En la era de la ciber conectividad, las redes sociales juegan un papel protagónico, pero ¿hasta qué punto son beneficiosas?, ¿cuándo se convierten en una distorsión de la realidad?
Periodistas, escritores y filósofos intentaron conciliar la relación de éstas con la democracia y la vida cotidiana durante la pasada Feria Internacional del Libro de Oaxaca.
Jacobo García, periodista del diario EL PAÍS, alude a la juventud de México y la describe como pujante, poderosa, “es una juventud que viaja, que sale, que se entera de lo que pasa en el contexto internacional y que el 1 de julio demostró que la camisa le quedaba estrecha y dio una patada a esas viejas estructuras que hasta entonces gobernaban”.
Para él, el peligro es creer que las instituciones se construyen en las redes sociales, en Instagram, o en Twitter, “habrá que ponerse a trabajar y ponerse a pensar en que queremos construir”, sugirió.
Mientras que el escritor Juan Villoro ve en las redes sociales otras maneras de hacer política, de crear plataformas ciudadanas, a través de ellas, -observa- cómo figuras como el candidato independiente Pedro Kumamoto y el gobernador Jaime Rodríguez Calderón han logrado posicionarse.
Sin embargo también criticó que muchas veces la gente en vez de manifestar descontento en las plazas públicas o en un activismo real se limita a mandar un tuit y cree que así ya expresó una convicción. “Son fuegos artificiales. Estamos cada vez más en una escisión de la realidad. Olvidamos que lo virtual no cambia la vida», agregó.
Por su parte, la politóloga Denise Dresser las conceptualizó como un instrumento de comunicación con muchos claro oscuros, “contribuyen a la movilización y diseminación de información que es indispensable, pero también se vuelven un lugar de tribus y jaurías, de poca deliberación democrática, de mucho ataque personal.”
Ahí se amplifican las ideas, dice “se puede presionar a la clase política, hay resistencia en los hashtags, pero al mismo tiempo, son sitios donde el anonimato da lugar a la violencia, a la intemperancia y al enojo, es un lugar difícil para el debate democrático”.
En cambio, para la periodista Carmen Aristegui, las redes sociales son “poderosísimas, fantásticas cuando la sociedad se apropia de ellas y las hace una herramienta de comunicación y organización”, pero también hace énfasis en su aspecto negativo.
El caso Brasil es un caso exacto de lo que no debemos permitir que ocurra en las redes sociales, acaba de ser descubierta una campaña masiva a través de Whatsapp con fake news contra el candidato del PT, apenas la identificaron ¿pero ya para qué?”
Considera que la utilización de estas herramientas ha sido, es y será, un elemento muy importante, por lo tanto la pregunta pertinente es ¿cómo nos vacunamos?
Por lo pronto ─añadió─ no creyendo todo lo que ocurre en las redes, poniendo en duda todo para estar bien informados. “Como dicen los clásicos en las escuelas de periodismo. Ahí a los chicos se les siembra que tienen que poner en duda todo, que tienen que tener más elementos para creer que esto es azul o rojo».
“Si tu mamá te dice que te quiere, revisa de nuevo la fuente. Hay que ser más rigurosos, más exigentes, no creernos todo, abrazar lo que es positivo como sociedad, con cultura, con discusión, porque si no nos pueden pasar cosas como Bolsonaro y ¡agárrate!” dijo casi al cierre de esta edición 38 de la Feria.
Gilles Lipovetsky, el sociólogo y filósofo francés, uno de los invitados estelares de la FILO, destacó en Oaxaca que las redes sociales no tienen la potencia necesaria para generar pensamientos reflexivos en los individuos. No les enseña a pensar por sí mismos.
Para el analista de la sociedad posmoderna resulta indispensable la cultura y la educación como estructura sólida. “No creo que las redes tengan ese poder. Si las personas sólo se informan mediante las redes sociales se encierran en su propio mundo. La autonomía requiere una formación, si no tiene una cultura ya iniciada, usted está más inmerso en rumores, en noticias falsas”, expuso.
El filósofo disertó sobre este fenómeno, al que le adjudica la grave situación en la que se encuentra la democracia a nivel mundial, la desconfianza en las autoridades y en la prensa.
“Detrás del aparente éxito que las redes sociales tienen, hay una desconfianza de masas, por ello su potencia de transformación es bastante débil, la gente quiere ser feliz, pero se olvida de tener un individualismo responsable”, añadió.
No obstante -aclaró- ni el individualismo, ni las redes sociales son el diablo, “no es una situación terrible, pero hay que tener límites, uno necesita relacionarse de forma presencial más a menudo”.