“…creo que consultar a la Madre Tierra y abrir un hoyo en la tierra está bien, pero si es así, lo que hay que hacer es consultar a los Señores de la Tierra, que son los jaguares, a ellos es a los que hay que preguntar si quieren tren o no quieren tren”: Francisco Toledo.
Al principio de su sexenio, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, declaró en Chilapa, Guerrero -envestido por tecuanes danzantes-, que los pueblos originarios son los dueños legítimos de México…
Del mismo modo, el primer mandatario ha referido, desde hace al menos unos 21 años de andar en perpetua campaña política, que su gobierno se basa en no mentir, no robar y no traicionar al pueblo.
Sin embargo, el día 22 de noviembre del presente año, el mismo AMLO firmó un decreto por el cual se considera como un tema de “interés público” y de “seguridad nacional” la imposición arbitraria de sus megaproyectos ecocidas y etnocidas estelares y prioritarios, como son el Tren Maya, el Corredor Interoceánico, Dos Bocas, etcétera.
Todo esto en detrimento y agravio hacia los pueblos nación, los cuales –al menos en la Península de Yucatán- declararon públicamente, a través de la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’Xíinbal, su postura sobre este decreto, el cual consideran como violatorio a su autonomía y a su libre autodeterminación como pueblos originarios, reconocida en la Constitución como uno de sus derechos colectivos inalienables más básicos y fundamentales. Estos mismos actores se refirieron a los funcionarios públicos Rogelio Jiménez Pons y Miguel Torruco Marqués, de Fonatur y Sectur, respectivamente, como “sicarios del turismo”, esto por el nivel de hostigamiento y de criminalización que han ejercido sobre los dueños legítimos y defensores de este vasto y vulnerable territorio antes megadiverso, y al cual se ha convertido, por intereses de particulares, en un prostíbulo de la Madre Naturaleza. También responsabilizan a estos dos personajes, así como al presidente de México, de cualquier tipo de represalia que suceda en su contra.
En todo este problema socio-ambiental llama la atención la postura de los miembros de la élite de la ecología y el ambientalismo en México, los cuales en un principio clamaron a los cuatro vientos que este megaproyecto conocido como “Tren Maya” sería un virtual ecocidio, pero que al breve tiempo que se conociera que el beneficiario del segundo tramo en licitación del tren de la desgracia sería Carlos Slim, su discurso dio un inusitado y dramático giro de 180 grados, pues empezaron a declarar que este megaproyecto sería “una excelente área de oportunidad”. Cabe mencionar que Slim, a través de una alianza de su Fundación Telcel con la World Wildlife Fund (WWF) y la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), ha financiado históricamente a este tipo de actores y a sus ONG´s capitalistas verdes, los cuales fueron referidos por el propio presidente de México en una de sus mañaneras, como pseudoambientalistas por no haberse opuesto a la Ley General de Biodiversidad que permite de manera legal la explotación de hidrocarburos y el establecimiento de concesiones mineras dentro de las Áreas Naturales Protegidas por decreto federal, que suman unas 1609 documentadas al 2015.
Esto, más los cerca de 10 millones de pesos que recibió Gerardo Ceballos a través de “Servicios Ecológicos y Científicos S.A de C.V.”, empresa del también presidente de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar para el supuesto diseño de los supuestos pasos de fauna del mal llamado Tren Maya, explican y denotan la ausencia de ética y sobre todo de genuino compromiso socio-ambiental de este tipo de actores que manejan la agenda de “conservación del Jaguar en México”. La realidad es que pese a que ellos promueven por todos los medios posibles que el jaguar ha aumentado sus poblaciones de 4 mil a 4 mil 800 ejemplares a nivel nacional, en realidad estos datos han sido puestos en tela de juicio por académicos conservacionistas serios, como es el caso de Juan Carlos Faller Menéndez, quien en cuatro contribuciones periodísticas al respecto, resalta las contradicciones, omisiones y sobre todo manipulaciones al respecto de estas supuestas metodologías implementadas durante los dos censos nacionales del jaguar en México. En la más reciente nota intitulada “El tren de los embusteros”, el autor esclarece los conflictos de interés de esta élite académica y ambientalista conocida como la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar.
En pleno mes de noviembre, que es reconocido ya como “el mes del jaguar” a propuesta de Panthera, la otra ONG que persigue el negocio de la conservación del jaguar en México, es pertinente decir con toda certeza y responsabilidad que la verdadera clave para garantizar la efectiva conservación del también conocido como “Patrón de los animales” ha sido, es y será la conservación in situ consciente, voluntaria y comunitaria que llevan a cabo desde tiempos prehistóricos los dueños legítimos de este vasto territorio en despojo conocido como “México”, esos tan denostados pueblos originarios mal llamados “indígenas”, que han sufrido desde racismo hasta etnocidio y que contradictoriamente, la propia ONU les ha reconocido como los guardianes del 80 % de la biodiversidad remanente sobre la faz de la Madre Tierra. Afirmo categóricamente que son ellos, y no los miembros de la élite del ambientalismo y de la ecología en México, los verdaderos héroes socio-ambientales. Como verdaderos “Pueblos del Jaguar” descendientes de la cultura madre de Mesoamérica, se han aferrado y dedicado “a defender lo básico y elemental; sin hambre, sin miedo y sin enfermedad”
“¡La batalla es por la vida (biodiversidad)!”