Foto: Carmen Pacheco
Cuando se afirma que Oaxaca no necesita un Gobernador, es que se tiene certeza de la mentalidad asamblearia que ostenta nuestro estado, no solo por el valor que lleva implícita una asamblea como síntesis de la diversidad de experiencias.
Eso mismo, debe tener como substancia un Congreso que reúne a representantes populares, quienes deben ser elegidos por Asamblea de asambleas comunitarias de manera abierta y directa, no por votos fundados en el anonimato, que representa la obscuridad, y la malicia.
La vida asamblearia demuestra un profundo respeto a toda opinión, a toda experiencia, lo que evidencia la importancia de consensuar, de no mayoritear, lo que significa fundarse en la calidad de la participación no en la cantidad de votantes.
Un representante es elegido por el trabajo concreto que realiza en una comunidad, no por la publicidad que ya lleva en el proceder, la intención manipuladora de la participación.
Sabemos que reconocer lo antes dicho es muy difícil, dada la costumbre de no interesarse por lo que sucede fuera de nuestro ámbito de existencia, es necesario ponerlo a debate, incluso rompiendo la inercia que genera la vida urbana.
Lo ejecutivo, como es la acción de un Gobernador, y obvio de su equipo de directivos, así como de los representantes elegidos desde la obscuridad del voto secreto, debe quedar claro que no es garantía de solución de las necesidades y problemas que enfrenta Oaxaca.
Sin embargo, la vida asamblearia, implica mayor calidad en la participación frente a la cantidad que explica la representatividad obscura de un voto sin rostro.
¿Esto significa abandonar la Democracia tal y como se ejerce en la actualidad ? Quizá sí, sería en nuestros términos, respetar la “Comunalicracia” real existente en los rincones más apartados de nuestro estado, y llevar esa experiencia a las ciudades, en donde hemos creído que existe lo más moderno, pero que a nuestro juicio, se muestra lo mas maniatado y manipulado política y económicamente.