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Parte I
Motivada por su pasión artística, la bailarina Rosario Ordóñez (Oaxaca,1973) construyó a 20 minutos de la capital, en San Pedro Ixtlahuaca, un lugar inusual: un invernadero que concentra su labor en el cultivo de la danza contemporánea.
La tarea para construir el espacio que nombró Invernadero Danza fue ardua. Comenzó a gestarse desde el año 2009, cuando Rosario tenía 34 años de edad y tres de haber regresado de la ciudad de Nueva York, donde se formó con los mejores bailarines y fue integrante del Martha Graham Ensemble.
En 2005 había venido a México para tomar un taller que impartía en ese tiempo la maestra y coreógrafa japonesa Kazuko Hirabayashi en la Escuela de Danza Contemporánea de Querétaro, y ahí se encontró con la bailarina Laura Vera, quien la invitó a Oaxaca a hacer un proyecto en conjunto.
“En noviembre de 2005 comencé a colaborar con Laura y volví a Nueva York un mes después. Durante todo ese tiempo estuve contenta. Me gustaba caminar por las calles, ver las preposadas, todo esto que de repente se nos olvida o no podemos disfrutar, sobre todo cuando vives en Nueva York. A mí me encanta. Eso que dicen de Oaxaca, que tiene una magia, es verdad. Cuando lo sentí, dije: quiero regresar”.
En el año 2006 volvió a Oaxaca para trabajar con Laura Vera en algunos otros proyectos de danza y también como gestora cultural. “No me daba miedo el cambio. De hecho, siempre he pensado que vivir en otro lugar te da otra perspectiva”.
Rosario recuerda que traía un poco de dinero ahorrado y con eso rentó una pequeña casa, sin muebles; solo tenía su máquina de coser, con la que se hacía su ropa de danza. Pero después de un año comenzó la preocupación. No tenía para el pago de la renta. No había forma de ganar dinero, incluso con la beca que había logrado conseguir en conjunto con el equipo de Laura Vera.“Mi situación era muy precaria”, platica.
“Fue un momento difícil, me fui de la compañía de Laura sin darle una explicación porque estaba molesta conmigo por eso, por haber decidido regresar, por haberme entusiasmado tanto y encontrarme otra vez en una situación donde la vida no se disfruta tanto, porque el dinero es una herramienta para poder seguir y sentirte bien contigo”.
Finalmente, consiguió un trabajo en el municipio de Oaxaca de Juárez, luego en la Proveedora Escolar y en medio de todo el ajetreo laboral, en 2009 comenzó a pensar su proyecto al que luego llamó Invernadero Danza.
“Yo quería bailar, era mi prioridad, pero no había manera de que sucediera porque tenía que trabajar, además, no existían talleres en Oaxaca”.
De la precariedad a la creatividad
Invernadero Danza, que fue pensado originalmente como una serie de talleres de danza para bailarines y principiantes con maestros destacados de diferentes partes del mundo, comenzó a surgir cuando Rosario empezó a socializar el proyecto con sus amigos y amigas cercanas de ese tiempo, entre ellas, Marisol Espinosa, la asistente del artista Sergio Hernández, quien le presentó al pintor y al artista Francisco Toledo.
“Yo no sabía la magnitud de la gente con la que estaba hablando, porque estaba en mi track, emocionada. Les pude compartir el proyecto a ellos, pero en ese momento no me atreví a decirles lo que necesitaba, porque me di cuenta que lo único que realmente requería era entrenar, bailar, porque si eres bailarín y no entrenas, no bailas, entonces no eres bailarín. Dejas de hacer lo que tú quieres y te pierdes en tener que pagar tu renta”.
Marisol me dijo: “me encanta tu proyecto, está bien chingón. Hazlo, busca quién te apoye. Lo que hice en esa época fue organizar un taller que pagó la Proveedora Escolar, ellos se encargaron de los honorarios, yo busqué gente que me apoyara con obra en donación y con eso montamos otro taller”.
En 2010, Rosario finalmente vio el resultado de su esfuerzo y como un reconocimiento obtuvo una beca por el proyecto de Invernadero Danza. En 2011, en medio de los cambios propios de la maternidad, logró un financiamiento de la Secretaría de Cultura que sumó a las donaciones, y con eso pudo continuar con los talleres.
“Lo único que pensaba era que no iba a a parar, pero cómo le haces cuando tienes una bebé a la que amamantar, además de buscar financiamiento, obra en donación, conseguir un espacio para los talleres. Pensaba que no podía con tanto, pero al final, logramos al menos cuatro o cinco talleres al año”.
Todo fue sucediendo, dice Rosario, quien no pierde la oportunidad de agradecer a cada una de las personas que le han apoyado en todos estos años, entre ellas, al pintor Sergio Hérnández, quien le ayudó a pensar proyectos sin límites y a continuar con esa labor de gestionar y traer a las maestras y maestros para enseñar en un invernadero que cada tanto abre sus puertas para compartir el arte de la danza.
“Mi gran inversión”
“Pienso que hay un poco de locura en todo esto, todo el dinero que he ganado cuando he tenido una beca, lo he invertido en la danza”, dice la bailarina.
“Pasamos muchos años con mucha presión, mucha gente me ha dicho que me quede con un poco de dinero, pero al final de cuentas, algo chido es que estoy contenta, concentrada en lo que me gusta. Además, no tengo que negociar con nadie los espacios para los talleres. Son de las cosas que he aprendido a disfrutar, este espacio, mi tiempo, compartir la vida con mi hija y con todas las personas que encuentren aquí un lugar para seguir aprendiendo”.
De toda su experiencia de precariedad, Rosario rescata la posibilidad de pensar otras formas de entender cada situación, tal vez, dice, como una etapa para decidir y buscar lo que estamos deseando, porque en algún momento se va a presentar la oportunidad.
“Esa situación que viví, la viven muchos bailarines, pero no puede ser una excusa para no acercarse a talleres, para cerrarse, si queremos que sucedan cosas tenemos que abrirnos al mundo. Creo que debemos quitarnos ideas sobre las personas. Como bailarina, como gestora cultural que ha abierto un camino diferente a la danza, les invito a todos a que no le pongan etiquetas a nada, que no se cierren, solamente vivan, disfruten, sean parte, poner etiquetas no sirve para nada”.
Al final, dice Rosario, “solo soy una bailarina con ganas de bailar, con ganas de presentarme en un foro, tengo un montón de cosas que quiero decir, que quiero expresar”.
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