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Parte II
Toda mi vida es danza, concluye la bailarina y coreógrafa Rosario Ordóñez, al evocar su trabajo, su formación, su experiencia en la disciplina artística, su necesidad de expresarse libremente con el cuerpo durante tres décadas.
La bailarina recuerda que inició durante la adolescencia, cuando tomaba clases en la Casa de la Cultura de Ixtepec, en la región del Istmo de Tehuantepec, de donde es originaria: “tuve una maestra de danza folclórica que me inspiró tanto, que tiempo después decidí explorar en esa disciplina”, precisa.
El proceso para llegar a la danza no fue sencillo. Rosario tuvo que pasar por un largo periodo de retos. Su madre, secretaria de profesión, trabajaba en un ingenio azucarero en el Istmo y apenas podía sostener los gastos familiares. “Lo único que no faltaba en la casa era azúcar, pero en el refrigerador muchas veces no había nada”, relata la artista, quien recuerda con respeto la tarea de su madre.
“Casi no la veía. Con Tacones lejanos, la película de Pedro Almódovar, me acuerdo cómo escuchaba yo los tacones de mi madre cuando regresaba de trabajar de la zafra”.
Rosario comenzó a trabajar a los 15 años en los juegos mecánicos de una feria de pueblo para aliviar la situación económica en su casa. Tiempo después viajó a la ciudad de Oaxaca para estudiar la carrera de Odontología.
Durante su estancia aquí, inició sus clases en la compañía de danza de Alejandra Serret, donde recibió una beca y luego la posibilidad de tomar un taller con la bailarina estadounidense Christine Dakin, una de las principales exponentes del repertorio y la técnica de Martha Graham, quien después se convertiría en su sponsor y gran amiga.
Durante el taller descubrió que en la Universidad de Querétaro podía estudiar danza y se inscribió. A los 23 años viajó a esa ciudad, solo con su pasaje en la bolsa y en la memoria una serie de comentarios de la sociedad que insistía en decirle que a esa edad ya todos eran bailarines profesionales y que lo que necesitaba era ponerse a trabajar.
Rosario Ordóñez llegó con la inseguridad que generan esos prejuicios, pero también con la confianza de su determinación y con la mente abierta a las posibilidades que pudieran surgir.
Por las noches trabajaba en un bar y por las mañanas estudiaba una instructoría para maestras en danza contemporánea en la Universidad de Querétaro.
En el camino, dice, aprendió a ver los beneficios de tener un proyecto, pues cada noche veía cómo las meseras del bar se peleaban por las propinas, mientras ella solo pensaba en que quería bailar.
“Era lo que me mantenía para seguir. Llegó un momento en que parecía una zombie”. Así fue durante dos años hasta que se abrió una posibilidad para cambiar.
“El universo me mandó una audición con Christine Dakin. Era la oportunidad de mi vida”, recuerda con entusiasmo la bailarina oaxaqueña.
Hizo la audición a nivel nacional, en la que seleccionaron a tres bailarinas: Rosario fue una de ellas. Tenía un año para conseguir sus pasajes a Nueva York. Finalmente, después de insistir durante un mes por un apoyo con el entonces gobernador del estado, José Murat Casab, lo consiguió.
Me dijo: “usted, qué chingados quiere”.
—Me gané una beca, aquí está mi oficio, le respondí.
—No quiero leer un pinche oficio, dígame qué quiere.
—Necesito dinero para mis pasajes.
—¿Veinte mil pesos le alcanzan?
—Sí. Pues le doy 20 mil, pero ya váyase.
—No, espere, porque si voy, me puedo ganar otra beca, puedo quedarme a estudiar en la escuela de Martha Graham. Necesito su apoyo.
—La apoyamos, usted, mándeme la información.
“Yo solo quería irme a Nueva York”, relata la artista. Rosario se fue con una visa de estudiante y estando allá, efectivamente, se ganó una nueva beca, aunque el gobierno del estado ya no la apoyó para su estadía en ese lugar. La escuela le dio un trabajo y así pudo sostener su carrera en la Gran Manzana.
“No lo podía creer, pero ahora reconozco que era resultado del esfuerzo, la disciplina y la tenacidad”.
De toda la experiencia para llegar a esa ciudad en busca de cumplir su objetivo, Rosario recupera una lección: es importante hablar desde otro lugar, saber negociar con las distintas situaciones en la vida. Es lo único que nos va a poner en otra perspectiva: “si tú no te pones a trabajar en lo que eres, no vas a conseguir lo que tu quieres”.
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Quién es Rosario Ordóñez
—Rosario Ordóñez Fuentes fue becaria de la Martha Graham School y la Peridance Schhool, de Nueva York, donde se formó con destacados bailarines, como Christine Dakin, Pearl Lang, Alessandra Prosperi y Jackelin Bugilis.
—Durante su estancia en Nueva York fue integrante de Martha Graham Ensamble y de las compañías Nina Buison Dance Troupe y Rastro Dance Company.
—En 2009 comenzó a crear en Oaxaca su proyecto Invernadero Danza en el cual ha recibido a bailarines de la talla de Tadashi Endo, Cristine Dakin, Gyula Cserepes, José Luis Vallejo, Érika Torres, Vangelis Legakis.
—En 2010 recibió dos reconocimientos por su trabajo como bailarina en el Danzfest de Cattolica, Italia.
—Durante 14 años de carrera se ha presentado en países como Rusia, Italia, Alemania, Estonia, Finlandia, Bélgica Holanda, República Checa y Polonia.
—Actualmente es becaria del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales por su trayectoria como creadora.
1 Comentario
Karla Rabling
Estoy muy orgullosa de ti querida Chayito…la perseverancia y tu gran corazón te seguirán llevando lejos y te seguiré acompañando en la distancia llena de admiración. Felicidades
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