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Agoniza el ixcateco

Solo 10 personas hablan este idioma

Rocío Flores

La lengua es efímera, dice el lingüista estadunidense Michael Swanton, director de la Biblioteca Juan de Córdoba en Oaxaca. Advierte que lo que no se conserva hoy como un patrimonio comunitario, en 20 años no existirá más en el mundo, con ello se pierde la historia oral de un pueblo y una cultura.

Pedro Salazar Gutiérrez  y Cipriano Ramírez Guzmán también lo saben, por eso, a pesar su edad se han ocupado de enseñar el ixcateco, la lengua con mayor riesgo de desaparición en este estado del sur. Solo unas diez personas la hablan.

“Gregorio, Ignacia, Pedro Velasco, Aniceto Álvarez, Juanita, Rosalía, Patrocinia, Rufina, Cipriano y yo”, recuerda don Pedro, un hombre de 92 años, estudió hasta segundo de primaria, pero sabe que quizá si no contribuye en la enseñanza de su lengua, en algunos años no habrá nadie en el mundo que lo haga, pues Santa María Ixcatlán es el único lugar donde se habla.

No hay ninguna lengua parecida, en ningún pueblo de Oaxaca”, dice con cierta tristeza don Pedro, quien a pesar de su débil estado de salud conserva vitalidad para impartir clases a niñas y niños de nivel preescolar  y primaria en las escuelas de su pueblo.

Don Pedro se convirtió en maestro comunitario por la necesidad de salvar su patrimonio.  Piensa que si se deja de hablar su lengua, se pierden los nombres de las plantas, las formas de curarse, las maneras de relacionarse con la naturaleza, de organizarse y vivir en la comunidad.

“Es el único que se atrevió a dar clases a las niñas y niños más pequeños”, mencionan las profesoras Lidia Zárate Mendoza y Viridiana Castillo Martínez, quienes apoyan para mantener vivo el ixcateco en esa comunidad;  han trabajado desde hace años para sembrar en sus estudiantes la inquietud de aprender (al menos) algunas palabras de la lengua ixcateca con el apoyo de don Cipriano y don Pedro.

Es una labor lenta, difícil, coinciden quienes participan en esta tarea, saben que puede llegar a morir, por eso es necesario hablarla  y por ahora no importa en qué contexto, es necesario compartirla, llevarla a la casa, intercambiar los sonidos, hacer que se escuche, porque como dice el narrador y poeta, nahua Martín Tonalmeyotl, “al hacer que se escuche, la sangre de la lengua fluye”.

El tiempo apremia dice la profesora Lidia Zárate Mendoza y recuerda que  一lamentablemente一 en este momento, no hay ningún niño que hable de manera fluida esta lengua, solo saben palabras.

«Si la situación no cambia, en algunos años no habrá nadie que lo haga”, reitera el lingüista Michael Swanton, quien junto a la escritora Araceli Mancilla, don Pedro, don Cipriano y las profesoras, han hecho lo posible por que se siga escuchando en los hogares, que existan las letras de este idioma.

Todos ellos contribuyeron a traducir las fábulas de Esopo en ixcateco, una iniciativa del artista Francisco Toledo, impulsor de las lenguas indígenas en el estado. Saben que, como resumió Inari Reséndiz, en la presentación de este libro, las lenguas incorporan las experiencias acumuladas de sus habitantes a través de las épocas, es el tesoro de la memoria que se trasmite de generación en generación.