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Los Pueblos del Jaguar: “La Boda de la Lagarta”

Fotografía: Elí García-Padilla

La celebración conocida como «Boda de la Lagarta» o del Santo Patrón San Pedro Apóstol en San Pedro Huamelula, en la región Chontal baja de Oaxaca, es un ritual de origen prehispánico y católico con una notable carga simbólica vigente hasta nuestros días. El lagarto o cocodrilo (a veces caimán) hembra representa a una joven princesa o doncella hija del rey de los mareños (Ikoot) que es entregada en matrimonio al rey chontal Fane Kantsini como sello del pacto de una alianza por la paz y la coexistencia-ocupación de este vasto territorio multicultural y biodiverso conocido como el Istmo de Tehuantepec.

Cada 23 de junio de cada año, con excepción del 2020 y 2021 por motivos de la pandemia del COVID-19, se pasea de manos de los mareños o “huaves” a la princesa lagarto por este pueblo Chontal.  En la Iglesia Católica se le bautiza y recibe el nombre de la esposa del edil o alcalde en turno.

Posteriormente el mismo Presidente Municipal celebra el matrimonio de manera simbólica con la princesa Lagarto, en su forma nahual, en el Palacio Municipal. Esto da paso a la celebración de la fiesta y a las múltiples muestras de bailes rituales que le ha valido a San Pedro Huamelula el ser reconocido como el “Pueblo Danzante” de acuerdo con el cronista Jaime Zarate Escamilla.

El cocodrilo o cipactli es una especie de reptil prehistórico muy importante no solo biológica o ecológicamente, también posee un alto valor simbólico, ritual, cultural y religioso entre los pueblos originarios, mestizos y afromexicanos de Mesoamérica. Su piel rugosa constituida por escamas y osteodermos o placa ósea en la piel remite a la configuración de la superficie de la corteza terrestre de la Madre Tierra.

Este ritual podría contribuir de manera efectiva en la conservación de la especie y los ecosistemas que comparte con las sociedades humanas, pues gracias a este tipo de rituales se mantiene la íntima e indisoluble relación con la naturaleza, es decir con el territorio.

La defensa de los territorios y de los bienes naturales comunes es clave para enfrentar la crisis climática, así como a la acelerada e irreversible pérdida de la biodiversidad de la cual dependemos todos para sobrevivir. Urge un restablecimiento, sí, un reseteo, pero de la visión capitalista que ha llevado a nuestra casa, el planeta Tierra, quizá a un punto sin retorno.

Aprendamos pues del ejemplo de las comunidades originarias que siguen haciendo frente al embate de los poderes fácticos desde una perspectiva social comunitaria que mantiene vivo un tejido social a través de la memoria, la tradición oral y sobre todo la profunda reflexión sobre el territorio de la cual surge la imperiosa necesidad de mantener vivos los rituales que nos permiten seguir manteniendo un sano equilibrio y las condiciones mínimas para la vida.

En tiempos de una verdadera crisis civilizatoria a nivel socio-ambiental y de lo que se conoce como sexta extinción masiva de las especies, es preciso considerar la relevancia vital del rol de las comunidades originarias en términos de que son los dueños legítimos y los mejores guardianes del 80 % de la biodiversidad remanente sobre la faz de la Madre Tierra.

¡Larga vida pues a los pueblos originarios! ¡larga vida a la “Boda de la Lagarta”! ¡larga vida a los “Pueblos del Jaguar”!