Foto: Carmen Pacheco
Faroles, lámparas de mano, linternas, veladoras y cientos de voces se encendieron anoche en el zócalo de esta ciudad al finalizar la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Sonaban los tambores repetidamente a un ritmo acelerado, pero en la escena destacaba la energía de las mujeres.
Llegaron cubiertas con un pañuelo verde, o una máscara, alzando los brazos, bailando al ritmo brasileño-africano de la batucada, brincando, practicando eso que llaman sororidad, que básicamente se refiere a esa hermandad entre mujeres al percibirse como iguales y ahora como aliadas en su lucha contra la violencia machista.
Después de dos horas de marcha llegaron todas. Ni una menos.
¡”Mi cuerpo es mío, yo decido, tengo autonomía, yo soy mía, por qué no, es no, qué te dije que no, pendejo no…”!
coreaban en el zócalo anoche frente a cientos de comensales de los restaurantes y debajo del laurel emblemático.
Dos horas antes habían salido desde el Parque del Amor, uno de al menos 20 espacios públicos de la capital considerados por colectivos feministas como riesgosos por los constantes chiflidos, insultos, robos y el acoso sexual callejero que viven en lo cotidiano las mujeres que transitan por esa zona de la ciudad.
Una gran manta verde ondeó ligeramente a su salida rumbo al zócalo y lideró al contingente de jóvenes, adultas, madres, niñas, trabajadoras o estudiantes que levantaron sus pancartas y su voz para demandar 一una vez más一 un alto a la violencia machista y la legalidad del aborto en todo el país, entre otras exigencias.
Esta vez siguieron una ruta inusual. Caminaron por el periférico y la Central de Abastos, rodeadas de las miradas de hombres algo incrédulos que sacaban sus celulares para fotografiarlas. Se detuvieron unos minutos para encender sus faroles, dar un poco de luz a ese punto de alta inseguridad y para colocar la manta de Aborto legal y seguro para todo México, en un puente peatonal.
A su paso simularon cambiar los nombres de las calles, que en su mayoría tienen nombres de personajes políticos, o revolucionarios, todos hombres.
Los cambiaron para recordar a algunas mujeres, como a María del Sol Cruz Jarquín, la fotoperiodista asesinada el 2 de junio del año pasado, por el de Margarita Magón, una revolucionaria mixteca, o por el de la curandera María Sabina, entre otras.
Pintaron paredes para mostrar su repudio por el acoso callejero, la violencia laboral, sexual y cualquier otro tipo de violencia en su contra, por supuesto también repudiaron los feminicidios registrados en el estado como el grado más extremo de la violencia de género, que ha matado a unas 267 mujeres durante este gobierno, de acuerdo a reportes de organismos civiles.
La marcha se realizó de manera simultánea en varios estados del país, aquí en Oaxaca para algunas mujeres significó resistencia, una manifestación de repudio a gobiernos insensibles, una demanda de justicia por todas las asesinadas, la exigencia de respeto a sus derechos fundamentales, y el recordatorio del derecho que tienen a decidir sobre su cuerpo y su vida.
“Todas marchamos, todas exigimos derechos para todas”, dijo Vilma Katt Ulloa, integrante del colectivo Marea Verde Oaxaca. Amigas, compañeras, hermanas, aliadas, madre e hija, conocidas o no, todas repetían de vez en vez y sin temor aparente ¡“las calles son nuestras y las noches también”!