Abraham Rasgado González/Opinión./
Desde hace varios días por la internet comenzaron a difundirse rumores sobre una supuesta banda de traficantes de órganos en el Istmo de Tehuantepec. Colgaron en las redes sociales fotografías de individuos que señalaban como los involucrados en dichos actos delictivos. Incluso, hubo personas de algunos barrios de Tehuantepec que señalaban haber tenido incidentes con sujetos extraños que intentaban sustraer de sus casas a menores de edad. Nada de eso fue corroborado, pero tampoco desmentido.
Hasta que todo se comenzó a desbordar.
La noche del martes 28 de enero, a través de los aparatos de sonido y las redes sociales como Facebook, se convocó a los ciudadanos para que acudieran al cuartel de la policía municipal, ya que, se anunció, habían atrapado a los “secuestradores”. Vecinos de todos los barrios arribaron al lugar y exigieron les entregaran a los sujetos señalados. Las instalaciones del cuartel fueron rodeadas y resintieron el malestar popular. Una patrulla también sucumbió al enojo colectivo. El presidente municipal, Dónovan Rito, tuvo que salir por un lugar diferente debido a su debilidad e inoperancia a la hora de pretender mediar en el conflicto. Su ilegitimidad salió a flote: no tiene interlocución ni representatividad ante el pueblo tehuano.
Toda la madrugada se conoció de los anuncios en los aparatos de sonido de Santa Cruz Tagolaba, Lieza, la colonia Benito Juárez, Santa María Reoloteca, San Blas Atempa, que llamaban a las personas a impedir que liberaran a los detenidos. Al amanecer del día 29 de enero, muchos ciudadanos se reunieron en el puente de fierro, exigiendo la presentación de los detenidos. Tomaron el camino y detuvieron la circulación de vehículos.
Poco antes del mediodía, se presentaron en la manifestación las personas que aparentemente dieron inicio a estos hechos de molestia social en el barrio Xalisco, e intentaron explicar la situación diciendo que se trató de una equivocación, ya que lo que era una “pedida de mano”, pero con visos de “rapto de amor”, devino en un intento de linchamiento: la madre de la supuesta novia no estuvo de acuerdo, a lo cual la familia del aparente novio, intentó llevarse a la muchacha de todas formas. Con esta explicación pública, parecía que el asunto había quedado zanjado.
Y así fue superficialmente, pero comenzaron a salir los asuntos de fondo: la tremenda inseguridad en la que ya está sumido Tehuantepec: asesinatos, feminicidios, asaltos a cuentahabientes, asaltos a transeúntes a plena luz del día y a unos pasos del palacio municipal, asaltos con violencia a casa habitación y a negocios, todo esto sin resolver, lo que formó todo un coctel para que ahora los rumores de posibles secuestradores hicieran estallar la indignación popular guardada días atrás entre zozobra y enojos.
Esto es, el caso de la confusión de los “novios” quedó “solucionado”, pero eso dio pie para que afloraran la indignación ante la indolencia, la ineptitud y la complicidad de las autoridades con la delincuencia, y se observara aún más el abandono en el que se halla un pueblo saqueado y ahora humillado por las burlas de quienes tienen la obligación de velar, por lo menos, por su seguridad. Porque los medios, al servicio del que paga, hicieron ver todo como una anécdota “chusca”, “vergonzante”, propia de “ignorantes” y “borregos”, pero jamás se atrevieron a escuchar a la gente que se manifestó en el puente no ya por la confusión de los vecinos del barrio Xalisco, sino por la inseguridad y el cinismo que han hundido poco a poco a Tehuantepec en este ocaso. Muy temprano, el carrito de las desdichas comenzó a anunciar el caso; pero esos medios, esos periodistas que sólo se burlan del pueblo y de sus desgracias (cuántas muertes han profanado en las primeras planas de sus periódicos: sería tiempo de ponerles un alto), jamás han planteado siquiera la pregunta de ¿ya les hicieron justicia a todos esos muertos que nos hicieron ganar dinero? Para nada. Son cómplices de este estado de descomposición en el que se sume cada día más nuestro pueblo. Entienden al periodismo como una herramienta para la extorsión, y no como un medio para reflejar los sentimientos de un pueblo tan lastimado como el tehuano.
Dónovan Rito, el presidente municipal priísta, a un mes de que tomó posesión de su cargo, ha quedado totalmente nulificado; ha mostrado su profunda debilidad. Demostró que nunca le habló al pueblo y que no puede hablar con él, porque sabe muy bien que el pueblo no lo eligió. Entiéndase de una buena vez, el pueblo no lo eligió: lo impusieron con la complicidad de los partidos que juegan a ser oposición. Y pensó, iluso, que el gobierno se trataba sólo de firmar cheques que se embolsaría y dar dádivas a los traidores “opositores” del cabildo. Hoy, a 30 días de su toma de posesión, ha muerto políticamente su administración; y al pueblo, al que le tiene ahora miedo, sólo lo evadirá, pues cuando exigían su presencia en el puente de fierro para que fuera a dar la cara como cuando fue a mendigar apoyos en las elecciones, él se encontraba en asuntos más “importantes”.
Todo un vacío de autoridad, ya que, como decía líneas arriba, el presidente municipal y todo su cabildo (¿y el de gobernación? Bien, gracias), creyeron que el trienio eran tres años de gozadera y disfrute de jugosos presupuestos a merced de sus ansias de enriquecimiento. Pero han sido tres días de infierno político y social. Porque un pueblo no sólo se administra con signos de peso entre los ojos; un pueblo también está decidido a hacer historia.
Ahora, hay que entender muy bien este caso. Ya pasó el asunto del intento de linchamiento (aunque hay que estar atentos, porque muchas personas no creen la explicación y otras han planteado extrañezas e inconsistencias en dichas aclaraciones), ahora hay que reflexionar lo que ha sucedido y pueda venir por delante, para que no se nos vaya de las manos la tranquilidad de Tehuantepec (paz que municipios como Juchitán y Salina Cruz han perdido de forma acelerada y al parecer de manera irreversible): más presencia policial significará más abusos, más posibles cómplices de los delincuentes. La seguridad tiene que estar en manos del pueblo, no de las corporaciones policiacas ¿o quién se siente seguro cuando ve una camioneta de las policías estatal o municipal o federal? Sólo los políticos.
El mismo pueblo tiene que retomar su memoria histórica y formar sus cuerpos de topiles, sus rondas, que nos darían más tranquilidad que policías y gente armada hasta los dientes dispuesta a abusar e intimidar a la población. Que no vaya a servir esto de pretexto para que manden policías a seguir abusando más de la ciudadanía, porque ésta se cansa y empezó a demostrarlo.
Y este asunto también dejó al descubierto la desorganización que hay en los barrios tehuanos (barrios que deben ser la primera trinchera de defensa de la tranquilidad del todo que es Tehuantepec), donde se deben comenzar a organizar para velar por el bienestar, por la seguridad y la tranquilidad de esto que alguna vez fue un paraíso. El ayuntamiento ha demostrado hasta el cansancio que no puede y no quiere proteger a los barrios, ahora, los barrios, tienen que comenzar a organizarse prescindiendo de los políticos que sólo desvirtuarían tan organización. Si no se hace, Tehuantepec quedará a merced de la delincuencia común, de la delincuencia política y policial y de la delincuencia de cuello blanco. Nos va la vida en ello.
El pueblo dio un primer aviso de su indignación. Quien tenga ojos para ver, que vea…