Rodrigo Islas Brito
OAXACA, Oax. En esta llegada no se llega nada. Pese a su concepción elegante, su arquitectura apantalladora, su atmosfera trascendental, Arrival (EUA, 2016) es una de la cosas más horripilantemente fallidas que se han visto en años.
Y lo es porque pese a que su trama de primer contacto con marcianos envuelta en una crisis mundial, aderezada con estilos intimistas, podría parecer en un primer contexto como lo más propositivo del mundo, la proposición se queda rala y el intimismo se vuelve una loza.
Amy Adams es una lingüista que ha perdido a su joven hija por el cáncer, a la que el gobierno poderoso norteamericano comisiona para descifrar los códigos que sueltan unos marcianos de uñas muy largas que han mandado doce naves a doce diferentes ciudades del mundo.
La actriz actúa su rol como si se tratara de una película de Ingmar Bergman y uno sabe que está ante un drama disfrazado de aventura a lo Stranger Things en un cubículo que se ambiciona transgresor de los límites de experiencia, pero lamentablemente ni la aventura, ni la transgresión, ni la experiencia se logran en nada.
Una decepción completa es el trabajo del responsable de todo el tinglado, el canadiense francés Denis Villenueve, diestro para las atmosferas pesadillezcas, encriptadas y espaciosas en sus múltiples interpretaciones metamórficas, y que había logrado hacer las cosas bien en su ya corta pero dilatada filmografía: Maelstrom, La mujer que cantaba, Enemigo.
Pero aquí el cineasta se engolosina con su propio estilo y se achata los dedos en el intento de no hacerlo. Toda la elegancia de esta idea de hacer una especie de cruza entre Encuentros Cercanos del Tercer Tipo y Persona, se desbarata no solo en su aburrimiento irredento, en su ausencia de una verdadera brújula narrativa, sino también en un final tan malo, tan pesimamente planteado que una se llega a preguntar para qué diablos se la pasó hora y media sentado viendo preguntas y buscando respuestas que al final no existen por ningún lado.
Han llegado en unas de esas cosas insufribles, indecibles, innombrables, inútiles de las que siempre queda preguntarse cómo llegaron a filmarse, y como a un cineasta tan consonante en su calidad como lo ha sido hasta ahora Villenueve, tuvieron a bien, colocarlo al frente de este mortuorio desastre.