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Ya no pueden silenciarlas

Con motivo del 8 de marzo, las artistas de Oaxaca se han organizado este año para presentar diferentes exposiciones desde el 24 de febrero. Ese día inauguraron en la Galería 4/7, en el centro de la capital oaxaqueña, la muestra En el mismo barco, con obras pictóricas y escultóricas de 26 artistas visuales. Poco después, el 6 de marzo, se inauguró la muestra Arte de la Tierra. Subir a la montaña, subir al cielo, con la obra de 18 artistas en el Cerro Mogote de Humo de la agencia de Santo Domingo Barrio Alto en el municipio de San Agustín Etla.

Las obras de arte en las exposiciones de la Galería 4/7 y en el Cerro Mogote de Humo son notables no sólo por la diversidad de propuestas y las eficaces soluciones formales de cada una de las artistas que las elaboraron, sino por el hecho de que, como señaló la pintora Liliant Alanis, revelan que las mujeres creativas están manifestando su presencia en la sociedad de una forma que los hombres no se atreven a intentar y que ya no pueden soslayar.

Por ello, una vez manifestada la capacidad de estas mujeres como creadoras de elevadas producciones artísticas, será imposible tratar de ignorar su existencia o marginarlas como es costumbre. “Ya no pueden silenciarnos”, justiprecia con serenidad Liliant Alanis, lo cual es muy saludable, porque la comunidad se beneficia con la desafiante voluntad expresiva de más de tres decenas de mujeres que están desplegando formas muy alentadoras de trascender los asfixiantes límites del confinamiento en museos y otros espacios para las artes visuales.

La muestra en la Galería 4/7 presenta obras de Alejandra Villegas, Ana Santos, Argelia Matus, Catherine Hemenway, Cristina Luna, Diega Amador, Edith Hernández, Esther Padilla, Gilda Genis, Inés Lara, Itzmalli Coca, Ivonne Kennedy, Judith Ruiz, Linda Harbert, Luna Ortiz, Mares Mendiola, Pita Wild C., María Sandoval, Natalí Terán, Mercedes López, Siegrid Wiese, Pili Gómez, María Harrinzon, Rocío Figueroa Barraza, Soledad Velasco y Yari Montes.

Por otra parte, la exposición Arte de la Tierra. Subir a la montaña, subir al cielo, con la que el colectivo Arte Mujer Oaxaca (ARMO) celebra su tercer aniversario, está integrada por obras de las artistas Ana Santos, Cristina Luna, Diega Amador, Judih Ruiz, Julia Barco, Ksenia La Hun, Liliant Alanís, Adriana Remus, Abigaíl Maritxu Aranda, Lucero González, Lucero Valdez, María Cruz, María Harrinzon, Miriam Ladrón de Guevara, Nely Cruz, Paola Capón, Soledad Velasco y María Luisa de Villa. 

En el mismo barco es una muestra recopilada por la pintora y escultora Judith Ruiz y por la artista visual y promotora de arte Lucero Valdez. Entre las 26 artistas que reúne la selección, hay diferentes calidades y propuestas. A los nombres de artistas ya reconocidas se suman los de creadoras que no habían recibido espacios en otras exhibiciones, e inclusive algunas que no se habían escuchado antes, salvo en presentaciones poco difundidas.

Entre las obras que la Galería 4/7 exhibe a partir del 24 de febrero, destacan las pinturas de Maries Mendiola, Alejandra Villegas, Ivonne Kennedy, Linda Harbert, Siegrid Wiese, Ana Santos, Luna Ortiz y Yari Montes, así como los dibujos de Soledad Velasco, Pita Wild C. y Argelia Matus, la gráfica de Rocío Figueroa, además de las obras en cerámica de Diega Amador, Inés Lara y Yari Montes.

Arte donde canta el viento

En cuanto a la muestra Arte de la Tierra. Subir a la montaña, subir al cielo —convocada en Oaxaca por Miriam Ladrón de Guevara y Cristina Luna, y por María Luisa de Villa en Canadá—, resulta una poderosa llamada de las artistas participantes a romper con las convenciones sobre el arte en Oaxaca. No sólo se imponen la tarea de crear piezas e instalaciones con elementos y materiales inusuales, avanzando en la utilización de formatos y espacios inesperados, sino que integran una concepción novedosa para poner a las personas en pleno contacto con el arte.

Las obras que integran esta exposición a campo abierto (desplegadas en una zona que evidencia haber sido un asentamiento prehispánico), rompen con la distancia impuesta por los espacios oficiales y permiten que cada visitante palpe, aspire, saboree inclusive la consistencia matérica de cada instalación. Los temas son importantes, esenciales: no falta la reflexión y el recordatorio sobre la desbordada violencia homicida contra las mujeres, pero sobre todo abundan los testimonios sobre el cuerpo femenino en todas sus posibilidades, la necesaria evocación de realidades tan sensibles como acuciantes (los fenómenos de alejamiento entre madres y sus descendientes, la necesidad de re-ligar a los seres humanos con la naturaleza, la urgencia de que el amor y la armonía llenen espacios vitales ahora emponzoñados por la violencia).

El ensamble y el arte objeto suelen ser emplazados en delimitaciones que prohíben el contacto directo con los materiales o trivializan su presencia. En esta muestra, las artistas convidan a los visitantes a interactuar con las piezas colocadas en el entorno natural, a convivir con las posibilidades de adentrarse en obras que modifican el paisaje sin trastornarlo. El resultado es una experiencia sensible que potencia la conexión espiritual con un terreno cuyo sustrato es sagrado, pues abunda en vestigios de antiguas prácticas ceremoniales.

El Cerro Mogote de Humo presenta evidencias cerámicas muy antiguas regadas por los terraplenes y los senderos que conducen a las obras de las dieciocho artistas. En la cúspide de esta elevación, dos pequeñas colinas parecen indicar la presencia de antiguas estructuras ceremoniales, esperando a ser exploradas. Por ahora, a esas breves eminencias la recubre materiales carbonizados por el incendio que provocó algún irresponsable, algún enemigo de la magnífica vegetación xerófita que rodea al cerro.

Los habitantes de Santo Domingo Barrio Alto se reunieron con las dieciocho artistas el domingo 6 de marzo para inaugurar la novedosa exposición y convivir con las propuestas artísticas, aprendiendo a mirar el paisaje desde la perspectiva estética que cada obra propone. Fue una experiencia aleccionadora para la desconfianza, el azoro y las ideas preconcebidas de una comunidad habituada a las nociones convencionales sobre el arte. El descubrimiento de que el arte no es como lo pintan.

Para singularizar aún más la experiencia, las alumnas de canto de la Orquesta de Cuerdas de San Agustín Etla, dirigidas por la joven maestra Alejandra Esqueda, ofrecieron un concierto que comenzó con versiones en distintos idiomas del Ave María y culminó con el aria Un bel di vedremo de Madame Butterfly. Bajo el ardiente sol del mediodía, con los delicados cantos difuminándose hacia los cuatro puntos del orbe, los componentes orgánicos de cada obra parecían perfeccionarse con la música del viento.

Tras ofrendar sus creaciones en la ciudad y en el campo, en laicas galerías o en sagradas eminencias de tiempos ancestrales, a estas mujeres artistas ya no pueden silenciarlas. Como a la melodía que entona el aire en las colinas.