Anel Flores Cruz/
El 2 de abril, en el programa de la periodista Carmen Aristegui en MVS Noticias, se señaló como principal operador de una red de prostitución a Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, entonces dirigente del PRI DF (ahora con licencia). Entre otras cosas, se evidenció que la manera en la que se captaba a mujeres para integrar esta red era mediante anuncios clasificados donde se solicitaba a mujeres jóvenes que fungieran como edecanes.
Tras este acontecimiento, en redes sociales y medios de comunicación, han surgido voces de quienes conforman la vida política de nuestro país, desde los que han tratado con demagogia conciliar a simpatizantes con su partido, arguyendo que todo estaba planeado para una inminente limpieza en el interior del PRI; hasta los que con golpes de pecho “llevaron agua a su molino” y señalaron al partido “opositor” con descaro y sin voltear a mirarse la cola.
También hay quienes consientes (o no) de la magnitud del problema han preferido quedarse en silencio; los que “amarrado el perro”, comenzaron a señalar los atropellos y prácticas “porriles” de Gutiérrez de la Torre de los cuales fueron víctimas; quienes defienden lo indefendible, etcétera.
Y así, desde la superficial conveniencia política, se ha disimulado que este hecho es producto de una sociedad machista que se sostiene y legitima con la complicidad tácita de los gobiernos. En este sentido, habría que preguntarse por qué después de varias décadas en las que se ha pedido con urgencia que se intervengan ante el incremento de trata de personas, feminicidios y las diferentes expresiones de violencia y discriminación, no se ha actuado en consecuencia; como tampoco se ha hecho mucho caso a estatutos internacionales y nacionales que obliga al Estado a garantizar la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres.
El servicio de edecanes en instituciones públicas
La violencia contra las mujeres en México es, en efecto, una consecuencia de la desigualdad de género, pero también se suman como problema la corrupción, la ignorancia de nuestros representantes políticos, el abuso de poder para preservar sus privilegios machistas (y la de otros) y la impunidad. Y ante un panorama adverso como este, los gobiernos tendrían que tomar el caso de Gutiérrez de la Torre como un precedente para identificar de manera específica las acciones que posibilitan y disfrazan los delitos de explotación sexual, trata de personas y desvío de recursos dentro de las instituciones, que en teoría debieran servir a la sociedad; y preguntarse, además, a qué se refieren las y los especialistas en la materia cuando se habla de un sexismo institucionalizado.
En este sentido, quizás, se tendría que comenzar con poner en crisis la figura de edecán en el interior de las instituciones de gobierno (y también fuera de ellas con la regulación de las agencias de edecanes que disfrazan redes de trata. Pero en este caso solo me referiré a las instituciones). Es decir, restarle ambigüedad al término “edecán”. Para ello, habría que preguntarse: ¿en qué contexto surge esta figura dentro del sistema gubernamental?, ¿cuáles son las actividades por las que se contrata a edecanes?, ¿por qué se consideran necesarios los servicios de una edecán?, ¿cuáles son los requisitos de contratación?, ¿por qué la mayoría de quienes desempeñan este oficio son mujeres?, ¿representan para ellas un empleo seguro?, ¿existe una norma para el atuendo de las edecanes?, ¿cuál es el canon estético que encierra el estereotipo de una edecán?, ¿es posible contratar a personas que no cumplan con el estereotipo de una edecán en México (no joven, no delgada, no alta, no guapa)?, ¿cuánto dinero público se destina a la contratación de edecanes y de qué manera se comprueba este recurso?, y sobre todo, preguntarse ¿en qué contexto (socioeconómico) las mujeres “deciden” ser edecanes?
Sexismo institucional
Una vez que se respondan estás preguntas podría comprenderse mejor en qué consiste el sexismo. Y aquí vale aclarar que la discusión no intenta culpabilizar a las mujeres que trabajan como edecanes, que bajo cualquier circunstancia, buscan la manera de sostener su economía y/o la de su familia. Es un asunto complejo con varios matices, porque tras el discurso del tributo a la “belleza femenina” se pueden encerrar expresiones de discriminación sutiles que inferiorizan y subordinan a las mujeres, y esto es en esencia el sexismo. El sexismo entendido como “el conjunto de prácticas sociales que mantienen en situación de subordinación y explotación a un sexo, valorando positivamente al otro”.
En este caso, para tener claridad de por qué el contrato de edecanes puede ser una expresión de sexismo institucional, habría que conocer el contexto sociocultural y las condiciones económicas en las que mujeres jóvenes (porque generalmente son jóvenes) “deciden” ser edecanes, si se hizo de manera libre y consciente, si entre la opción de ser edecán tuvo otras opciones para desarrollarse en el campo laboral, si ejerció a plenitud su derecho a la educación, si fue consciente de los riesgos que implica este empleo y si tiene edad para decidir de forma madura este oficio.
Una institución pública es sexista cuando cosifican el cuerpo de las mujeres, esto es, representar o trata a una persona a partir del cuerpo sexualizado ignorando cualidades y habilidades intelectuales y personales. Cuando en el momento de contratar a su personal estereotipa roles, por ejemplo, que se contrate generalmente a mujeres edecanes porque se cree que ellas desempeñan mejor una actitud de servicio. Cuando exigen como requisito ser mujer para realizar el trabajo de edecán, ser, además, guapa, alta, delgada, y todos los atributos de belleza valorados positivamente en una sociedad machista. Cuando no se garantiza a las mujeres un trabajo seguro, libre de acoso sexual. Cuando destina un recurso público para contratar servicios innecesarios de edecán, pero “justificado” con la idea de “embellecer” un evento público. Cuando no se toma en cuenta que ser edecán en México representa un oficio peligroso, sancionado moralmente por la sociedad y expresado en su extremo con los numerosos crímenes a mujeres que se dedican o dedicaban a esta labor.
Finalmente, para poder ilustrar esta expresión del sexismo institucional, les dejo algunos ejemplos:
En 2007, según información del portal de Transparencia, el gasto de edecanes en San Lázaro ascendió de 2006 a 2007 (en ocho meses) en un millón 641 mil 840 pesos. Este monto hace referencia solo a 18 edecanes, que ante la “pesada” ocupación de los diputados, servían un vaso con agua, café, té, fruta, o botana. En ese mismo año, en el periódico La Jornada se publicó que de acuerdo al portal de Transparencia, algunas edecanes ganaban de 40 a 70 mil pesos mensuales.
Hace dos años el Instituto Federal Electoral (IFE) fue acusado de sexista tras un debate de contendientes a la presidencia, televisado en canal abierto. El IFE tuvo un “error de producción” y contrató a una edecán ex playmate, cuya función fue aparecer cargando una urna en la que recogía el turno de los contendientes, vestida de blanco y con un escote pronunciado. El IFE en ese momento se trató de justificar su falta como un “descuido” ─porque pobres, nadie sabía de género─. Entre las declaraciones, Gabriel Quadri, candidato a la presidencia, expresó: “fue un poco de pimienta en la solemnidad de los políticos; una buena ocurrencia por parte de los organizadores. Hay quienes dicen que era para llamar la atención de los televidentes debido que a la misma hora había futbol, pero simplemente fue una buena idea”.
En Oaxaca, hace un año, el gobierno del estado acudió al Tianguis Turístico México 2013, celebrado en la ciudad de Puebla. Allí, de manera “inocente” y para promover destinos turísticos de Oaxaca, contrataron a edecanes que semidesnudas las cubrieron de Body Painting. Tras este acto se desató una polémica en redes sociales y se les acusó de sexismo por exponer el cuerpo de las mujeres como aparador de anuncios, como si se tratara de promover turismo sexual.
En 2012, diputados federales acudieron con todo y edecanes a supervisar rutas de evacuación al volcán Popocatépetl.
Y así, a esta lista se podrían sumar otros eventos divulgados en la historia del sexismo institucional, porque los que no salieron o no han salido a la luz, ahora tendrán más motivos para permanecer ocultos.
@AnelFloresCruz