos o puestos. Los encargados son personajes que deben atender las distintas áreas administrativas que sea han estructurado. Un acto que también tiene como tarea el Gobernador.
Aquí es donde se ve la aparición de una aparatote, que se supone facilita la operación de la actividad gestora de un Gobernador, pero en la práctica es lo contrario. Todo se complica.
Cada seis años nace una burocracia de confianza que opera capitales en escritorios con un personal ya contratado. Independientemente de las contradicciones normales que se observan en el ascenso de nuevos jefes, a la par, en cada municipio también se crea un nuevo equipo técnico y administrativo. Para pagar estos nuevos jefes, los recursos empiezan a escasear y claro porque engorda la administración de administradores y además genera una superfluo gasto.
Todavía más, si existen municipios 419 en concreto, que se ven obligados a nombrar regidores aunque no sean necesarios. Y aún peor para aquellos municipios en donde el cargo no es recompensado, sino una obligación.
Es decir, si bien es necesaria una administración, la burocratización hace que nos cuestionemos la utilidad de un gobernador. Tan sólo viendo la función de un regidor, suponemos va a hacer frente a un director, subsecretario y secretario, es decir, se enfrentará a una burocracia más, la del Gobierno estatal. Eso complica demasiado la gestión y eleva aún más su costo.
De ahí la pregunta ¿quién decide lo que se debe hacer a lo largo de seis años, si el 80 por ciento de los municipios se rigen por su asamblea ? ¿cómo evitar que cada seis años nazca una nueva cúpula, que todo lo complica?