Fotografía: Mario Arturo Martínez Velásquez
Solo una persona entregada a la danza puede transmitir con el butoh instantes y sentimientos inexplicables que van desde el dolor o el miedo hasta la nobleza y la hermosura del ser.
Tadashi Endo y Rosario Ordóñez son ese tipo de personas. Su entrega en el escenario es total. A través de un ritmo casi imperceptible o de desplazamientos sutiles, evocan un algo inanimado que emerge y se transforma en un cuerpo vivo y desnudo que se contrae y desaparece para dar paso al lamento, a la oscuridad y la luz.
El cuerpo de ambos transmuta el movimiento en dolor, viento, trueno, río, una serpiente mudando de piel; es ausencia, nacimiento, una flor o un son: algo como una plegaria a la vida.
La música guía ese tiempo en el que los rostros pintados de blanco tocan la oscuridad y se hacen espacio en el aire para expresar su verdad. Tadashi y Rosario hacen de la danza un acto estrictamente ritual.
La danza butoh, que tiene su origen en Japón a finales de la década de los cincuenta, tiene justo esa intención: tomar al cuerpo para la expresión profunda del alma.
Tadashi Endo dice que quizá eso puede parecer imposible, pero lo que él busca es que suceda, si no solo sería mostrar la capacidad del cuerpo, como una especie de atleta o un simple bailarín de butoh. Pero la práctica dancística aprendida de sus maestros Tatsumi Hijikata y a Kazuo Ohno, que Tadashi comparte, es la entrega del cuerpo a la expresión universal.
Ciertamente, la danza es una forma de comunicación o la expresión de símbolos de una cultura, como en Ohaka, el performance donde Tadashi Endo y Rosario Ordóñez logran expresar una síntesis de la cultura japonesa y oaxaqueña. Pero para ser butohista, explica Tadashi, no se precisa ser bailarín:
“Un carpintero, un periodista, una florista o un pintor que se concentra en su trabajo, lo hace con amor, pasión y entrega, es también un butohista, un ser humano que dona la energía del cuerpo a la creación”.
Tadashi Endo y Rosario Ordóñez lo son, aunque el primero insista en ser un aprendiz y la segunda haga hincapié en que solo es una bailarina con ganas de bailar.
Ambos bailarines demostraron en el escenario del teatro Macedonio Alcalá, a través del performance Ohaka, que la danza butoh puede ser catarsis y comunión.
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