Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Bixhia, la huella de lo cotidiano

La huella del pasado no se borra totalmente de nuestra vida cotidiana. Eso parece decirnos la artista Ana Hernández en su reciente exposición Bixhia, una serie de esculturas, dibujos, textiles y objetos en los que sobresale el color dorado, el cual alude al aspecto cromático del oro nativo, pero sobre todo evoca a las raíces de la artista textil.

Ana Hernández (1991) nació en el Istmo de Tehuantepec, un lugar con muchas imágenes y mucha información, donde las mujeres llevan el dorado del oro como pendiente en el pecho, ya sea como joya que usan en sus fiestas o como parte del hilvanado de sus huipiles.

«El oro en esa región de Oaxaca tiene un valor simbólico: las joyas de ese metal precioso no son un objeto, es una herencia que se trasmite de generación en generación, entre las abuelas, las madres, las hijas y las nietas. El oro es la memoria”, resume la artista, quien nos cuenta en entrevista cómo fue que decidió recuperar algunas de esas imágenes que dan origen a esta segunda exposición.

Foto: Carmen Pacheco

Crecí rodeada de textiles, mi madre fue costurera del barrio de vixhana, donde se elaboran los tanguyus, estas muñecas de barro decorada de colores vivos. En mi familia se dedicaron a varios oficios: carpinteros, campesinos, cocineros. Entonces, esto es como trabajar el telar, la cerámica, recordar los peces…

Son imágenes que siempre han estado ahí, son bellas y por eso decidí recrearlas en cerámica de alta temperatura o algunas otras técnicas como en el caso de los textiles en los que hay telar de pedal, bordado, cadenilla, etc. De ahí parte todo, incluso los estarcidos con esos dibujos imaginarios, son la huella que queda de lo cotidiano, destaca la artista.

Pero la muestra de Ana Hernández también tiene en su lengua, el zapoteco, un componente esencial. Todo parte de Sa Benda Bixhia (son del pez) una danza ritual prehispánica que se relaciona con otras danzas. Bixhia es un fragmento, y un todo a la vez.

Ana explica que en el zapoteco del Istmo benda puede ser: pez, camarón, hermana de ella, culebra; bixhia puede significar: penca de coco, grito, aullido, destruir, desbaratar, sierra, porque el zapoteco es una lengua tonal, es decir que dependiendo de  los tonos: altos, medios y bajos o bien ascendentes y descendentes, se establecen los diversos significados.

Lo que  permite la lengua 一dice一 es hacer un juego, imaginar, establecer una relación con un todo, lo mismo que en su obra donde establece relaciones entre las formas, los colores y las técnicas que conforman Bixhia. Al final, todo es una unión, es memoria y arte.

Ana Hernández plantea también otra reflexión con Sa Benda Bixhia. Cuenta que la danza es un ritual que se realiza en los tradicionales convites del Istmo en el que un pescador intenta atrapar a un pez sierra rebelde, esquivo. Para atraparlo busca unas redes, a sus amigos, a la comunidad.

Durante la danza, los bailadores simulan a pescadores que avientan las atarrayas o redes de pesca entre los asistentes y quedan atrapados en un momento mágico, místico, en el que de alguna manera se recrea la unión con la naturaleza. A partir de ésta, Ana Hernandez abre la posibilidad de reflexionar sobre cómo las identidades de los pueblos originarios se establecen también por el territorio y en los lazos comunitarios, con ello se reafirman y resisten sus patrones culturales.

«Estamos pasando tiempos difíciles por el tema de la pandemia, por eso es importante recuperar la unión entre las personas, la comunidad, tal como nos muestra esta danza. Lo podemos hacer todos juntos», comenta.

«Sa (son) Benda (pez) Bixhia (sierra) es la traducción pragmática, aunque no alcanza a decir, ni de cerca, todo lo que las palabras (en zapoteco) encierran», dice Alberto Ambrosio sobre el origen de esta muestra.

Bixhia está compuesta con 70 piezas en la que invirtió siete meses de trabajo, “aunque en esta danza la bailamos las mujeres“, puntualiza.

Las piezas se exhiben hasta el mes de diciembre en la Galería NN, ubicada en la privada de Ignacio Aldama #110 en el barrio de Jalatlaco, en la capital del estado.