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Laureana Toledo (Ixtepec, 1970) exhibe en el Centro de las Artes San Agustín Orden y Progreso, una investigación visual con la cual cuestiona los proyectos que, bajo el argumento de la modernización, se desarrollan en el Istmo de Tehuantepec.
La muestra evoca el lema “Orden y Progreso” de la dictadura de Porfirio Díaz, quien, bajo esta premisa, promovió la industrialización del país y puso en manos de empresarios, terratenientes y hacendados un sinnúmero de tierras despojadas a comunidades indígenas y campesinas en regiones geoestratégicas, entre ellas el Istmo de Tehuantepec.
La propuesta artística aborda críticamente la huella que dejaron las industrias y los proyectos de infraestructura energética y ferroviaria de aquel entonces. Estos proyectos, dice, evidencian la condición colonial del proyecto que dio origen a la ruta transístmica en el siglo XX y se repite cien años después.
“En aquel entonces, con una ruta de ferrocarril, ahora con los parques de turbinas eólicas y promesas de progreso que benefician muy poco a la región, a su ecología y a sus habitantes”, comenta en entrevista.
La muestra está integrada por fotografías, mapas trazados a mano, una pieza textil, fotograbados, rótulos, ilustraciones y algunos archivos e imágenes donadas. La pieza principal es una proyección monocanal musicalizada por la chelista Natalia Pérez Turner, donde evoca algunos momentos de su primera infancia, por ejemplo, su relación con el viento y el imaginario sobre los zopilotes que reconfigura con el tiempo.
Las secuencias también muestran humaredas interminables del basurero de Juchitán, zopilotes que engullen carroña, bolsas de plástico hechas jirones, anudadas en la cerca que divide la zona del basurero; conducen también al parque industrial de Unión Hidalgo, donde las sombras de las aspas de las turbinas eólicas simulan seres gigantes que se proyectan sobre el calor del asfalto.
Todas estas imágenes resumen aspectos del paisaje istmeño actual, la ruta del supuesto progreso. Son realidades ocultas en el discurso sobre el Istmo, donde solo se exalta la fiesta llena de color y folclore, la fortaleza de las mujeres del pueblo, los muxes.
“Son todas estas cosas que están sucediendo a la par, y es importante decir no se distraigan. Sí es eso, pero también hay otra realidad que se encuentra frente a nuestros ojos, entre trenes, basureros humeantes, refinerías, turbinas eólicas y parvadas de zopilotes”
De Londres al Istmo de Tehuantepec
Laureana comenzó hace nueve años con esta investigación originalmente en el Science Museum de Londres, en donde se encontró el archivo Weetman D. Pearson, uno de los contratistas más relevantes en el Istmo y en el gobierno de Díaz.
Ahí halló muchas fotos de la ruta de las vías, de las estaciones en construcción, registros de la inauguración oficial del ferrocarril, imágenes del paisaje local, el inventario personal de las posesiones de los contratistas ingleses, entre otras imágenes. Tuvo la oportunidad de acceder a la antigua campiña inglesa, donde está la vivienda de los Pearson, que aún es propiedad de los herederos y fue fotografiando los interiores, el césped, los campos de polo.
Luego decidió regresar a la región del Istmo para contrastar esa realidad que fue fotografiando y archivando a lo largo del tiempo.
«Llegó con esas fotos de referencia sin saber lo que iba a pasar. Y cuando se enfrenta con esta realidad del Istmo es cuando la pieza comienza a tener sentido», explica la curadora Ariadna Ramonetti Liceaga.
Laureana aclara que se usa mucho el caso de Pearson para explicar esta idea de progreso en la región, pero pudo ser cualquier otra familia, es una práctica que se repite, ahora se le da oportunidad a una empresa española, holandesa o coreana para hacer exactamente lo mismo.
El legado de estas familias, sus campos de polo, el castillo, la riqueza, la opulencia de esas casas, contrastan con toda la mierda que hay en el Istmo, dice, y son para ejemplificar que sucede cada vez que llega un extranjero y con la ayuda de ciertos actores locales empiezan a degradar el territorio, luego se van.
Este trabajo se hizo hace algunos años, pero la pertinencia de traerlo a Oaxaca ahora tiene que ver con el asunto de que esta misma ruta se va ampliando, comenta.
“Es posible que pueda haber más riqueza, más trabajo, pero también más violencia, más degradación, drogas, migrantes”, porque todo eso implica esa visión de progreso impuesta por Porfirio Díaz que cien años después se intenta nuevamente imponer”.
¿Qué sucedió entonces y qué podemos aprender de esta lección?
Hay una vuelta a este lema del “Orden y Progreso” en el siglo XXI. Pero la realidad es que todos esos proyectos no han beneficiado ni benefician a la gente, ni a la tierra, son explotados en aras del progreso. Hay muchas resistencias de las poblaciones indígenas, mujeres organizadas en la defensa de sus territorios, pero es una contraparte muy pequeña, hay una cosa voraz que está dejando desolación.
Lo que tal vez tenemos que reflexionar es cómo hacer para que eso pueda existir de otra manera. Es necesario que hablemos de nosotros de nuevas formas de convivir sin explotar como si no hubiera mañana, porque es una situación que nos está llevado a unas crisis terribles a todos, no solo a los ingleses, sino a todos juntos, concluye Laureana Toledo.
La muestra de la artista se exhibe en el chalet del CaSa y estará abierta hasta mediados del mes de noviembre de este año.