Adán Sandoval
San Antonio Cuajimoloyas, Oax. Extender los brazos como las aves las alas a 120 metros del suelo y en menos de un minuto atravesar por lo alto el pueblo es fácil. Todo lo que se necesita para experimentar la sensación de vuelo son casco, guantes, poleas, arneses y mosquetones… además de hacer a un lado el miedo.
A sólo 56 kilómetros de la capital oaxaqueña (una hora y media de viaje) se encuentra la tierra del ‘Mole cuajado en ollas’, Cuajimoloyas, una de las comunidades más grandes que conforman los Pueblos Mancomunados de la Sierra Norte de Oaxaca, una de las zonas mejor conservadas de México, con una impresionante diversidad de flora y fauna.
Ahí, a 3,200 msnm, en el mirador del pueblo al que se llega tras un ascenso de casi 80 metros por una estrecha vereda, está la tirolesa que atraviesa el pueblo y que se ha convertido en uno de los principales atractivos que oferta el centro turístico Yaa-Cuetzi (‘Palo hueco’/ ‘lugar de los magueyes’), perteneciente a la Red de Expediciones Sierra Norte.
Tardó nueve meses en ser construida, con una inversión de 700 mil pesos, dos tequios generales y varias estancias. Tiene dos cables de acero que pesan cada uno 10 toneladas; los pilotes (estaciones) tienen una profundidad de tres metros con una base (zapata) de cuatro metros, están construidos con concreto y varillas reforzadas y pueden soportar un peso de 80 toneladas.
Benjamin Arber, Stephanie y Patrick Roberts, provenientes de Australia, prometieron volver tras haber experimentado esa sensación de extender los brazos como las aves y cruzar los aires. Se puede gritar, se puede gozar, porque una cosa es segura: esa sensación de libertad, esa descarga de adrenalina, es simplemente inolvidable.