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Hacedoras de estrellas es un libro concebido en San Isidro Jaltepetongo, Nochixtlán, Oaxaca por Griselda Sánchez Miguel, comunicadora y paisajista sonora, quien en busca de hallar distintas narrativas para contar la vida llegó a esta breve, pero potente narrativa poética con la que refrenda su interés por resignificar la memoria y su deseo de migrar hacia una nueva historia.
Fue escrito en un tiempo breve, una noche con un cielo completamente estrellado como suelen ser esos paisajes mixtecos, mientras platicaba con sus tías junto al fogón de su abuela Crescencia Celis Antonio.
“Mi abuela leía el fuego. Mientras molía semillas y las cocía, aprendió a leer el viento y el fuego”, dice Griselda, también doctora en Desarrollo Rural. Ella recuperó palabras, paisajes, imágenes de sus viajes a San Isidro Jaltepetongo —de donde emigró desde muy pequeña con sus padres hacia la Ciudad de México—, para construir una narrativa breve en la que rindiera homenaje a su abuela, a su madre y a todo su linaje femenino, como una manera de reivindicar los saberes y su propia identidad.
Se había fijado un plazo para concluir el libro, pero a finales del año 2018 recibió la noticia del cáncer en su cuerpo y todo fue transformándose. “Entendí que había que dejarlo en el plazo natural de la vida”, cuenta.
Un día, durante la pandemia, caminando por un tianguis de la Ciudad de México conoció a la ilustradora Yssel Elisa Tarín Ábrego con la que finalmente logró construir una historia, no solo sobre su linaje femenino sino sobre el cuerpo y esos mecanismos que tiene para guardar recuerdos que se atesoran, como los de su abuela, o llegan a convertirse con el tiempo en heridas emocionales.
Yssel había emigrado también a la Ciudad de México buscando definir su propia historia. Tenía un puesto donde mostraba y vendía stickers con mujeres desnudas. Empezó a ver que había mucha empatía con lo que hacía y en los procesos de compartir sus diseños, se volvió como un tipo de terapeuta
“Ahí me di cuenta de toda la vergüenza que tiene el cuerpo de las mujeres de mostrarse, de decir mi piel es esta, tiene cicatrices, tiene heridas, tiene poemas”, cuenta la ilustradora y cómplice de Griselda en este libro entretejido con distintas manos.
Yssel relata que cuando conoció a Griselda, ella le contó de su proceso por el cáncer. “Le dije vamos a sanarlo con dibujos, hay que darle vida a la feminidad, resignificar el cuerpo a través de pieles expuestas que necesitan de ternura, de contacto, de decir este es mi verdad, con este cuerpo que quizá está sometido, avergonzado, que le han quitado el privilegio de sentir de gozar y eso fue lo que nos llevó a dibujar mujeres desnudas y con el pecho expuesto”.
—Fue hace 5 años— recuerda Yssel. “Le dije, vamos a sanar tus chichis, vamos a sanarlas porque todas estamos expuestas. He estado con muchas amigas y tenemos la misma sensación sobre el cuerpo. Ahora veo que tal vez sin darnos cuenta llegamos a una manera muy bonita de regresarle la ternura», resume.
El libro se convirtió así en parte de un proceso al que Griselda llama “reparación orgánica”, en el cual decidió recuperar la memoria corporal, esas huellas de la infancia o adolescencia o cualquier otra etapa de la vida que se imprimen en nuestros músculos, nuestros huesos, nuestra carne y se despiertan en algún momento de la vida.
Resignificar la memoria corporal, recordar lo que era, antes de migrar hacia nuevas historias de vida, le permitió también también encontrar una voz oculta: la lengua Ñuu Savi que no habló debido al proceso migratorio.
“Encontré que hay una voz que había que defender y es la lengua Ñuu Savi”
Griselsa Sánchez
Por eso, la ilustradora Yssel explica que el libro es como un encuentro, un saber intuitivo que reivindica las identidades de ambas.
“Yo encontré en los dibujos mi propio territorio, mi casa, mi cuerpo, mis deseos, mis sueños y pienso ahora que esa es la voz que a veces se quiebra en otras mujeres como nosotras, se pierde, pero es la que tenemos que buscar, regresar y habitar. darle defensa. Darle vida.”
El libro es resultado de un trabajo colectivo. En las ilustraciones hay una mirada del cuerpo que con una cierta suavidad se va entretejiendo con sencillez a la historia de la abuela Chenchita y con el imaginario visual de Griselda Sánchez, la autora va incorporando en español y en la lengua Ñuu Savi (mixteca) nuevos relatos de un proceso de reconstitución de su propia historia de vida.
Hacedoras de estrellas está elaborado con la cuidadosa edición de Ruth Orozco y dedicado a sus ancestras Ñuu Savi: su abuela materna Crescencia Celis Antonio, a su abuela paterna Emilia Celis y a su madre Margarita Miguel. A sus hermanas, amigas y a todas las mujeres que se encuentran en proceso de sanación.
La defensora Yessica Sánchez Maya considera que justamente es el corazón de este libro el que nos vincula a procesos y personas; está escrito desde la ceniza, el cielo; cada escena te va colocando en diferentes momentos y podemos ver como poco a poco todas podemos ir desterrando violencias.
El libro fue impreso gracias a la colaboración de Consorcio para el Diálogo Parlamentario que se unió a este tejido de palabras para ir acompañando a otras mujeres.
Este libro convoca a mirar no solo las historias de generaciones y generaciones que están en nuestros cuerpos, también a otras posibilidades, nos hace pensar en un territorio simbólico, que tiene que ver con toda nuestra cosmovisión como pueblo lluvia, y con otros simbolismos de la lengua. Por eso escribir nuestro idioma es reescribir nuestras historias. Migrar de una historia que se contó sobre nosotras hacia otras.
Nadia Garcìa, poeta.
«Abrir el libro es una posibilidad de reconocernos y reencontrarnos, porque a veces vamos de un lado a otro y no solo del territorio, a veces del corazón, del sentir y pensar. Por eso, para mí, migrar también es reencontrarnos»
Yessica Sànchez Maya, defensora.