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La verdad está muerta: Denise Dresser

Paola Flores/Foto:FILO

OAXACA, Oax.  “La verdad está muerta”, sentencia la politóloga Denise Dresser al referirse al caso Ayotzinapa. Explica que los datos, las cifras, los hechos no importan. Se sigue insistiendo en las narrativas oficiales mientras el tiempo pasa, el horror en México se normaliza y la mentira histórica se repite.

En breve entrevista para Oaxaca Media, la escritora y columnista reseña rápidamente  la crisis que atraviesa el país y el papel de los expresidentes como Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, así como los cárteles de la droga y las fuerzas de seguridad del Estado.

En su opinión, nuestro Sistema de Justicia no da para enjuiciar ni atrocidades del pasado, ni corrupción del presidente saliente, tampoco a la clase política en general, es necesaria la ayuda internacional.

La charla se da minutos después de la presentación de su libro  Manifiesto mexicano: cómo perdimos el rumbo y cómo recuperarlo a cargo de la periodista Diana Manzo, durante la Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO).

¿Se puede recurrir a algún mecanismo internacional para enjuiciar a Peña Nieto?

La urgencia de participación internacional deviene de lo que no pasa en el país, lo que no se investiga,  lo que se tapa, lo que se oculta. Los crímenes que ni siquiera son considerados como tales. Actualmente tenemos una PGR ineficiente que ha contribuido al pacto de impunidad y por ello necesariamente requerimos de  ayuda internacional, ayuda de las Naciones Unidas, ayuda de la Corte Penal Internacional.

¿Alguna medida esperanzadora que vea en el próximo gobierno?

Son necesarias decisiones difíciles, valientes, para que así las atrocidades aceptadas dejen de serlo, para que México no viva con la lesa humanidad de hoy. El equipo del próximo gobierno ha dicho que quiere crear una comisión de la verdad con asistencia internacional, lo cual me parecería un paso en la dirección correcta, sin embargo es necesario que la sociedad civil organizada mantenga la vara alto y esté alerta.

Ahora podemos ver un porcentaje de la ciudadanía que es emergente, crítica, propositiva, pero también una parte conformista, apática, con bajos niveles de exigencia.

¿Qué papel están jugando las redes sociales en la organización de la sociedad civil frente a este escenario?

Las redes sociales son un instrumento de comunicación con muchos claro oscuros, contribuyen a la movilización y diseminación de información que es indispensable, pero también se vuelven un lugar de tribus y jaurías, de poca deliberación democrática, de mucho ataque personal.

Yo las uso, porque contribuyen a que se creen coaliciones de cambio en favor de causas que considero importante apoyar, como la desmilitarización del país o la creación de una fiscalía autónoma e independiente, entre otros. Las redes me ayudan a tener un eco que no podría obtener a través de otro medio, ahí se amplifican las ideas, se puede presionar a la clase política, hay resistencia en los hashtags, pero al mismo tiempo, son sitios donde el anonimato da lugar a la violencia, a la intemperancia y al enojo, es un lugar difícil para el debate democrático.

¿Cuál cree que debería ser la mayor preocupación en el país en este momento?

En el libro plasmo mi mayor preocupación, y no es que México se convierta en Venezuela, sino que México siga siendo el mismo país, clientelar, corporativo, con políticas de patronazgo, con un alto nivel de opacidad y discrecionalidad, a pesar del mandato legítimo de cambio.