En el México porfiriano, los privilegiados que ejercieron altos cargos en el gobierno fueron llamados “los científicos”, denominación que no fue gratuita. En efecto, muchos entre quienes ocuparon importantes puestos gubernamentales porfirianos destacaron en diferentes ciencias y artes, además de en los negocios, la política y la estrategia militar: Justo Sierra, Emilio Rabasa, José Yves Limantour, Olegario Molina Solís, José López Portillo y Rojas, Bernardo Reyes y varios otros.
Hubo altos funcionarios, sin embargo, que pasaron directamente de los campos de batalla al ejercicio del poder, luego de las numerosas guerras y sublevaciones que se sucedieron de 1853 a 1876. Fue el caso de Manuel González Flores, quien, distinguido por la pérdida de un brazo en combate, recibió el nombramiento de secretario de guerra y marina al ocupar su compadre y colega Porfirio Díaz la presidencia en 1876. Al terminar el primer mandato de Díaz, su compadre Manuel ocupó la presidencia de la república en 1882, para que el general (quien reclamó a Benito Juárez la “no reelección”) pudiese guardar apariencias de demócrata.
González Flores fue presidente de 1882 a 1886 y le tocó un periodo de crisis económica, además de frecuentes escándalos por corrupción (denunciados por su propio compadre “para que no le tomara gusto a la silla”). Sin embargo, el mutilado general logró restablecer relaciones diplomáticas con Francia e Inglaterra, promovió el Ferrocarril Central Mexicano, la comunicación telegráfica y submarina, instauró el Banco Nacional de México y el uso del sistema métrico decimal, entre sus logros.
En lo personal, González se distinguió por el cruel trato dado a su primera esposa, la oaxaqueña Laura Mantecón Arteaga, a quien las notorias infidelidades del general la obligaron a presentar el primer juicio de divorcio en México, tras lo cual su esposo la persiguió y hostigó por el resto de su vida. Arruinada y repudiada por su familia, Laura Mantecón falleció en 1900. Logró sobrevivir siete años a su feroz ex marido, muerto en 1893.
Por otra parte, González, como la mayoría de los poderosos de su tiempo, estaba convencido de que la población campesina era un lastre para México, por la ignorancia y la pobreza en que los mantenían los sucesivos gobiernos a partir de la Colonia, además de un supuesto apego a la pereza. Nunca se les ocurrió dar incentivos a los campesinos indígenas para que pudiesen cultivar y aprovechar debidamente sus tierras.
González Flores prefirió fomentar desde el inicio de su presidencia la llegada de colonos extranjeros, porque estaba seguro de que elevarían el nivel cultural y económico del país. González creía que los campesinos extranjeros —“más activos, organizados y trabajadores que los mexicanos”— incrementarían la producción agrícola.
Como señaló Octavio Paz en El laberinto de la soledad, “esos grandes señores amantes del progreso y la ciencia no son industriales ni hombres de empresa: son terratenientes enriquecidos por la compra de los bienes de la Iglesia o en los negocios públicos del régimen. En sus haciendas los campesinos viven una vida de siervos, no muy distinta a la del período colonial. […] En realidad, el porfirismo es el heredero del feudalismo colonial: la propiedad de la tierra se concentra en unas cuantas manos y la clase terrateniente se fortalece. Enmascarado, ataviado con los ropajes del progreso, la ciencia y la legalidad republicana, el pasado vuelve, pero ya desprovisto de fecundidad. Nada puede producir, excepto la rebelión”.
Pero antes de ocasionar la enorme rebelión de 1910, el régimen porfirista intentó “mejorar la raza” con la recepción de colonos europeos. “Los italianos que arribaron entre 1881 y 1882, como resultado de contratos entre empresas privadas y el gobierno mexicano, fueron establecidos en las siguientes colonias del país: Manuel González, en Huatusco, Veracruz; Porfirio Díaz, en Tlaltizapán, Morelos; Carlos Pacheco, en Tlatlauquitepec, Puebla; Manuel Fernández Leal (ahora Chipilo), entonces en Cholula (hoy parte del municipio de San Gregorio Atzompa), Puebla; Díez Gutiérrez, en Ciudad del Maíz, San Luis Potosí, y Aldana en Azcapotzalco, Distrito Federal”, cuenta la historiadora Rebeca Inclán Rubio en su artículo “La colonización italiana en México”, publicado en la revista Relatos e Historias en México.
A la colonia Manuel González (actual Zentla, Veracruz) llegó la familia del joven Cassiano Bartolameotti-Conzatti. Eran la madre y sus dos hijos, nacidos cerca de Trento, Italia, en el pueblo de Civezzano. Por lo tanto, estos emigrados eran ciudadanos del imperio austrohúngaro, al cual pertenecía entonces la parte del Tirol de la cual eran originarios.
Cassiano tenía sólo 20 años cuando desembarcó del vapor Atlántico, junto con su madre y su hermano, en Veracruz. El joven no se resignó a vivir como agricultor en la colonia italiana de Huatusco. Aunque había tenido que interrumpir sus estudios en el Gymnasium Roveretano desde la muerte de su padre, ocurrida en 1877, Cassiano se propuso ser maestro en México. Dejó a su madre al cuidado de su hermano para hacerse asistente en el Colegio Ateneo Veracruzano. En 1885, pasó a ser asistente de enseñanza en la escuela cantonal de Coatepec que dirigía el profesor Enrique Rébsamen. Éste designó después a Conzatti como administrador de la Escuela Práctica, rama del colegio cantonal.
Para 1889, Casiano (con nombre castellanizado) se convirtió en director de la escuela Modelo de Orizaba. Poco después fue a Jalapa para ser ayudante del innovador Rébsamen, a quien llegó a sustituir temporalmente como director de la Escuela Normal Veracruzana. En ese periodo comenzó a preparar una obra monumental dedicada al estudio de la botánica: Flora Taxonómica Mexicana, que en total abarca 17 volúmenes en 14 tomos, aunque sólo dos de ellos se han publicado hasta la fecha.
Un botánico en Oaxaca
En 1891 el profesor Conzatti fue llamado a Oaxaca por el gobernador Gregorio Chávez para dirigir la Escuela Normal de Profesores. En el centro educativo oaxaqueño el profesor permaneció dos décadas dando las clases de educación y antropología. Además de su labor pedagógica, el aún joven maestro continuó realizando exploraciones y recolecciones de plantas para su ambiciosa Flora Taxonómica Mexicana. No sólo formó su propio herbario, sino que contribuyó con especímenes para otras colecciones de plantas.
Para el Instituto de Ciencias y Artes del Estado de Oaxaca, Conzatti inició la construcción del Jardín Botánico, previsto desde 1875. Una fuente indica que este Jardín probablemente se trate del que años después recibió el nombre de Jardín Botánico “Mociño” en honor al médico y botánico José Mariano Mociño. La Biblioteca “Fray Francisco de Burgoa” de la UABJO resguarda en su acervo un cuaderno de 1898 con la clasificación de las plantas del Jardín “Mociño”.
En 1902, el gobernador interino del estado, Miguel Bolaños Cacho, indicó que el jardín botánico del Instituto era utilizado por los alumnos para el “cultivo de las plantas más interesantes de la comarca y que de algún modo se relacionen con los productos industriales no explotados como son: plantas fibrosas, medicinales, etcétera.” Una fotografía de 1902 muestra el Jardín Botánico, el Museo y la Biblioteca del Instituto, antes de que la restauración llevada a cabo por el ingeniero Rodolfo Franco Larráinzar (siguiendo órdenes del gobernador Emilio Pimentel) acabaran en 1906 con el jardín del profesor italiano.
Como parte de los “científicos” que se repartían los altos cargos, Conzatti no estuvo a salvo de críticas. Ricardo Flores Magón, escribiendo con el seudónimo “Anakreon” para el número 63 del periódico El Colmillo Público, asentó el 20 de noviembre de 1904 que el autoritarismo del gobernador Emilio Pimentel vulneraba iniciativas democráticas de la Asociación Juárez, fundada en 1901. Relató Flores Magón que, al proponer el abogado Heliodoro Díaz Quintas que la asociación participase en las elecciones municipales con un candidato opositor al oficial, Díaz Pimentel maniobró para que los empleados de gobierno que integraban la agrupación frenaran la propuesta.
Entre los 13 miembros de la Asociación Juárez que renunciaron a ella para complacer al gobernador, Flores Magón se refirió así al profesor emigrado de Civezzano: “Renunció Casiano Conzatti, quien hasta que vio que la Asociación no era juego de chiquillos, sino algo serio, se fijó en que el imbécil Reglamento de la Escuela Normal le impide inmiscuirse en la política, lo que no obsta para que cuando se presenta la ocasión, festeje a Pimentel. Conzatti es un pésimo director de la Escuela Normal”.
Los signos adversos se acumulaban para el investigador. En 1909 tuvo que dejar la dirección de la Escuela Normal de Profesores. Una enfermedad lo obligó a apartarse de la enseñanza. Sin embargo, aprovechó ese retiro para dedicarse a organizar el Jardín Botánico de la Escuela Experimental Agrícola de San Antonio de la Cal, con apoyo de la Secretaría de Agricultura y Fomento. Si bien se quejaba de recursos insuficientes, en ese proyecto estaba embarcado cuando estalló la revolución de 1910. Sin embargo, el conflicto tardó todavía algunos años en afectar a Oaxaca y eso le sirvió a Conzatti para continuar trabajando cinco años más en el proyecto, como lo demuestra su artículo de 1915 para la revista Anales del Jardín Botánico de Missouri.
Ese año, Conzatti pasó a la ciudad de México y al Departamento de Agricultura del Instituto Nacional de Medicina, para trabajar en su Dirección General de Estudios Biológicos, recién fundada por Alfonso L. Herrera. Con el apoyo de sabios como el italiano, la Dirección de Herrera se convirtió en el centro más importante de investigación biológica del país. Conzatti colaboró en la organización de estas instalaciones, y aprovechó su gran biblioteca para continuar sus estudios. Al crear en 1922 el Jardín Botánico de la Ciudad de México, Herrera contó asimismo con informes de Conzatti, al igual que para el establecimiento del Zoológico de Chapultepec.
Para 1919, la dirección de Herrera comisionó como naturalista explorador al investigador italiano, a fin de efectuar expediciones para recolectar plantas en el interior del estado. Al año siguiente, aprovechando los conocimientos adquiridos, Conzatti publicó Oaxaca y sus recursos naturales.
Con el apoyo de la Dirección de Estudios Biológicos Conzatti publicó también el libro Una expedición botánica a la costa oaxaqueña del suroeste. En ese libro, el naturalista narra que el 24 de noviembre de 1921 salió de Oaxaca rumbo a la costa, haciendo escalas en Sola de Vega, Juchatengo, Juquila, Jamiltepec, Minizo, Chacahua y Tututepec.
Según refiere una publicación de la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa, durante el viaje de 38 días, el explorador colectó diversas especies de plantas, como el Mentzelin conzattii, con grandes flores utilizadas para tratar enfermedades urinarias y epidérmicas. Otras plantas que estudió fueron la “manita de león”, el guarumbo, y el “palo colorado”, también llamado zopilote o caoba. Además, el italiano recogió semillas de café mareño y especímenes de coquito baboso y de la flor “murciélago”, de color avinagrado y olor “cadavérico”. Conzatti no dejó de registrar paisajes que llamaron su atención, como playa Minizo y la laguna de Chacahua, a la que —comenta— llegó en canoa desde el embarcadero de Las Salinitas.
Para completar su retorno a Oaxaca, en 1922 el mentor fue nombrado por la Secretaría de Educación Pública su delegado estatal. En 1924 el educador se desempeñó como inspector escolar hasta su retiro, en 1927.
Retirado de la enseñanza, Conzatti continuó sus estudios botánicos. En 1945 la Sociedad Mexicana de Historia Natural lo eligió como miembro honorario, y en los dos años siguientes esa institución publicó dos volúmenes de los 17 que componen la Flora Taxonómica Mexicana. En 1946, asimismo, el retirado profesor recibió la medalla magisterial “Ignacio Manuel Altamirano”.
En homenaje al naturalista, su nombre le fue impuesto en 1951 al parque Conzatti, en la ciudad de Oaxaca, así como a la Escuela Normal para Profesores. Ese mismo año falleció el sabio venido de Civezzano.
Un legado de publicaciones e intentos de despojo
A partir de 1897 Conzatti empezó a difundir sus estudios y hallazgos botánicos. Flora sinóptica mexicana fue su primera obra publicada, en colaboración con Lucio C. Smith. En 1889 dio a la imprenta Clave analítica para la determinación de las familias de las plantas fanerógamas que nacen silvestres y son cultivadas en México. En 1905, Los géneros vegetales mexicanos, y en 1910, Las criptógamas vasculares de México.
Desde 1911, el naturalista comenzó a preocuparse por la deforestación en el Cerro del Fortín y otras elevaciones con las cuales colinda la ciudad de Oaxaca. En 1914 publicó La repoblación arbórea del valle de Oaxaca. Otras publicaciones del naturalista fueron Monografía del Árbol del Tule, en 1921, y Las regiones geográfico-botánicas del estado de Oaxaca, en 1926.
En 1915, para el número 1/2 (volumen 2) de la revista Anales del Jardín Botánico de Missouri, Conzatti escribió en inglés el artículo “El Jardín Botánico de Oaxaca”, en el que describe el Jardín de la Estación Experimental de Agricultura, que se encargó de diseñar y establecer en 1910.
Casiano Conzatti publicó 32 trabajos sobre la flora local mexicana, describió 92 nuevas especies de plantas y reunió alrededor de diez mil especímenes. Estos incluyen el material tipo para la especie de Rutaceae Amyris conzattii Standl.
Los especialistas en botánica conmemoran los hallazgos de Casiano Conzatti mediante el género que denominaron conzattia: Pinguicula conzattii Zamudio & van Marm (Lentibulariaceae), Russelia conzattii Carlson, Saurauia conzattii Buscal, Sophora conzattii Standl., Waltheria conzattii Standl., Vallesia conzattii Standl., Tephrosia conzattii (Rydb.) Standl., Portulaca conzattii P. Wilson, Schoenocaulon conzattii Brinker, Drymaria conzattii Duke, Passiflora conzattiana Killip y muchas otras variedades.
Casiano Conzatti estableció su residencia en Rancho Quemado, una zona que hasta 1950 estaba en las afueras de la ciudad de Oaxaca y hoy es el límite norte del centro histórico de la capital oaxaqueña. Parte de esos terrenos los ocupa en la actualidad el jardín público que lleva el nombre del botánico.
En el número 106 de la calle Andrés Quintana Roo, el especialista estableció su residencia. Esa propiedad pasó al dominio de su hija Victoria, quien tiene en la actualidad 103 años de edad. En 2021, medios informativos dieron a conocer que la señora Victoria denunció a una persona llamada Caleb Herculano López Martínez, cómplice de un grupo delincuencial asentado en instituciones oficiales que se dedica al despojo de inmuebles.
La señora Conzatti acusó que López Martínez —con un acta de nacimiento falsa en la que se ostenta como su nieto con el nombre de “Caleb Gómez Conzatti”— intenta apoderarse de la casa del botánico y de otra propiedad ubicada en el número 900 de la avenida Morelos, la cual asegura la heredera que adquirió su difunto marido, Manuel Gómez Hernández.
Al comparecer ante el congreso estatal el 30 de agosto de 2022, el Fiscal General de Oaxaca, Arturo Peimbert Calvo, reveló la existencia de un grupo que despoja a propietarios de sus inmuebles, mediante extorsión, amenazas, suplantación de personalidad y posibles homicidios. Peimbert Calvo expuso a los legisladores que en esos delitos participan “fedatarios, abogados, corredores públicos, autoridades comunales y ejidales, autoridades registrales, autoridades municipales y en ocasiones el propio crimen organizado”. La captura de ese grupo delincuencial sigue pendiente.
También está pendiente que algún historiador de la ciencia realice un amplio recuento biográfico sobre Casiano Conzatti, quien pasó en México 69 de sus 89 años de vida, investigando la variadísima flora de nuestro país.