Es doloroso recordarlo. Ví cómo le tronaron lo dedos a un profe de educación física delante de mí: trac, sonó. Gritó. A él no —a mí, pues, relata el artista oaxaqueño Dionicio Martínez—, dijeron, a él llévenlo a un cuarto oscuro.
Sé dónde está ese sitio. Ahí, un güey me empezó a golpear: hey, qué…