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Mil y una noches para leer a Ferlinghetti

Beauty and the beast: así se hicieron llamar en el otoño de 2002 Laura Corsiglia y Ted Joans. Desde los muros del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) hicieron resonar con ritmo y palabras, la estela que varios poetas de la Beat Generation dibujaban en el cielo del sur del país desde hacía varias décadas. No coincidí con Ted y Laura en persona, durante las visitas que hicieron a Oaxaca a principios de siglo. Los vi en una foto en blanco y negro que ocupaba un lugar privilegiado en casa de Selma Guisande y Fernando Gálvez, entonces director del IAGO. Fue particular la forma cómo se conocieron Laura y Joans. Ella atendía la barra en un café en Vancouver, donde él disparó a quemarropa: “Mis muchos años me dan acceso a descuentos que tú tendrás con seguridad, en tu calidad de estudiante. Podríamos aprovechar esas ventajas para viajar juntos por el mundo”. Laura se convirtió no solo en su pareja de viaje sino de vida y de escenario, hasta que él nos dejó, un par de años después de su performance en el IAGO. 

Antes, en los años cincuenta Joans tuvo amistad con Charlie Bird Parker. A la muerte de éste, contrató a tres muchachos para recorrer todos los rincones de Nueva York y grafitear la leyenda “Bird lives!“ . Los verdaderos poetas no pueden marcar una línea que separe el arte de la vida. No hacen malabares con las palabras. Para ellos, cada verso es una sentencia, un augurio o una invocación. “Bird lives!“ cobraría un gran sentido para Laura Corsiglia, décadas después de la muerte de Parker, y años después de su vida con Joans: actualmente dirige una organización que vela por la rehabilitación de aves migratorias.  

Unos 50 años atrás de la visita de Laura Corsiglia y Ted Joans al IAGO,  Marty Matz, originario de Brooklyn, se movía tierra adentro por Oaxaca. Forjado como campeón de lucha y estudiante de arte, fue enviado a la guerra en Corea. De vuelta a los Estados Unidos, en 1956 viajó a San Francisco donde fundó con el poeta Bob Kaufman una especie de anexo Oeste del Beat, al que llegaban Jack Kerouac, Neal Cassady, Gregory Corso y Allan Ginsbergh. Después de eso, Matz se estableció por veintiún años en México. John Huston lo comisionó para adquirir arte prehispánico en los estados de Guerrero y Oaxaca. En la Sierra Mazateca, un curandero puso en sus manos un códice que se encargó de traducir del mazateco, y más tarde leyó en público acompañado de Kerouac. El códice fue llamado por el propio Matz La pirámide de fuego; se publicó en 2005, cuatro años después de su muerte.

Muchos otros poetas, fundadores o herederos de la Beat Generation han caminado por las montañas o las tierras bajas oaxaqueñas: Anne Waldman, Neeli Cherkovski, Lawrence Ferlinghetti, Jerome Rothenberg y AD Winnans. Todos ellos personalidades nodales que han dibujado cartografías fundacionales desde la contracultura, merced a su vigor poético y a su savia disidente. Cito a Ferlinghetti: “Sé subversivo, confronta constantemente la realidad y el status quo. Lucha por cambiar el mundo de tal manera que no haya más necesidad de ser divergente. Lee entre las vidas y escribe entre las líneas. Comprométete con algo fuera de tu ser. Hazlo con pasión. No destruyas el mundo a menos que tengas algo mejor para reemplazarlo.”

En San Francisco, City Lights, una librería y editorial ubicada desde 1953 en North Beach,  se convirtió desde el principio en el centro de operaciones de los poetas Beat. Con su sello, sus fundadores, Ferlinghetti y Ginsbergh publicaron Aullido, un controvertido libro que llevaría a la cárcel a Ginsbergh por cargos de obscenidad. Resultó absuelto. Se marcaba un hito en contra de la censura.

Al igual que otros de sus contemporáneos, Ferlinghetti estuvo en la guerra, en su caso, en las ocupaciones de Normandía y Japón. Los horrores presenciados en Nagasaki detonaron en él lo que la ética, el amor por la paz y la poesía, y se hicieron sustanciales en su formación política y contestataria que no excluyó la veta ambientalista. Esta última, la elocuencia lírica del poeta mexicano Homero Aridjis y la amistad que estableció con él, le dieron razones de más para publicarlo en inglés; a él, como a otras tantas plumas.

Carla Zarebska ha volcado durante más de 30 años su sensibilidad creativa y su pasión por el arte a través de la producción editorial. Su capacidad de aglutinar talentos es acaso una reverberación de las fibras con las que estaban urdidas luminarias como Joanes o Ferlinghetti. Aunada a su gran tenacidad y enorme carisma, posee la intuición alquímica para unir personalidades que, de acuerdo con sus proyectos en turno, se convierten por meses o por años en sus más comprometidos cómplices, lo que hace de cada uno de sus libros, almanaques de contenidos vibracionales que van más allá de los temas abordados, de las imágenes y de la tipografía con las que los confecciona.

He tenido la fortuna de ver cómo se van gestando algunos de esos libros. En 2010 Zarebooks, el sello editorial de Carla sacó a la luz ¿Qué es poesía? / What is poetry?, versión bilingüe de Lawrence Ferlinghetti. Más que un poema, la obra es un compendio de aforismos reunidos a lo largo de décadas. El texto está acompañado por imágenes del artista catalán Frederic Amat que, lejos de ilustrarlo, va resonando y disonando con las palabras del poeta. La traducción al castellano se debe a Homero Aridjis y Betty Ferber. El diseño, a la mítica dupla de los catalanes, Saura y Torrente; su despacho Edicions De l´Eixample, se encargó además de la impresión. El libro se presentó en Oaxaca en 2011. De nuevo se estremecieron las paredes del IAGO, esta vez con la voz de uno de los poetas más publicados en el mundo.

Conmemoro esa tertulia de tres días, en la que, exceptuando a Saura y Torrente, participaron los artífices del libro, acompañados por el curador de arte Miguel Cervantes, la familia de Amat, la esposa de Ferlinghetti y Teodoro González de León con su pareja.

En 2002, el artista Amat montó una exposición en la Galería de Arte Mexicano en la capital del país. De la misma dio cuenta Jaime Moreno Villarreal en un texto en Letras libres. En él enumera distintas categorías estéticas y procesuales de la obra del artista. Una de ellas es la conectividad, la que resulta de amalgamar distintos oficios: escenógrafo, ceramista, estampador, calígrafo y coleccionista de objetos. 

Dos años antes de la lectura de ¿Qué es poesía? en el IAGO,  me hice feliz poseedor de una muestra de la “conectividad amatiana”.  Actualmente, entre los libros más preciados de mi biblioteca están los tres tomos del mayor compendio de historias del mundo árabe, en una versión editada en 2005 por Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores. Está profusamente ilustrada por Frederic Amat. Reunir estas memorias para honrar el segundo aniversario luctuoso de Lawrence Ferlingheti ha tenido el efecto de una epifanía. El libro publicado en 2010 por Carla Zarebska, empieza a tornarse, junto con los tomos de Las mil y una noches, en uno de mis libros oraculares.

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